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El precio del orden y lo que cuesta contratar 'una Marie Kondo’ para casa
El caos puede imponerse a la armonía en armarios, salones o estudios, por lo que cada vez son más las organizadoras profesionales que se dedican, desde unos 30 euros la hora, a reconfigurar espacios
Viento y agua. Es, literalmente, lo que significa feng shui, una popularísima técnica china que aborda cómo ocupar un espacio para que fluya en él una energía concreta. Provechosa. Arte milenario para unos y chorrada para otros, lo cierto es que la psicología ha encontrado vinculaciones entre el orden y la felicidad. Por eso, cada vez son más las profesionales que se dedican a crear orden dentro del caos. No son exactamente talibanes de la organización y de la disposición de estantes en un armario, sino practicantes de un método y un sistema. Equilibro, claridad, armonía. Optimización funcional. Contratar a una Marie Kondo cuesta unos 30 euros por hora, como mínimo.
Ayudan a sus clientes a que su vestidor deje de ser una leonera. Reducen el estrés, pero también dan rutinas, planificaciones y trucos. Hay esfuerzo organizativo, con un buen chorreón de pedagogía (para que el cambio sea duradero y a los cuatro días no esté todo manga por hombro) y unas pinceladas de coaching. Incluso filosofía. Las dosis varían según cada experto o experta.
Organizadoras profesionales: lo que cuesta tener una Marie Kondo en casa
María Gallay se sumergió en el mundo del orden en 2003. “La profesión ha cambiado totalmente desde entonces”, cuenta a Consumidor Global. Cuando empezó, era un erial. Ahora existe incluso una asociación (Aope) que vela por los intereses de estas trabajadoras. Y que lo difunde. “Toda la formación y los cursos los saqué investigando de los norteamericanos, comprando sus libros y formándome, no había otra manera”, relata Gallay. Después, cuenta, hubo que explicarle a la gente de qué iba esto. “Evangelizar”, dice entre risas. Salió bien. Organización del Orden, su perfil profesional de Instagram, tiene ahora casi 21.000 seguidores.
De los métodos existentes para cobrar, escogió la tarifa por horas. “Yo establecí cobrar el doble que una asistenta y la mitad que un psicólogo”, especifica. Algo diferente, más trascendental que limpiar un piso, pero no tan poderoso como la ayuda psicológica. Pero por ahí iban los tiros. Gallay estuvo cobrando 25 euros la hora durante muchos años. Tras lustros de experiencia, colaboraciones con marcas y reconocimiento, ahora son 45 euros la hora. “Los clientes están pagando por tiempo. Tiempo que es luego para ellos: para disfrutar, para encontrar cosas, para ahorrar unos minutos todas las mañanas con rutinas bien hechas”, matiza.
El perfil de clientes que contratan orden
En su web, Esther Torras se define como ordenóloga. Su tarifa es de 30 euros por hora más IVA, aunque también tiene packs: por 126 euros realiza proyectos más complejos e integrales como “un cambio de armario, para darle la vuelta al orden en tu cocina, de tu salón o la habitación de tu hijo o para aquellos que quieren hacer de su espacio de trabajo un lugar organizado”. No son precios para todo el mundo. Por eso, sobre el perfil del cliente, cuenta que al principio creyó que sería gente de un nivel adquisitivo “relativamente alto, de clase media-alta, porque para una persona que no tenga mucho dinero puede parecer un servicio caro. Pero en mi caso no es así. Hay mucho cliente de clase media o media-baja”.
Según Torras, la persona que la contrata “invierte en algo que cree que le puede traer soluciones”. Así, se trata de “gente normal” que desea “reconvertir sus espacios”. Tal y como especifica, su labor va más allá de hacer que la gente sepa dónde tiene una camiseta: “Puedes tener papeles desperdigados por ahí que son facturas que no has pagado”. El orden es un todo, no es una situación concreta. Entre sus beneficios, Torras alude a la estabilidad mental: “Saber que tu entorno está ordenado es un problema menos que tienes en tu vida. Si puedes encontrar todo fácilmente, a nivel mental estás más relajado porque sabes que tu entorno trabaja para ti”.
