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Pasarse al champú sólido: cómo puede afectar a tu pelo… y a tu bolsillo

Cada vez más empresas cosméticas destierran los envases y apuestan por productos sanos y sostenibles, con buen acogida por parte de los consumidores

Juan Manuel Del Olmo

Unas pastillas de champú sólido / PEXELS

En la fachada del Casón del Buen Retiro de Madrid se puede leer una frase categórica, lapidaria: “Todo lo que no es tradición es plagio”. Es de Eugenio D’Ors y alude a que, para innovar, muchas veces es necesario echar la vista atrás, o incluso recuperar prácticas del pasado. Eso explica en buena medida a Picasso… y el actual auge de los jabones y champús sólidos.

La idea es sencilla: producir y utilizar pastillas, como hace décadas. Este formato conlleva muchas ventajas: el consumidor evita el plástico del envase y escoge una opción sostenible que, además, puede ser más beneficiosa para su piel o su pelo. Al mismo tiempo, si utiliza correctamente el producto, puede ahorrar. Y a la hora de hacer las maletas y salir de viaje, el champú sólido resulta muy cómodo porque ocupa menos que el recipiente de plástico. Pero el cuidado del pelo, como bien preciado que es, siempre suscita interrogantes.

Sector en auge

Según Greenpeace, en España el 50 % de los envases de plástico terminan en vertederos. Apostar por los no envasados (en cosmética, pero también en el sector de la alimentación) es una manera de reducir la huella de un material que tarda siglos en degradarse. Entrando en el perfumado terreno del champú, lo primero que hay que tener en cuenta es que el pelo de cada persona tiene unos niveles distintos de grasa y de hidratación, por lo que cada consumidor debe escoger un champú acorde a sus características.

Entre las que lo fabrican en España, una de las empresas más destacables es Zorro D’Avi, con sede en La Puebla de Sanabria (Zamora). Virgilio Castro, uno de sus responsables, explica que la suya es una cosmética artesanal y ecológica. Han incrementado las ventas del champú en pastilla aupados por la ola de sostenibilidad actual. “Nos ha costado, pero en el último año el consumidor se ha concienciado y las ventas de estos productos han crecido notablemente”, explica. También han logrado crecimiento en Matarrania, una empresa de cosmética ecológica con presencia en muchas tiendas españolas y radicada en un pequeño pueblo de Teruel. “El champú sólido no es nuestro producto más vendido, pero sí es cierto que cada vez interesa más”, cuenta Sofía Lázaro, responsable de comunicación de la marca.

Un hombre se masajea el pelo con champú / UNSPLASH

Proceso de adaptación

En Zorro D’Avi, cada pastilla de champú (de unos 120 gramos) cuesta entre 5 y 7,45 euros. En el caso de Matarrania, el precio sube hasta 11,70 euros. Son importes más elevados que los de un champú envasado estándar, pero duran más. “El producto te dura muchísimo y no tienes que renovarlo tan a menudo. Además, estás invirtiendo en tu salud a través de ingredientes puros sin elementos potencialmente peligrosos”, defiende Lázaro. Con todo, no es un bálsamo instantáneo. Antes de lanzarse a la ducha con su champú sólido, el usuario debe conocer sus características. “El champú tiene que ser ecológico de verdad, 100 % biodegradable, y al consumidor hay que explicarle muy bien cómo funciona porque, si no, quedará insatisfecho y regresará al líquido”, explica Virgilio Castro.

Igualmente, es necesario un tiempo para que el cabello se adapte. “Hace falta paciencia”, dice Sofía Lázaro. Por su parte, Virgilio Castro explica que, si el pelo es teñido o muy graso, “necesitará un periodo de adaptación al pasar a un champú natural”. Este periodo, relata, puede ser de hasta 5 o 6 lavados que hay que realizar con cuidado, dejando actuar la espuma unos 3 o 4 minutos y teniendo en cuenta que “se están eliminando las lanolinas y los sulfatos”. Son ingredientes que están presentes en muchos cosméticos. “Llevamos muchos años aplicando al pelo tóxicos y silicona. Por eso, al principio puede verse más seco o encrespado”, señala la de responsable de Matarrania. Según ella, el proceso de aclimatación puede ser de hasta tres semanas y también depende de la calidad del agua, aunque hay personas que lo notan mucho y otras que apenas lo perciben.

Grandes marcas

Las grandes marcas cosméticas han visto una oportunidad en las pastillas que, paralelamente, les sirve para dar unas pinceladas de sostenibilidad a su imagen. Es el caso de Schwarzkopf, que ofrece un champú sólido con acondicionador por 4 euros (aunque de un tamaño mucho menor: 60 gramos) o de Garnier, que posee cuatro modelos agrupados en su división original remedies. “El tema empezó desde lo pequeño, lo artesano, lo tradicional, y una vez que las grandes empresas lo han visto y han advertido que podía generar beneficios, se han apuntado. Y nos parece bien, porque crecerán ellos pero nosotros también”, explica el responsable de Zorro D’Avi.

Una pastilla de champú sólido / PEXELS

Sofía Lázaro apunta que, para que el champú sea verdaderamente sostenible, el único criterio imparcial es la certificación ecológica. “Si se hace un champú sólido con los ingredientes del líquido, es decir, derivados del petróleo y químicos, no saldrá bien”, detalla Virgilio Castro. Otra firma de cosméticos sólidos que está despuntando es la británica Lush, una firma de larga tradición en el extranjero que ahora cuenta con 15 tiendas físicas en España. Los ingredientes de sus champús llegan a ser incluso exóticos: desde cítricos hasta algas pasando por leche orgánica de coco, musgo de Irlanda o zumos frescos de piña y papaya. Ahora bien, cuando hablamos de sostenibilidad también hablamos de comercio de proximidad, porque no produce la misma huella de carbono comprar un producto que viaja desde el Reino Unido que desde Zamora o Teruel.

Un producto de largo recorrido

Desde Slow Shop Granel, una tienda situada en Madrid que sigue la filosofía Zero Waste y vende distintos champús sólidos, argumentan que es posible ahorrar comprando en formato pastilla. “Si lo cuidas bien, un champú sólido puede equivaler a dos botes de champú envasado”, aseguran. Para aprovecharlo al máximo es fundamental que la pastilla se seque al aire por completo. Por eso, como explican desde Marrania, es necesario utilizar jaboneras que drenen el agua sobrante.

Las perspectivas, dice Virgilio Castro, son buenas: “Estamos subidos en un carro que no va a parar. La gente entiende que es necesario hacerlo así, la concienciación ha sido fantástica”, argumenta. La responsable de Matarrania está en la misma línea: “No queda otra, confiamos y apostamos por esta medida. El mundo tiene unos recursos finitos y tenemos que empezar a consumir bajo unos criterios de sostenibilidad”.