La innovación es un valor al alza: en la tecnología, en el ámbito empresarial, en la literatura... Las respuestas novedosas a las preguntas de siempre cotizan bien. No obstante, en la cocina, ¿cómo de nítida es la frontera que divide la innovación del sacrilegio? ¿Hasta dónde es positivo arriesgar? El terreno de la tortilla de patatas, radiante sol de la gastronomía española, sempiterno disco que conduce a todos los caminos, es quizá uno de los más fértiles para el surgimiento de propuestas arriesgadas.
Dichas innovaciones van desde las alternativas saludables clásicas (sustituir la patata por calabacín) hasta los remedios del universitario con la nevera vacía que añade chips de bolsa machacadas, pasando las tortillas precocinadas con chorizo a la venta en algunos supermercados. En otra liga, la más exigente, se ubican las de bares y restaurantes. Traemos un mapa bien batido, unas coordenadas de la innovación para el producto de siempre. Para echarle huevos.
“Con una tortilla se puede hacer de todo”
Quizá el clímax de lo atrevido esté en Valencia, junto a la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Aquí, los chicos de Tortillea dejan claro en su web que “el gallinero fue inventado para ser revolucionado, y si hay alguien que sepa de revolucionar somos nosotros”. Y no es una revolución menor, es 1917. Todo el poder para las tortillas. Las hay con los ingredientes más insospechados. Entre las que denominan “especiales” las hay de carbonara, de pesto con mozarella, de boloñesa, de sobrasada y gouda… También tortillean con carrillada estofada, pollo al curry o gambas al ajillo. Y el súmmum llega con las dulces: tortillas de oreo, de chocolate blanco, o de philadelhpia y frutos rojos.
“Una tortilla se puede hacer de todo”, cuenta a Consumidor Global Edu, uno de sus responsables. Su negocio aún no tiene ni un año y, de momento, la gente está asistiendo. “Está cuajando bastante bien, nunca mejor dicho”, relata entre risas. Sobre los orígenes (y quizá aquí a los puristas les salga espuma por la boca), Edu habla de improvisación: “La idea viene de probar. De ponerte a hacer cosas. En la pandemia, yo hice una tortilla de cocido, es decir, con las sobras del cocido”. El responsable de Tortillea menciona que entre las que más triunfan y las que más sorprenden están las dulces. Según dice, sus clientes acuden atraídos por la posibilidad de probar cosas extravagantes. “Hay que abrir la mente”, defiende.
En el norte con sabor a mar
En País Vasco no es raro encontrar tortillas con algunos componentes que en otros lugares podrían parecer, efectivamente, raros: con bacalao, con pimientos o con el toque picante de la alegría riojana, una variedad de guindilla. En otras zonas del norte peninsular aparecen con un relleno dentro, al estilo sándwich.
Otra ciudad a la que poner una chincheta en el mapa de las tortillas raras es Santander. Allí está Quebec, un establecimiento donde el Cantábrico está muy presente: se puede vivir una explosión de sabores con la tortilla de gulas con langostinos o bien con la de calamares encebollados. Para los que no quieran aires marineros y sean incapaces de alejarse del marco mental de la ensalada, Quebec tiene tortillas de tomates, lechuga tierna y bonito. “Es un sitio muy famoso aquí, tienen varios locales y la gente se lleva la tortilla como si fuera una pizza, en cajas de cartón” cuenta Marta, una santanderina, a Consumidor Global. “A veces, se pide para llevar y se come tranquilamente en playa, frente al mar”.
Madrid: O Pazo do Lugo, Las Tortillas de Gabino y Pez Tortilla
En el rompeolas de todas las Españas, la tortilla es una religión. Aparece incluso en el desayuno (tardío, pero desayuno), como pincho que va con el café y, evidentemente, con la incontestable cañita. La lista de sitios en los que probar opciones chocantes es larga. Por justicia, es decir, por antigüedad, debe encabezarla O Pazo do Lugo, templo de la cocina gallega en Lavapiés. Aquí, la tortilla es de lacón y grelos. También son potentes las de Las Tortillas de Gabino, aptas para castizos (con callos o con torta del casar), gourmets (trufada o velazqueña) y valientes (de patatas chips con salmorejo).
Si hablamos de variedades varias, tampoco puede faltar Pez Tortilla, que cuenta con tres locales en la capital. Tres establecimientos modernos, pero sin llegar a lo minimalista, con mesas altas y respeto a la cultura de barra. Aquí es posible comer tortillas con bacon, cebolla y salsa holandesa; con parmesano y albahaca o con chorizo a la sidra.
Soria entre huevos
Por último, en Hoy Tortilla hay variedades muy apetecibles. Eso sí, sólo tienen la opción de pedir a domicilio, pero se puede degustar una tortilla de mezcla de pimientos, de morcilla desmigada y frita o paisana (de carne, verdura, pimientos fritos y picadillo soriano).
Luis, uno de sus responsables, cuenta a Consumidor Global que su negocio tiene cuatro años y medio. “Cuando empezamos, no había nada así en Madrid”, relata. De momento, asegura, sus tortillas están teniendo “bastante éxito”. “Yo soy de Soria, y traemos el picadillo de allí, que está mejor y más fresco”, describe. Otra de las que destacan en Hoy Tortilla es la de queso de tetilla: “Con el calor se deshace y queda como un provolone. Buenísimo”.