Las vacaciones son lo más esperado en todo el año. En familia, con amigos o solo. Hay muchas formas de viajar y desconectar de la rutina. Pero no todas las alternativas presentan las mismas facilidades. Aquellos a los que les gusta moverse solos tienen más dificultades para todo. Incluso el alojamiento suele ser más caro.
Pero cuando les toca buscar algún restaurante en el que comer, comienza un auténtico reto. Cada vez es más difícil conseguir que los bares atiendan a los clientes que desean almorzar o cenar sin compañía. Da igual si son turistas o no. Tienen prioridad los grupos grandes y los extranjeros, especialmente en las terrazas. Pero, ¿pueden prohibir los establecimientos la entrada a los solitarios?
La ciudades turísticas en el foco
Javier F. es uno de los muchos afectados. Su caso se ubica en un restaurante de Madrid. "Pedí un cuarto de pollo con patatas para comer yo solo en una mesa. Me dijeron que solo me podían vender medio pollo", cuenta a Consumidor Global. Este usuario asegura que hace un año sí le servían esa cantidad sin ningún problema. "Es increíble que no podamos comer solos", concluye. A múltiples establecimientos de Barcelona le llueven las críticas por esto mismo.
Lorena M. relata que lo ha experimentado hasta en tres terrazas diferentes ubicadas detrás de la estación de Sants. "Había mesas vacías pero, cuando les decía que era para mí sola, me decían que tenía que ir dentro", expone. "¡Qué frustración!", zanja. Este rechazo a los solitarios también se produce en Málaga. Agus denuncia que no han querido darle mesa porque iba sola. "Y no solo me pasó un día y en un sitio determinado. Me sentí fatal", señala.
¿Una cuestión de espacio?
Clara Estrems, directora de comunicación de Guruwalk, explica a Consumidor Global qué puede haber detrás de este rechazo. La directiva de la plataforma de free tours lo tiene claro: se trata de una cuestión de espacio. Ver mesas pequeñas en las que se apiñan grupos para comer es algo frecuente en según qué sitios.
"Si en los mismos dos metros cuadrados metes a cuatro personas, multiplicas por cuatro la facturación que si solo metes a uno o a dos", expone la experta. Un trato que al final va en perjuicio de la calidad del servicio, según considera Estrems.
Un pensamiento muy "cortoplacista"
Lo primero que hay que tener en cuenta es que el rechazo a los clientes solitarios no es algo que se dé en todos los restaurantes y bares. Influye más bien en aquellos que "quieren hacer el agosto", tal y como recalca la experta. Es decir, establecimientos a los que solo les interesa el turista y centra su caja en los meses de verano. "Creo que es un pensamiento muy cortoplacista. Quiero sacar provecho ahora, pero no me preocupo en la calidad que voy a ofrecer o de si la gente va a volver", reflexiona la experta.
Sin embargo, aquellos locales que piensan más a largo plazo, buscarán un espacio más cómodo para sus comensales. Los grandes grupos de turistas también sufren presión. Muchos de ellos encuentran dificultades para tomar algo en las terrazas. Así lo demuestra la experiencia de un usuario en Sevilla. "Íbamos un grupo de entre 8 y 10 personas y nos dijeron que solo para cenar, nada de cerveza y pincho".
Soluciones a estas prácticas
Quizás el principal problema es que en España no hay tanta costumbre de salir a comer sin acompañantes. No ocurre lo mismo en otros países de Europa, especialmente en la parte del Este. Allí compartir mesa se ha vuelto casi el pan de cada día. Una forma de evitar el rechazo para comer solos. La experta propone más soluciones para regular esta situación.
Una de ellas pasa por diversificar la oferta turística. Se trata de sacar a los turistas de los centros de las ciudades. Enseñarles la realidad en otras zonas de las urbes para que no se concentre toda la oferta gastronómica en una única zona. "Así no solo se crean franquicias orientadas a los turistas". Otra alternativa puede ser habilitar las barras para las personas que quieran comer solas o habilitar zonas para las mesas más pequeñas. "No denegar salvajemente a todo el mundo que vaya a comer solo", defiende la directora.
¿Es legal?
Sea como fuere, hay unos claros afectados: los solitarios. Son ellos los que tienen que hacer frente a las excusas de los establecimientos. Ahora bien, ¿es legal? "Por ley, los bares tienen derecho de admisión", explica Clara Estrems. Este es el motivo por el que sí pueden negar la mesa a una persona con cualquier excusa. Una política de empresa que a la larga puede jugar una mala pasada. "Cuando no te vengan grupos grandes, puedes correr el riesgo de tener que cerrar", manifiesta la experta.
Para la directiva de Guruwalk la solución pasa por hacer una búsqueda de conciencia social. Evitar que los centros de las ciudades se conviertan en "parques de atracciones que acaben expulsando a la gente que vive ahí". La experta sostiene que muchos de estos centros son fotocopias unos de otros: "Restaurantes franquicias, tiendas para comprar souvenirs y alquileres vacacionales".