Vuelve el regateo: los supermercados sin precios que te cobran lo que quieren

Hacer la compra en algunos súpers de zonas turísticas es como regatear en el Gran Bazar de Estambul o en la plaza Jemaa el Fna de Marrakech, pero sin salir de España

El cartel de helados Frigo con una pegatina sospechosa en uno de los supermercados 24 horas del centro de Barcelona / CG
El cartel de helados Frigo con una pegatina sospechosa en uno de los supermercados 24 horas del centro de Barcelona / CG

El cartel de helados Frigo, un clásico del verano, da la bienvenida a los clientes. El calor es asfixiante y recorres con la mirada las sugerentes imágenes de los Magnum, Cornetto y compañía, hasta llegar al Calippo, mientras la boca se hace agua. ¡Qué raro! Donde deberían estar los precios, debajo de cada helado, hay una pegatina opaca que impide la visión de los mismos. Entras, abres la puerta del congelador, introduces el brazo y agarras lo nuevo de Nocilla, el Sandwich XXL. Y te diriges a la caja. “¿Cuánto es?”. “2,50”. “Con tarjeta. Una pregunta: ¿por qué no tienen precio?”. “Yo lo paso por el escáner”. “Pero, el helado no lo has pasado”. “Este me lo sé yo”, remata el vendedor, más ancho que largo. Escenas como esta se repiten cada día en los supermercados 24 horas del centro de Barcelona y Madrid, y en otras zonas turísticas de España. Consumidores, el regateo ha vuelto.

“Te cobran lo que quieren según les venga en gana. Es muy bestia cómo se patillan los precios”, lamenta Carla F., tras pagar 2,85 euros por una bolsa de patatas fritas Lay’s al punto de sal (160 gramos), nada más salir de uno de estos súpers del ensanche barcelonés. “Se nota mucho que improvisan el precio. Tienes que decir: ‘ayer me cobraste tanto’. Entonces te lo dejan a su precio”, aconseja Jorge Castillo, cliente habitual de un establecimiento similar. ¿Son legales este tipo de prácticas?

Supermercados sin precios

Este tipo de supermercados se anuncian como “abiertos 24 horas” y suelen estar regentados por pakistaníes o hindús. Los mal llamados pakis que desde hace años están presentes en numerosas ciudades españolas y venden los productos a un precio más elevado por eso de que abren hasta tarde.

Uno de los supermercados 24 horas del centro de Barcelona / CG
Uno de los supermercados 24 horas del centro de Barcelona / CG

Sin embargo, en muchos de ellos los productos no tienen precio. Todas las estanterías tienen el correspondiente zócalo transparente donde se suele indicar el precio de cada producto, pero no hay ni un sólo número. Este hecho deja al consumidor desamparado, indefenso y a merced del precio que fije el vendedor.

Aceites, aceitunas, champiñones y otros productos sin precio en un establecimiento 24 horas del centro de Barcelona / CG
Aceites, aceitunas, champiñones y otros productos sin precio en un establecimiento 24 horas del centro de Barcelona / CG

Cuando la inflación sube a diario

Como si estuvieran en el Gran Bazar de Estambul o en la plaza Jemaa el Fna de Marrakech, lugares conocidos por el arte del regateo, los consumidores que se acercan a este tipo de súpers ubicados en zonas turísticas deben negociar el precio de cada producto, incluso los clientes más habituales.

Jorge Castillo, que trabaja cerca de uno de estos establecimientos, asegura que se compra un KitKat Chunky de chocolate blanco casi a diario. “Siempre me cuesta entre 1 euro y 1,20. Ayer fui y había un señor mayor en la caja. ‘1,50 euros’, me dijo. Yo le conté que cada día me costaba 1,20 euros. ‘Ha subido. La inflación…’, me contestó. Se me quedó cara de tonto y le pregunté: ‘¿La inflación de ayer a hoy?' Tenía prisa y acabé pagando 1,50”, lamenta este consumidor.

Vuelve el regateo

Consumidor Global ha querido comprobar, en primera persona, este tipo de prácticas, y ha ido en busca de unas golosinas Haribo de fresa y nata, que, por lo general, cuestan 1,20 euros en todos los establecimientos. La prueba se ha realizado en dos súpers 24 horas del centro de Barcelona en los que previamente se había adquirido la misma bolsa de chuches por el precio indicado. ¿Cuánto costarán hoy?

 

Tal y como se aprecia en los vídeos, en uno de estos establecimientos el dependiente asegura que las golosinas Haribo cuestan 1,30 euros. Tras un brevísimo regateo, el vendedor accede a poner el precio justo: 1,20. En el segundo local, el comerciante dice que valen 1,50. Después de explicarle que esas mismas golosinas se pagaron los días previos a 1,20 y ver como se enzarza en una discusión con la que parece ser su pareja, abandonamos el local sin el capricho dulce.

Pagar el triple 

Anna S. acudió a uno de estos establecimientos ubicado junto a la playa de San Sebastián, en la ciudad de Sitges (Barcelona). Mientras observaba la estantería de vinos, se percató de que eran muy pocas las botellas que tenían el precio etiquetado. “Vino un empleado y me preguntó qué vino quería. Le pregunté por un Coto (Rioja) y un Pata Negra (Rueda). Me dijo que costaban 8,50 y 7,50 euros, y me parecieron muy caros”, relata esta consumidora.

Entonces, alcanzó a ver un vino cuyo precio tenía memorizado, pues suele comprarlo cada semana por 2,85 euros en el supermercado Spar que tiene debajo de su casa. “¿Cuánto vale el Camina (D.O. La Mancha)?, le pregunté. Cuando me dijo que costaba 7,5 euros, le contesté con un simple 'adiós'”.

Una práctica ilegal

El Real Decreto 2807/1972 “establece como obligación de carácter general para los establecimientos de venta al público la de exponer de forma visible los precios de los artículos en venta”, recuerda la abogada y especialista en derecho del consumidor Rosana Pérez Gurrea en declaraciones a Consumidor Global. Así pues, la información de precios debe ser “clara y detallada” para que los consumidores no tengan que estar preguntando el coste de cada producto.

Refrescos y cervezas sin precio / CG
Refrescos y cervezas sin precio / CG

“Con los turistas, que vienen en manada y se van, suele funcionarles, pero están cometiendo una ilegalidad”, recalca el director del máster en Comercio y Finanzas internacionales de la Universidad de Barcelona Emili Vizuete, quien explica que “no pueden aplicar una estrategia de precios dinámicos, como la de ciertas aerolíneas y hoteles, y jugar con la necesidad del consumidor”.

Qué hacer

Antes de entrar, “lo primero es fijarse en el cartel de helados que ponen en todos estos súpers. Si tienen los precios tapados con una etiqueta encima, huye”, aconseja Jorge Castillo. 

“Ahora, cuando voy a pakis, para que no me timen compro alguno de los pocos productos que llevan el precio en el envase, como los Filipinos, los Doritos Bits, las Pringles pequeñas, un Snickers o algún Twix”, explica Carla F. “Yo he dejado de comprar en algunos pakis porque no ponían los precios. Te toman el pelo en función de cómo se levanta el señor”, coincide Vizuete. Saber el precio da el poder, pero no todos los consumidores, ni los empleados, se prestan al arte del regateo.

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