En verano de 2019, un antiguo círculo de rocas emergió de las profundidades del embalse de Valdecañas, en el río Tajo a su paso por Cáceres. Algunos ancianos lugareños recuerdan cómo en 1963 se creó el pantano que sumergió el yacimiento de 7.000 años de antigüedad. La escasez de agua propició que los arqueólogos tuvieran la oportunidad de examinar el monumento por primera vez en 50 años. No obstante, esta aparición también era una advertencia: el país se seca.
España es uno de los países europeos más áridos, con una media anual de precipitaciones de 635 milímetros --Francia ronda los 989 milímetros--. Se calcula que en 2030 un 65 % de la población nacional sufrirá las consecuencias de la escasez del agua. Sin duda, esta es una situación de vulnerabilidad que necesita medidas urgentes. Y la agricultura es una de las grandes culpables. El 70 % del agua dulce disponible en España se destina a usos agrícolas. Por ello, cada vez más invernaderos se pasan a la agricultura hidropónica, la alternativa más sostenible y eficiente para el cultivo de vegetales. “Nuestra última factura de agua rondó los 40 euros”, señala orgullosa Inés Sagrario, una de las propietarias de Ekonoke, un invernadero hidropónico situado en Madrid.
La agricultura hidropónica
Invernaderos sin pasillos, escalonados con varios pisos de plantas, sin tierra, limpios. Así es la agricultura hidropónica. “Es la producción intensiva de vegetales que se basa en el abastecimiento de agua de forma controlada. Es un sistema automatizado que proporciona a las plantas los nutrientes necesarios”, explica Salvador Ruiz, fundador de la empresa H2hydroponics que ha llevado modelo de cultivo hasta el mismísimo Polo Norte.
Ruiz insiste en que la tierra sólo es el soporte de las plantas. “El 90 % de la alimentación de una planta viene del aire, no de la tierra”, afirma. Además, la tierra es un organismo vivo y, por lo tanto, “es difícil de controlar”. Por ello, prescindir de ella simplifica la agricultura. “Se buscan otros soportes y se les da los nutrientes esenciales de manera artificial”, afirma el empresario. Soluciones de nitrógeno, potasio, fósforo, calcio, magnesio y azufre sustituyen el suelo durante el cultivo. De esta manera, “se puede cultivar en cualquier clima, se adaptan a cualquier espacio y tienen un 32 % más de producción”, sentencia.
Lechugas “felices”, más sabrosas y “crujientes”
El calor del verano acabó con la cosecha del primer invernadero de Ekonoke. Era 2019 y las dos socias --Inés Sagrario y Ana Sáez-- se quedaron sin vegetales que vender, y “teníamos un suculento pedido para el Corte Inglés”. Entonces, estas dos empresarias se percataron de que el cambio climático empezaba hacer de las suyas y de que con unos veranos más largos y calurosos sería imposible cosechar mediante un invernadero tradicional. Por ello, en una nave cerca de Madrid instalaron un sistema hidropónico que ya empieza a dar sus frutos.
Ekonoke cultiva diferentes hortalizas de hoja, plantas aromáticas y también microvegetales. Vende tanto a la hostelería como al consumidor particular. Este último canal lo gestiona a través de la página Freshis.com que envía cestas de frutas y verduras frescas a domicilio. “El lunes llevé parte de la cosecha a las instalaciones de Freshis y el martes el mix oriental ya se había agotado”, señala Sagrario. Según ella, “las verduras tienen un sabor intenso y hasta crujen de lo tiernas que son”. De hecho, desde Ekonoke las denominan las lechugas felices, porque “tienen el sol, los nutrientes y el agua en las cantidades que necesitan”.
¿Qué precios tienen?
Según Sagrario de Ekonoke, el coste de estos productos es “similar al de las verduras orgánicas”. Mientras que Salvador Ruiz, de H2hydroponics, destaca que “estamos en ese punto de la historia en el que se propicia la calidad, no lo económico”.
Sin embargo, los alimentos hidroponicos no pueden ser etiquetados como cultivo ecológico. “La legislación europea ecológica tiene una cláusula muy estricta en cuanto al manejo de suelo, y como el sistema hidroponico prescinde de tierra no se puede clasificar como tal”, señala Sagrario. No obstante, el sistema hidroponico puede eludir los pesticidas o herbicidas, gracias a las garantías que presenta el tener la cosecha en ambientes controlados.
Garantizar el kilómetro 0
Por otra parte, cabe destacar que la densidad de plantas en un cultivo hidropónico es mayor. En el cultivo tradicional, por ejemplo de tomate, cada planta debe estar separada por unos metros como mínimo, para evitar que las raíces compitan por los nutrientes del suelo.
En cambio, esto no pasa con la hidroponía, ya que las plantas están confinadas a espacios más reducidos en los que se les provee de los nutrientes adecuados para su crecimiento. Esto posibilita que este tipo de agricultura se pueda establecer en las ciudades, ya sea en locales en pleno núcleo urbano o en las naves de los polígonos industriales. Así, por primera vez en la historia y gracias a este sistema innovador, “la huerta estará cerca de las urbes de población”, concluye Sagrario.