Cuando todavía era un milagro exclusivo de la naturaleza, encontrar una en el fondo del mar podía cambiar la vida de un humilde pescador y la de su familia entera, tal y como describe el escritor John Steinbeck en su célebre novela La perla. Debido a su escasez y brillo, las perlas eran consideradas tesoros por los que se pagaban auténticas fortunas, e incluso se intercambiaban por mansiones en la Quinta Avenida de Nueva York. Sólo estaban al alcance de reinas, nobles y algunos adinerados. Pero su uso empezó a democratizarse en 1917, cuando el japonés Kokichi Mikimoto logró cultivarlas con una perfección asombrosa y su negocio se expandió por el mundo entero.
Hoy en día, la situación ha cambiado de forma radical: las perlas naturales brillan por su ausencia y, por ello, conservan un alto valor, pero el 98 % del mercado está copado por perlas cultivadas en ríos, lagos y mares de China, Japón, Australia o Tahití. Además, algunas de ellas son de muy baja calidad. “Ha habido una superproducción en China que ha reventado el mercado”, exponen a Consumidor Global varios joyeros y tasadores del centro de Barcelona. Al mismo tiempo, tanto la demanda como el valor de este tipo de piedras preciosas ha caído en picado, por lo que venderlas de segunda mano se ha convertido en una misión casi imposible.
Una joya cultivada y sin mercado
“No compramos perlas porque no tienen salida”, explican desde la Joyería Abella en la capital catalana. Si el cierre del collar es de oro, lo extraen, lo pagan a peso y devuelven las perlas. “Como no se pueden fundir, la mayoría de joyerías no las compran”, matizan fuentes del sector, que coinciden en que es un momento difícil para estas piedras preciosas. “Ya no están de moda porque las jóvenes piensan que son de viejas”, explica el dependiente de una tienda de tasación. En la misma línea, desde la casa de subastas online de arte y coleccionismo Setdart apuntan que no suelen vender perlas porque se trata de “un artículo de otra generación”. Los expertos aseguran que en los años 90 hubo un boom y que se vendían collares de perlas por entre 6.000 y 20.000 euros, pero que el cultivo chino en masa ha matado el romanticismo y ha colapsado el mercado. “Ahora tenemos collares de perlas cultivadas por 300, 500 y 900 euros en función del tamaño --de 5 a 12 milímetros--. Vendemos para sacar el stock, pero no compramos“, explican en la Joyería Tasa de Barcelona.
“Las perlas naturales son muy caras y tienen un mercado muy pequeño. Prácticamente ya no quedan. Las compran los árabes porque allí sí se valoran”, explican a este medio desde la joyería Novecento en el paseo de Gràcia barcelonés. “Las naturales son un producto muy exclusivo de la clase alta por el que se pagan precios brutales”, apunta también Guillermo Denegri, de la tienda de venta de piedras semipreciosas DMineral.
¿Qué hacer con ellas?
Hasta en las propias tiendas de joyas las rechazan y aseguran que las perlas cultivadas de segunda mano no tienen un precio estándar por la ausencia de demanda y porque su valor depende de muchos factores. Además, al ser un producto natural suelen estar deterioradas.
Se pueden picar, perder su color original y adoptar tonos amarillentos por el contacto con el sudor y la colonia, o deteriorarse el hilo que las une y entrar suciedad en el interior de la perla. “El tamaño, la forma, si es más o menos esférica, el color, el brillo, el nácar y su estado de conservación marcan un precio teórico”, apunta Denegri, quien añade que en la actualidad el mercado de compraventa de perlas en España está muy complicado por no decir desaparecido.
Preguntar en casas de subastas
Las tiendas de tasación de oro y joyas aconsejan a los clientes que quieren sacarse algún dinero con las perlas que han heredado o tienen en casa que prueben suerte en alguna casa de subastas. Y es que tasarlas puede resultar más costoso que la propia venta. “Tienen un valor, pero nadie las quiere”, matizan en una joyería barcelonesa.
Hace 20 años todas las joyerías importantes exponían sus mejores perlas en los escaparates. Ahora, sin embargo, es prácticamente imposible encontrarlas en las vitrinas de Rabat, Suárez o Cartier que dan a la calle del lujoso paseo de Gràcia. Aunque algunos expertos aseguran que si alguna famosa o influencer opta, algún día, por lucir un collar de perlas, su popularidad podría volver a crecer como la espuma. Así son las modas.