El Documento Nacional de Identidad (DNI) es una de las tarjetas que casi todos los españoles llevan en su cartera o tarjetero. Con el tiempo ha evolucionado y ya existen las versiones electrónicas, pero, en su momento, fue un invento rompedor. El primer DNI, que bebía de los pasaportes y las cédulas de identidad, se expidió por en Valencia en marzo de 1951, y el creador del modelo fue Aquilino Rieusset Planchón. Por esa época, los periódicos españoles instaban a los ciudadanos a acercarse a las oficinas habilitadas para sacárselo cuanto antes.
“Cualquier momento de la mañana hasta la una y media es bueno para mancharse el índice en tinta negra y después dejar una huella en unos pequeños cartones. Para hacerse el Documento Nacional de Identidad. A la derecha se rellenan las hojas. A la izquierda se imprimen las huellas. Todavía no hay colas. Ya vendrán cuando se acerquen las Navidades”, pronosticaba entonces el diario El Español.
Cómo era antes el DNI
El primer modelo de DNI era de color verde e incluía datos como el empleo del titular. Además, distinguía entre cuatro categorías dependiendo de su situación económica.
Asimismo, incorporaba en el reverso la firma del Director. Estuvo vigente hasta 1961, cuando se modernizó con datos como el grupo sanguíneo y el estado civil, desapareciendo el dato del sexo. El primer DNI informatizado regulado por Orden del Ministerio del Interior (con un aspecto moderno y aséptico similar al que conocemos hoy) no llegaría hasta julio de 1990.
Para qué sirve la letra del DNI
Tal y como explica el Ministerio del Interior, la letra del DNI funciona como detector y control de errores. Así, posibilita que no se produzcan descalabros si, a la hora de realizar modificaciones en el DNI, la persona se equivoca en el número y pone uno que no corresponde.
Para calcular qué letra corresponde a cada cual no hace falta ser Fibonacci, pero sí hay que prestar cierta atención: se debe dividir la cifra que compone la combinación numérica completa del documento entre 23, que es el número de letras disponibles (el sistema excluye cuatro de las letras que componen el alfabeto: la I, la O, la Ñ y la U). Cada resto está vinculado a una de esas letras. Por ejemplo, tal y como explica en su canal de YouTube el matemático Fernando Sanz, si el resto es 2, la letra asignada será la W.