“La casa debería ser un refugio”
María Gallay opina en la misma línea. Según ella, lo más difícil tiene que ver con la incapacidad de dejar atrás cosas. Cosas materiales con las que la gente establece un vínculo emocional. Por ejemplo, la experta cuenta que, cuando fallece un padre o una madre, hay familiares que, por el dolor del duelo, se llevan todos los objetos de la casa a la suya. Eso desemboca en acumulación. “Hace falta un acompañamiento para ver por qué pasa lo que pasa en su casa”. Tal y como especifica Gallay, un lema que guía su obra es que las cosas sólo son cosas. “Hay gente que es esclava de su hogar, y debería ser un refugio”, considera.
Desprenderse de las cosas es difícil. El minimalismo está bien a nivel estético, pero no cuadra con los valores de la sociedad española, acostumbrada tanto a amontonar objetos como a heredar y a preservar lo que tuvieran sus padres. Que, hasta hace no mucho, solía ser poco. Algo de ropa, unas pocas joyas, mantelería, unos muebles y la vajilla de siempre. ¿Cómo deshacerse de cosas en las que habitan recuerdos? ¿Cómo dejar atrás el atrezzo de toda una vida?
El fenómeno Netflix
Torras, preguntada sobre el fenómeno Marie Kondo, la samurái del orden japonesa que se hizo célebre con su método organizativo (al que Netflix dio un buen empujón), señala que “hizo visible un problema que existía y al que la gente no le ponía nombre: había un problema de acumulación y no se sabía”. No obstante, no todo lo que aportó Marie Kondo fue bueno, cuenta Cloti Marínez. Reconoce que tuvo una parte positiva porque “se nos dio a conocer como figura profesional”, pero también contraproducente: hubo gente que no estaba preparada que trató de subirse al carro. “Ella es japonesa, el estilo de vida mediterráneo es mucho más caótico, así que el tema del orden se puede malinterpretar”, relata.
Cloti es la autora del libro Reorganizarte: El arte de ordenar tu casa y llenar de felicidad tu vida. “Me percaté de que la gente no sólo tenía un problema de qué ponerse, sino de cómo distribuir lo que ponerse para poder ponérselo todo. Gracias a mi habilidad nata, encontré mi pasión en el orden, me di cuenta de que era capaz de organizar un espacio para sacar más provecho de él, para hacerlo más práctico, más funcional y más bello y armónico”, escribe en la introducción del mismo. Entre las frases más habituales de sus clientes, cuenta, está “no me acordaba de que había comprado eso”. Por eso, el reto consiste también en usar lo que se tiene. En las mejores ocasiones, cuando el cambio es profundo, puede desembocar en una toma de conciencia.
El lujo del orden
La tendencia a acumular, cuenta, es más acusada en las clases pudientes, que pueden permitirse guardar más y más cosas. Pero eso no significa que sólo la contraten ricos. “Hay gente que prioriza tener orden a comprarse otro móvil, por ejemplo. También hay diferentes tarifas. Obviamente, si te falta el dinero puede resultar caro, pero la organización te proporciona una forma de lujo: sensación de gozo, de tranquilidad, de paz…”. En la misma línea, María Gallay señala que su trabajo no se limita a “hacer unos movimientos y ya está”, sino a tratar de generar cambios duraderos. “Crear para el cliente un sistema que funcione”, especifica.
¿Hasta cuándo funciona? ¿El cliente aprende, o luego vuelve a las andadas y, por tanto, a requerir estos servicios? Las expertas coinciden en que hay de todo. No obstante, los cambios más duraderos son los que suceden en la cabeza, no en el ropero. Cloti Martínez considera que tener la casa llena de trastos por todas partes no comporta más que problemas y discusiones con los convivientes. De este modo, relata, “al final consiste en pagar por ser más feliz”.
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