Para que un yogur pueda considerarse tal, debe contener 107 gramos de bacterias ácido-lácticas por cada gramo o mililitro. Así lo sostiene Andrea Calderón, profesora de Nutrición de la Universidad Europea de Madrid, y secretaria científica de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA). Por eso, cuenta, puede considerarse ‘probiótico’, que significa que contiene microorganismos vivos en su contenido.
Calderón cree que un yogur natural siempre será una buena opción, sea cual sea su precio. Y no hay por qué tirar el líquido del yogur, que es en realidad suero con proteínas de alta calidad nutricional, vitaminas hidrosolubles del grupo B y minerales como calcio, potasio o fósforo. Por ello, tirarlo es una mala idea y Calderón apuesta por consumirlo.
Formación del suero
El suero se forma en el proceso de elaboración de yogures y quesos, ya que algunas proteínas lácteas tienen capacidad coagulante; de ahí que el yogur o el queso se vayan espesando y tengan una textura diferente a la leche.
Puntualiza Calderón, en cambio, que sí conviene prestar atención a los ingredientes añadidos, especialmente al azúcar. Si un yogur natural contiene 3-4 gramos de lactosa por unidad, en un azucarado se dispara hasta los 15-16 gramos de azúcar.
Los edulcorados, una mala opción
La OMS indica que el máximo recomendado es de 20-25 gramos de azúcares añadidos por día. En la misma línea, Calderón remarca que los yogures edulcorados no son una alternativa saludable. Tampoco los yogures con sabores o ‘de fruta’ ,que poseen mucho azúcar añadido, y aditivos que aportan color.
Por ejemplo, un yogur de fresa puede contener de un 0 a un 8% de fresa en el mejor de los casos. Calderón, frente a estas opciones, recomienda añadir fruta cortada, canela, cacao puro o frutos secos.
Desnatados, griegos o con bífidus
Por otra parte, esta experta en Nutrición expone que el yogur desnatado no contiene grasa, pero eso no siempre es positivo: la grasa láctea no es perjudicial y aporta nutrientes. Además, en ocasiones eliminar la grasa conlleva multiplicar el azúcar. En cuanto al griego, se trata de un yogur con grasa láctea añadida, con más valor calórico.
Por último, los supuestos yogures con Bífidus no incluyen el término yogur porque son en realidad leches fermentadas. “Sucede igual con el kéfir”, aclara Calderón. La calidad nutricional de derivados como postres lácteos del tipo ‘yogur’ de chocolate tienen una peor calidad nutricional. En este sentido, Calderón recomienda leer siempre la lista de ingredientes.