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Consumiciones mínimas prohibitivas: las terrazas de los hoteles ponen filtros de clase
El público local encuentra numerosas barreras a la hora de acceder a determinados ‘rooftops’ de Madrid y Barcelona que fijan unos precios desorbitados
Al séptimo cielo, por favor. El ascensorista va hecho un pincel. En lo más alto corre el aire, las vistas son deslumbrantes y todo invita a sentirse dichoso. Con la ciudad a los pies, lejos queda el bochorno de la calle, de los bajos fondos. La gente es apuesta y elegante, pero nadie habla castellano, excepto el camarero, que se acerca e informa a los clientes de que hay una consumición mínima para poder disfrutar de todo ello: 18 euros. Así, un barcelonés que sólo beba agua --5 euros la botella de 30 centilitros-- y quiera ver la puesta de sol desde la terraza del Mandarin Oriental de Paseo de Gràcia tendrá que pedirse tres botellines y algo más hasta alcanzar la cantidad mínima exigida. Y, seguramente, después de beberse cerca de un litro de agua, en una de las obligadas visitas al baño se pierda la claridad del crepúsculo.
“Puede contener una determinada crueldad social, pero los negocios no tienen por qué ser democráticos”, apunta Manel Morillo Prieto, fundador de Con Gusto Consulting, sobre los hoteles que exigen consumiciones mínimas prohibitivas para la mayoría de bolsillos o ponen unos precios desorbitados para filtrar su público.
Terrazas sólo para la clase alta
En la misma línea, Marta P., experta en el sector de la hostelería que prefiere mantener su apellido en el anonimato, expone a Consumidor Global que “todavía existen algunos hoteles cinco estrellas y gran lujo que, de una manera u otra, excluyen al público local y a un sector importante de la población que no tiene el nivel económico como para pagar 20 euros por una copa cada vez que sale”. Por su parte, Lourdes Gaude, directora de marketing del Mandarin Oriental de Barcelona explica que la consumición mínima obligatoria de 18 euros se aplica para preservar el espacio del Terrat --así se llama la terraza--, que cuenta con cuatro hamacas y cinco mesas de élite. “El propio cliente extranjero que se aloja en el Mandarin seguramente busque coincidir en el rooftop con un colectivo de gente próximo a él”, apunta Morillo.
Pero este hotel barcelonés no es el único que pone filtros al público con menor nivel adquisitivo. Todos los fines de semana suele haber cola en el número 84 de la Gran Vía de Madrid, por donde se accede a la terraza con vistas de 360 grados del Hotel Riu Plaza España, que exige el pago de una entrada de 10 euros sin consumición. A poco más de un kilómetro, en la sexta planta del icónico Ayuntamiento de Madrid se encuentra la terraza cocktail bar Cibeles, donde para reservar una pequeña mesa elevada y un taburete se debe realizar un pago previo de 50 euros por persona, dinero que después se descuenta de la cuenta final. Aunque esta cifra desproporcionada no es difícil de alcanzar si se tiene en cuenta que un café cuesta 6 euros. Sin reserva, se puede acceder pagando una entrada de 10 euros con consumición, lo que alcanza para un tinto de verano. Es una forma de “vetar la entrada a según qué gente y asegurarse unas ganancias como negocio”, opina Marta P.
Cuando el precio da la exclusividad
Escalar precios muy por encima del coste de la materia prima se hace para buscar exclusividad, coinciden Morillo y Marta P. “La gente con dinero que visita asiduamente la terraza del Mandarin Oriental Ritz de Madrid no busca la calidad en lo que consume, sino evitar relacionarse con gente con un poder adquisitivo inferior al suyo”, critica un usuario en Tripadvisor.
Y todavía hay muchos hoteles que tienen un portero que decide quién entra y quién no, y otros que exigen un dress code concreto --por ejemplo el Hotel Ayre Rosellón--. “Cada hotel tiene sus propios códigos, pero, evidentemente, algunos son excluyentes y targetizan bastante”, apunta Marta P. También los hay a los que no se accede por consumo, sino por reservar un espacio, una mesa o una jaima.
Cine con vistas y siestas al sol a partir de 25 euros
“La terraza más exclusiva de Madrid”, así se define la del Hotel Emperador, se puede visitar por 63 euros e incluye una toalla, el uso de una tumbona y una copa de Möet Ice.
Sin embargo, también hay planes algo más económicos en algunos de los hoteles más elegantes de España. En el rooftop del Palace de Barcelona hacen sesiones de cine por 25 euros –incluye tumbona, palomitas de maíz y un cóctel de Grey Goose-- y echarse una siesta al sol sale por 35 euros. Mientras, en la Terraza de Óscar, ubicada en la última planta del madrileño Room Mate Hotel, media jornada de piscina con vistas cuesta 30 euros, pero se debe reservar con una semana de antelación debido a la alta demanda.
Alternativas para todos los públicos
Las terrazas de los hoteles barceloneses Yurbban, Pulitzer, Claris, H10 Casa Mimosa, Neri o Casa Bonay, entre otros, son las mejores alternativas para disfrutar de un concierto y de un buen cóctel al atardecer sin dejarse el sueldo en el intento. “Tienen un precio un poco más elevado que un bar cualquiera, pero pagas las vistas, el servicio y un aperitivo que suele ir incluido con las bebidas”, apunta Marta P. En el Chiringuito de Casa Bonay, por ejemplo, no hay consumición mínima ni importe mínimo. "Precisamente este tipo de cosas son las que nos diferencian. Se trata de un hotel en el que nuestro cliente local puede sentirse como en casa", explica Inés Miró-Sans, cofundadora de Casa Bonay.
En Madrid, por otro lado, algunas de las terrazas más populares son las del Ginkgo Sky Bar, Generator Madrid, la Terraza Poniente, la del Hotel Indigo o la de The Hat. Y, en ninguna de estas azoteas, la copa supera los 10 euros, una cifra que alguno más se puede permitir.
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