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Por qué la UE ha dado luz verde al glifosato, un herbicida que podría causar cáncer
Los agricultores creen que, a día de hoy, “no hay una alternativa que sea tan sostenible”, a pesar de que la OMS ha declarado que la sustancia es probablemente cancerígena
El glifosato es un poderoso herbicida que los agricultores utilizan para eliminar las malas hierbas, aquellas plantas que molestan y quitan espacio y agua en los cultivos. Así, les permite aumentar su eficiencia y productividad. No obstante, también es potencialmente peligrosa: en marzo de 2015, la agencia especializada en cáncer de la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que esta sustancia era "probablemente cancerígena para los seres humanos".
Desde entonces, muchas voces han pedido su prohibición. A la Unión Europea le tocó tomar una decisión difícil, y finalmente los estados miembros han optado por renovar los permisos de uso del herbicida durante 10 años más, eso sí, “bajo reserva de algunas nuevas condiciones y restricciones”. Se prohíbe su uso para la desecación, que es el proceso de eliminar la humedad de un cultivo antes de la cosecha. Además, solo se podrá usar en la hilera del cultivo, no en el pasillo.
Una decisión “valiente”
La decisión de Bruselas ha causado estupefacción y enfado, pero también hay colectivos que la han aplaudido. En redes sociales los sentimientos van de la euforia a la tristeza. No ha sorprendido el apoyo de España, aunque algunos grupos ecologistas sí se lo han echado en cara al Gobierno socialista. En cambio, la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja) agradecía al Ministerio de Agricultura “su valentía por apoyar la renovación del glifosato”.
“Valentía que va ligada con sensatez, puesto que se han basado en las evidencias científicas de nuestras agencias públicas europeas que aseguran que NO es cancerígeno”, añadían. En cambio, entidades de conservación de la naturaleza como WWF se muestran muy preocupadas: “Lamentamos esta decisión que pone en peligro la salud de la ciudadanía y del planeta. Arriesga el cumplimiento de objetivos del Pacto Verde Europeo”.
Multas para Bayer-Monsanto
Si no para la preocupación, sí se puede afirmar que hay, al menos, razones para el escepticismo. Hace solo unos días se supo que el gigante químico-farmacéutico Bayer-Monsanto tendrá que pagar 1.560 millones de dólares tras perder un juicio en EEUU contra el herbicida Roundup, cuyo ingrediente activo es el glifosato.
Además, en la votación de la UE, el resultado no fue unánime: según AFP, siete países, incluyendo Francia, Alemania e Italia, se abstuvieron. Estas reticencias podrían significar que hay dudas. Pero en algunos territorios la sustancia ya está asentada. Según los datos de Greenpeace, en 2022, el 34,6 % de las aguas superficiales españolas estaban contaminadas por glifosato en una concentración que incumple la norma de calidad ambiental. El río Guadiana es el más contaminado por esta sustancia, en un porcentaje 3.000 veces superior a lo que permite la ley.
La posición de Greenpeace
“Hoy es un día triste para la Unión Europea, para la ciudadanía y el medio ambiente. Hemos perdido la oportunidad de eliminar definitivamente el peligroso glifosato de nuestro entorno y alimentación”, aseguró un portavoz de Greenpeace en un comunicado.
Los grupos que apoyan el uso del glifosato se basan en los informes de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que no encontró ningún "área de preocupación crítica" en humanos, animales y el medio ambiente expuestos al herbicida. Es decir, que la EFSA venía a contradecir a la OMS.
Una decisión “basada en la ciencia”
César Marcos es el portavoz de Alianza ALAS por una Agricultura Sostenible, y explica a este medio que esta entidad hace una valoración positiva de la decisión de la UE. “Se basa en la ciencia. No hay criterios para clasificar el glifosato como un cancerígeno, tóxico o mutagénico, si se usan las dosis que vienen especificadas en el etiquetado”, cuenta a este medio.
El asunto de las dosis es fundamental, puesto que la aplicación debe ser racional para que el riesgo disminuya. “Sabemos que el ibuprofeno es un medicamento efectivo, pero si te tomas una tableta entera, vas directo al hospital e incluso peligra tu vida”, compara este experto. “Si conduces a 200 kilómetros por hora en medio de la ciudad también te expones a riesgos”, añade.
Consulta pública sin precedentes
La decisión de la UE ha sido muy razonada, cree Marcos. “Estudiar y valorar los efectos del glifosato ha sido un proceso muy largo que ha durado años, primero con países que se han puesto a evaluarlo y luego con las conclusiones, más una consulta pública, que nunca en Europa ha habido una consulta pública tan numerosa referente al glifosato”, explica.
“Nos ceñimos a los informes que emite la EFSA, que es una agencia independiente y pública”, recalca.
Sin alternativas sostenibles
A día de hoy, explica el portavoz de ALAS, “no hay una alternativa que sea tan sostenible, entendiendo la sostenibilidad desde una triple dimensión: económica, social y medioambiental. Una alternativa sería la mezcla de productos de sustancias activas químicas, pero serían más perjudiciales para el medio ambiente. Otra posibilidad sería quitar las malas hierbas de forma mecánica, con máquinas, de forma que aumentarían las emisiones de gases”, asegura Marcos.
En un comunicado, ALAS va más allá y sostiene que la evidencia científica “revela también que el glifosato contribuye a los objetivos de sostenibilidad de la UE en términos de lucha contra el cambio climático al permitir que los agricultores adoptemos prácticas de agricultura regenerativa, como la agricultura de conservación, que captura carbono en el suelo, fomenta la preservación y mejora de la biodiversidad en los ecosistemas agrícolas”.
Controversia “ideológica”
Si está tan claro, ¿por qué los ecologistas se han mostrado tan contestatarios? Marcos cree que a nivel internacional “el glifosato está en el punto de mira porque es un componente más de la gestión del cultivo de transgénicos, y en Europa están prohibidos salvo uno, el EPC de maíz, así que creemos que la lucha es muy ideológica”, explica.
Además, ALAS viene a decir que el asunto les preocupa a ellos tanto o más que a otros colectivos. “Los agricultores somos los mayores interesados en poder garantizar unas condiciones de producción seguras para el ser humano, respetuosas con el medio ambiente, el bienestar animal y el entorno rural con el fin de poder ofrecer a los consumidores productos de primera calidad y máximas garantías sanitarias, y contribuir a la conservación del suelo, la calidad del agua y la biodiversidad”.
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