Si hay un material que vista al verano, ese es el lino. Tiene esa textura grácil, esa despreocupación elegante que cualquiera anhela para su verano, en el que no hay rectitud, sino ligereza. Mango es una de las tantas compañías de ropa que comercializa ropa fabricada con este material. Y lo hace con orgullo. Mango usa un cartel (en las tiendas de hombre) en el que anuncia “lino europeo” y se desglosan sus bondades. Sin embargo, si el cliente se molesta en mirar la etiqueta de la prenda, descubre un sorprendente “made in Bangladesh” que le hace arquear la ceja.
En la Linen Collection de Mango hay camisas que rondan los 40 euros, polos por 30 y americanas elegantes que rozan los 100 euros, pero también algunas incógnitas. En el cartelón donde se anuncia el lino europeo se lee la siguiente retahíla: “Esta prenda ha sido confeccionada con fibras de lino con certificación European Flax porque es de origen europeo y respetuoso con el medioambiente”. Palabras bonitas y un sello a priori irrebatible, pero ninguna mención al origen último. Si el lino se cultiva en Europa, pero después recorre miles de kilómetros hasta llegar a las fábricas asiáticas, ¿no se deshilacha el compromiso?
Mango “juega un poco con la media verdad” con su lino europeo
Laura Opazo, experta en moda y autora del libro Armario Sostenible, se muestra muy crítica con este tipo de actuaciones de las grandes compañías textiles. Cuenta a Consumidor Global que Mango “juega un poco con la media verdad” en esta colección, puesto que anunciar en grandes letras el lino europeo en una prenda fabricada en Asia “suena más verde o más comprometido con el planeta”. Aunque como bien matiza Opazo, la compañía no miente al publicitar su lino como europeo, pero sí considera que la firma debería explicar los detalles de una forma mucho más concreta y entendible para cualquier consumidor.
El lino es un icono estival, da igual si se usa en unos pantalones de estilo ibicenco o en una camisa que se va desabrochando en un chiringuito. Pero no todo es nítido y soleado. Así, Opazo, pone el foco en la trazabilidad. “¿Es europeo porque todo el proceso se ha llevado a cabo en Europa, o se cultiva aquí y se cosecha allí?”, se pegunta. En el cartel de Mango tampoco se especifica en qué parte de Europa se cultivan las fibras. “El consumidor medio puede confundirse. Quizá al ver lo de europeo ni siquiera consulte la etiqueta, sino que coja la camisa y se quede con la conciencia tranquila. La gente no quiere cuestionar mucho el origen de estas cosas, por miedo a que, quizá, si rasca un poco, no le guste lo que encuentre”, argumenta Opazo.
7.000 kilómetros de distancia entre el origen de la fibra y las fábricas
Sobre este asunto, fuentes próximas a Mango explican que la confección de sus prendas se distribuye a lo largo del mundo, independientemente de la procedencia de la materia prima. Es decir, se buscan mercados competitivos para producir la ropa. Los mismos interlocutores subrayan, también, que la certificación European Flax permite comprar un lino acreditado como europeo y que la información queda detallada y clara para el usuario que entra en uno de los establecimientos de la cadena.
Sin embargo, la página web de European Flax no ofrece muchas pistas. Los certificadores narran las bondades del material y cuentan que se empezó a usar por nuestros antepasados hace miles de años. “El 80 % de la producción mundial de lino para el uso textil tiene origen europeo, principalmente en el norte de Francia, Bélgica y Holanda, lo cual contribuye al desarrollo de la comunidad agraria local y permite un proceso productivo de proximidad”, dicen en el portal web. Esta aseveración plantea dos interrogantes. En primer lugar, si la mayor parte del lino que se hace en el mundo es europeo, ¿por qué presumir de ello? Y, en segundo lugar, lo de “proceso productivo de proximidad” tiene matices: entre Cambrai (Francia) y Daca (Bangladesh) hay unos 7.800 kilómetros de distancia.
El detalle es el ‘made in Bangladesh’
No obstante, las mismas fuentes próximas a Mango insisten en que anunciar el textil europeo en mayúsculas no mueve a equívoco al consumidor, ya que, apuntan, por norma general se sabe que para conocer dónde está hecha la prenda hay que mirar el Made in de la etiqueta. Otra cosa es que no se mire. No obstante, Opazo va más allá e indica que aunque “parece que por ser europeo ya es bueno, hay materiales fabricados en China que tienen mucha calidad también”, expone.
En este medio nos hemos acercado a dos tiendas de la compañía ubicadas en el centro de Madrid para ver más de cerca estas prendas hechas con lino europeo. Aquí y allá hay clientes que pasan de las rebajas y se acercan, las tocan y echan un vistazo al precio. Al preguntar a un dependiente cómo se explica lo del compromiso medioambiental si la ropa está hecha en Bangladesh, el joven rehúye la mirada y busca algún cliente que tenga otra pregunta. Al final, responde con un escurridizo “son prendas más sostenibles".