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Mindfulness: una práctica efectiva marcada por el intrusismo laboral
Los expertos alertan del peligro de esta terapia si no se realiza con el acompañamiento de profesionales adecuadamente formados
La salud mental es un tema que cada vez tiene más visibilidad en la sociedad, tanto que es frecuente escuchar frases como “yo voy a terapia” o “tengo cita con la psicóloga”. Esto supone que conceptos como el mindfulness se están poniendo de moda. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce: el hecho de que se haya vuelto tan popular da alas a muchas personas que ofrecen servicios de mindfulness sin ser realmente profesionales, lo cual es un riesgo enorme para el consumidor.
El mindfulness “es una herramienta muy útil, pero para hacerla correctamente hay que estar bien formado. No es necesario ser psicólogo, pero sí tener una buena formación en una entidad que esté acreditada”, advierten Clara Navarrete y Elisa Peiro, psicólogas clínicas. “No cualquiera puede impartir un taller de mindfulness. Es clave tener una buena formación con un organismo certificado y mucha práctica”, añade Clara Rosell, psicóloga y psicoterapeuta especializada en mindfulness.
¿Qué es el mindfulness?
El mindfulness se basa en “un entrenamiento mental con el objetivo de ser conscientes del aquí y el ahora, de lo que pasa dentro de uno mismo”, explica Noelia Labrandero, psicóloga general sanitaria en ReActiva López Ibor. Por su parte, Rosell señala que “significa llevar la atención al momento presente de un modo deliberado, porque la tendencia de la mente es la de irse hacia el futuro o el pasado, y tenemos gran dificultad de establecernos en las sensaciones del presente”. Sirve “para darnos cuenta de que la vida es ahora, y nos permite gestionar lo que nos ocurre con más consciencia”, insiste.
Para esta experta, los beneficios de esta metodología tienen base científica. “Hay muchos estudios clínicos que demuestran que no solo se dan cambios en lo conductual o lo emocional, sino que ayuda a llevar otro ritmo de vida, a estar más focalizado, concentrado, tener emociones más positivas y gestionar mejor el sufrimiento, el dolor, la ansiedad y el estrés”, afirma. “Está muy estudiado y comprobado que reduce el estrés y la ansiedad”, coincide Labrandero. “En Massachusetts se hizo un estudio y el 90 % documentó una reducción significativa de la ansiedad y la depresión ocho semanas después de haber aprendido mindfulness”, describe. “Además, los profesionales médicos la apoyan porque se ha demostrado que cuando eres capaz de controlar lo que ocurre en tu cuerpo, todo cobra sentido”, declara Labrandero.
Intrusismo laboral
¿Dónde está, por tanto, el riesgo para el consumidor? En primer lugar, concretan Navarrete y Peiro, “no cura nada, lo importante es que se aplique para lo que es: la gestión y regulación de las emociones”. Más allá de eso, el mindfulness se enfrenta a un importante enemigo: el intrusismo laboral. “Hay que tener cuidado y fijarse muy bien en la formación del profesional”, analiza la psicóloga de ReActiva. “Hay mucho intrusismo laboral, como en todos los sectores. El mindfulness no es la panacea, pero puede hacer más bien que mal. Por eso es importante saber con quién lo practicas”, concuerda Rosell.
Ante esto, la psicóloga especializada en mindfulness recomienda “buscar qué tipo de formación ha hecho el instructor, asegurarse de que hay un entendimiento profundo del mindfulness y las emociones”. Por su parte, Labrandero aconseja escoger “un profesional que indague sobre los síntomas físicos, les dé explicación y sepa explicar qué pasa en el cuerpo del cliente, cómo funciona, cómo actúa su mente y su comportamiento”. “El mindfulness no es solo una práctica de yoga, hay que abarcar todos los aspectos. Si el profesional sabe explicar el plano cognitivo, el fisiológico y el conductual, y orienta sus técnicas a cubrir estas tres partes, vamos bien. Si cobra muy poco o no sabe especificar su formación, yo huiría. Pero todo va en la responsabilidad individual de cada uno”, asegura.
Falta de regularización
Desde el gabinete psicológico Amare Psicología, Adelaida Navaridas evita hablar de intrusismo. “El problema es que como no hay ningún lugar en el que esté regulado quién puede impartir mindfulness, cualquiera puede hacerlo”, denuncia la psicóloga sanitaria. De hecho, Navaridas considera que el mayor peligro es “encontrarse con gente con muy poca experiencia en el trabajo de acompañar a personas”. A pesar de ello, piensa que “es una buena herramienta si se utiliza adecuadamente”, teniendo en cuenta las implicaciones que tiene en el sistema nervioso y cerebral.
“Nuestro sistema nervioso es como una escalera con tres peldaños: estado de calma, de activación y de congelación. A veces una persona sube esos peldaños y es importante bajar a la calma. Ser consciente de esas ondas emocionales puede ayudar a saber en qué lugar se está y cómo moverse en esos estados. A nivel cerebral, cuando hay atención los prefrontales se activan y tienen la capacidad de regular, calmar y regular, al sistema más emocional”, expone. Además, la experta opina que “es mejor practicarlo sin ningún objetivo concreto”. “Si se hace para estar calmado o no pensar y eso no ocurre, surge la frustración. Muchos también lo hacen para desconectarse de las emociones, y puede ser peligroso porque hay que ser consciente de cómo se está”, concluye Navaridas.
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