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¿Mito o realidad? ¿Previene la aspirina los infartos y los ictus?

Estos medicamentos están recomendados para personas que hayan sufrido estos accidentes previamente, pero, para el resto, su consumo diario puede ser perjudicial

Isabel Martínez

Una persona con unas aspirinas / FREEPIK

La aspirina ayuda a aliviar el dolor de cabeza leve, a reducir la fiebre o la inflamación del cuerpo. Sea cual sea la dolencia, siempre es recomendable consultar a un médico o farmacéutico para obtener una orientación adecuada sobre su uso y posibles efectos secundarios. No obstante, muchas personas toman aspirinas para prevenir problemas cardiovasculares, y algunas creen que pueden prevenir los infartos y los ictus.

Sin embargo, lo más recomendable es llevar una vida saludable y no optar por meter fármacos al cuerpo si no hay necesidad. Así lo ha explicado Alfonso Valle, vocal de la Sección de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).

Estudios científicos con pacientes

Este doctor ha hecho referencia a recientes estudios con 47.000 pacientes tratados a base de aspirina en prevención primaria; es decir, aquellos que, sin haber tenido un episodio previo de ictus, infarto o angina de pecho, tomaban este medicamento por encontrarse entre la población de riesgo. Eran personas de más de 70 años, con diabetes o sin ella, y adultos con obesidad, sedentarismo, tabaquismo...

Unos medicamentos / PEXELS

Tal y como probaron los estudios, la aspirina aumentaba el riesgo de sangrado intestinal sin conseguir una reducción importante del riesgo que se trataba de evitar. Es decir, que los perjuicios eran mucho mayores que los beneficios.

Su uso para la población general, desaconsejado

 Por ello, en el ámbito médico se desaconseja el uso preventivo de aspirinas en personas en situación de riesgo que no han tenido ictus o infartos. En cambio, si una persona sí ha sufrido este tipo de episodios, la necesidad de tomar este medicamento es absoluta.

La aspirina, tal y como se conoce hoy, empezó a desarrollarse a finales del siglo XIX, cuando Félix Hoffmann logró la síntesis del ácido acetilsalicílico de gran pureza. Por aquel entonces, Hoffman buscaba un remedio para aliviar la artritis reumatoide que sufría su padre.