"No se puede explicar con palabras". Con esta frase concluye la presentación de The Great Library of Tomorrow. Se trata de la experiencia inmersiva que ha lanzado el festival Tomorrowland a nivel mundial. El país donde se estrena es España. ¿La ciudad? Barcelona.
Desde el primer momento que se pone un pie dentro hay una atmósfera envolvente. Varias antesalas oscuras que mezclan luces y sonidos. El espectador comienza a escuchar una voz en off a través de unos auriculares que le dan la bienvenida. Ante sus ojos tiene una bola del mundo que se va transformando a medida que avanza el relato.
La primera capa del universo de Tomorrowland
Un chico espera en la puerta antes de entrar en el universo de Tomorrowland. A su lado, hay una discreta estantería repleta de gafas virtuales. Reparte una para cada uno de los asistentes. Todas están numeradas. Algo clave para no chocar entre sí una vez que traspasamos la puerta. De repente, todo deja de ser tangible. Pero lo virtual es tan creíble como la realidad. Nunca se toca nada de verdad. No existe.
Mire a donde mire el espectador, lo único que ve es una biblioteca gigante en la que se narran los orígenes con un relato de fantasía. Es momento de inspeccionar. Diferentes salas con partituras de la música del festival y flores mágicas aparecen de la nada. El resto de compañeros ya no son de carne y hueso. Se convierten en muñecos coloridos marcados por los números de las gafas.
Paisajes de cuento
Los 25 minutos que dura la inmersión son un viaje por diferentes paisajes. Comienza en la biblioteca y sigue con un ascensor virtual que eleva al espectador a lugares de cuentos. La voz en off y las melodías de fondo son una constante que añaden un toque más mágico aún.
Mariposas que cambian de color, sonidos de la naturaleza, laberintos, animales fantásticos, un cielo estrellado y auroras boreales recrean ante los ojos un paisaje incomparable. La realidad virtual engaña, y muy bien, al cerebro. Los precipicios dan vértigo de verdad. Las piedras se esquivan pese a saber que uno no se choca con nada de verdad.
Próximo destino: las nubes
En el universo de Tomorrowland es posible adentrarse en un árbol. Uno gigante donde reside los inicios de la música del festival. Claves de sol y notas forran las paredes del interior. Un arpa enorme se encuentra en el centro. Mirando hacía arriba, en la copa del árbol, el cielo se deja entrever. ¿Próximo destino? Las nubes.
Un golpe de realidad
Toca volver a la realidad. Cuando todos los espectadores se retiran las gafas virtuales, las caras lo dicen todo. Una mezcla de asombro y desilusión. Es cuando comprueban que están en una sala de cine de la calle Aribau de la capital catalana. El mito cae. El recorrido virtual pasa por un total de cuatro de las salas. Todas ellas están adaptadas para la inmersión.
Cientos de pegatinas en el suelo y en las paredes son la clave para visualizar el universo de fantasía. Un vistazo al reloj basta para recuperar la noción del tiempo. Ha pasado una hora desde que comenzó la presentación. ¿Merece la pena? Sí, pero no por el festival. Es la magia de las gafas virtuales. ¿El precio? La entrada general cuesta 30,25 euros. Niños y mayores de 65 años, 22,55 euros. Que cada uno saque sus propias conclusiones.