La ropa de segunda mano cada vez tiene más presencia en los armarios de los españoles. Un concepto que hasta hace no tanto era despreciado por asociarse con la falta de recursos, ahora es una alternativa directa a la compra en establecimientos oficiales. Ya sea por moda, por economía o por ecología, no es extraño reencontrarse con camisas hawaianas, kimonos o accesorios de épocas pasadas en pequeñas tiendas del centro de cualquier ciudad. Aunque existen locales para todos los gustos y modas, es cierto que una de las palabras más recurrentes es la de vintage.
Fundéu describe este concepto como algo “que a pesar de no ser nuevo, está de moda por su diseño atractivo”. Pues bien, estos diseños llenan de colores y cortes desfasados perchas y estantes de cientos de tiendas. La cuestión es que la exclusividad de estos diseños así como el valor que le dan coleccionistas, nostálgicos o modernos hace que sus precios alcancen cifras similares a las que se podrían encontrar en cualquier negocio de ropa actual. En el caso de marcas exclusivas o modelos famosos, pueden llegar a precios superiores a sus equivalentes en el stock convencional.
¿Sigue siendo lo ‘vintage’ ropa de segunda mano?
La diferencia entre una y otra puede parecer simple en un primer momento, aunque una vez dentro del mundillo suele ser más complicado encontrar dónde empieza uno y acaba la otro. “Por definición, la ropa vintage son prendas de segunda mano, ya que se vendieron hace décadas. Aunque es cierto que tiene que mantener unas condiciones estéticas y materiales que no presenta toda la ropa de segunda mano”, explican desde Humana, una ONG que recicla y vende prendas de segunda mano donadas. También señalan que este vestuario debe haberse comercializado hace, como mínimo, tres o cuatro décadas para que se pueda considerar vintage, aunque cada vez este límite es más difuso.
El precio es un tema controvertido. Son muchos los factores que pueden afectar al valor final de un producto de estas características: la exclusividad de la prenda, el tejido con el que está confeccionada, el diseñador que la creó e incluso su aparición en algún show televisivo de la época. En Humana admiten que pueden ser precios mayores incluso a los que tenían en su momento de lanzamiento, pero como es un valor más subjetivo que material, el concepto caro o barato depende de la persona y lo que busque en esta vestimenta.
La burbuja de las prendas de otro tiempo
El origen de toda esta ropa es muy variado. Aunque una gran parte proviene de Estados Unidos, país que desde la década de los 50 comenzó a importar la cultura de la vestimenta como una forma de expresión a través de los tejanos, la moda hippie o el estilo pin-up entre muchos otros. “España entró al juego de lo vintage en los 90, cuando de repente se recuperaron las plataformas y los pantalones de campana de los 70”, comenta Pablo Torres Weist, estilista de publicidad y moda asentado en Madrid.
Como amante de la moda vintage, este experto admite que le es difícil criticar a este estilo de ropa y sus ejemplos. Si bien es cierto que muchas prendas de segunda mano alcanzan costes más altos que las de grandes marcas actuales, las considera piezas de coleccionista, por lo que su precio corresponde al valor que reciba de su comprador. Es aquí donde muchos clientes juegan también a la pesca de gangas. Piezas de gran valor que pasan desapercibidas por el gran público pero que forman parte de colecciones selectas.
Barcelona, capital del ‘vintage’
Un caso significativo es el de Barcelona, que gracias al turismo y a su interés en el campo de la moda reúne, junto con Madrid, el mayor número de tiendas especializadas en este tipo de vestimenta en España. Un ejemplo se encuentra en la mítica calle Tallers, en la entrada del Raval. En apenas un paseo de 30 metros se pueden contar hasta 6 locales de este tipo y todos pertenecientes al mismo grupo: Flamingo Vintage. Esta compañía se encarga de clasificar la ropa que compran en grandes cantidades en Estados Unidos y la ofrecen con una particularidad: no se paga por prenda, sino por peso.
Esta empresa, nacida en 2014, herencia de la marca Flamingos Vintage Kilo con sede en Nueva York, no ha dejado de crecer en todos estos años. La cifra de ventas de las sociedades del grupo en 2019 alcanzó los 2,4 millones de euros con unos beneficios de 260.000 euros. Este es un ejemplo de cómo la cultura vintage ha penetrado en la sociedad sin importar el precio de la ropa y genera pingües ganancias. Ahora sólo falta ver si este crecimiento encuentra su final cuando llegue una nueva tendencia que lo sustituya o pasa a convertirse en un estilo de vida y de compra estable y permanente a lo largo del tiempo.