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Lidl descoloca carteles de precios de productos y genera la indignación de clientes
La cadena de supermercados alemana acumula quejas por parte de consumidores debido a rótulos mal posicionados o desfasados
Todo comenzó con sutiles quejas al llegar a la caja y con toques de atención al empleado que justo pasaba por el pasillo. Poco después, el estallido se hizo eco en las redes sociales y las preguntas sobre su legalidad llegaron a oídos de abogados. “Hago una petición pública para que el Lidl ponga los carteles de los precios debajo de los productos. Sé que no estoy sola en esta lucha”, exige Ruth Delgado.
Este episodio se repite con asiduidad y Consumidor Global ha recogido las molestias de los clientes de la cadena de supermercados alemana. Santiago Gimeno se percató, mientras realizaba la compra, que el cartel del precio no correspondía al producto que señalaba, de hecho, no constaba su acertado precio en toda la estantería. “Los de Lidl me echaron la culpa, me dijeron que debería haberlo comprobado en una máquina y que debería entender que el coste no correspondía”, alucina.
El lío de los carteles
“Hasta ahora compraba a menudo en Lidl, pero después de mi última compra, voy a pensarlo”, avisa Ildefonso de la Cruz. “Me parece muy mala estrategia anunciar una promoción en rojo, al lado de un vino, cuando el precio de este artículo está un metro más arriba, dando lugar a error”, critica el agraviado, quien añade que, cuando reclamó en la caja, los empleados sabían “perfectamente” a qué vino se refería y, por tanto, tenían constancia de ese error.
Por otro lado, cuando la cadena sí acierta con el producto puede que falle con la promoción que informa en el cartel. “Tienen la costumbre cuando tienen algún producto en promoción poner el precio del producto en letras legibles, y en letras muy pequeñas las condiciones de la promoción. Un ejemplo de hoy mismo: pone que el café molido natural cuesta 1,29 euros; y en letras diminutas, que sólo si se compra con la app Lidl, de lo contrario su precio es 1,65 euros. Si no lees con tranquilidad, caes en la trampa”, alerta Margarita Pérez.
Promociones desfasadas
Puede que la experiencia de Álvaro Campos sea la más estridente. Este consumidor acudió a uno de los supermercados de Lidl, ubicado en Santiago de Compostela pasadas las 21.00 horas – en la ciudad gallega los establecimientos de la cadena cierran entre las 21.30 horas y 22.00 horas–. “¿Cómo puede ser que, a partir de esa hora, haya unos precios marcados en los productos en oferta, y en caja se cobre otro otro precio superior al precio marcado sin oferta?”, cuestiona Campos.
“No ha sido cosa de un producto sino de varias como Floralys papel higiénico, Floralys servilletas, Alesto Select Anacardos, Formil suavizante azul, etc.”, puntualiza el usuario. “La trabajadora de caja me indicó que no pasaba oferta a partir de las 21.00 horas, lo que me sorprendió tremendamente ver cómo los clientes dejaban todos los productos tirados y apilados antes de las cajas por ese motivo”, contextualiza.
¿Es esto legal?
Este medio ha consultado al abogado Iván Rodríguez sobre la legalidad de esta práctica. “Si bien el consumidor de entrada podría pensar que se trata de un delito de estafa, nuevamente, debemos atender tanto al tipo penal como al animus que existe detrás --El delito de estafa requiere que mediante la existencia de un engaño o un abuso induzca a la víctima en error con el objetivo que quien comete el delito se enriquezca de forma ilícita–”, explica.
“Considero que en este escenario no sería posible considerar estos hechos como un ilícito penal, ya que no sólo no reúne todos los requisitos que establece el tipo, sino que además la confusión se agota en sí misma, ya que el cliente una vez que acude a pagar, se da cuenta del precio de los productos y solicita la cancelación o devolución del mismo”, remarca Rodríguez.
Abusivas y desleales
“Bien es cierto que estas prácticas, aunque no puedan ser calificadas como un delito, podrían ser atribuidas como abusivas y prácticas comerciales desleales, por lo que cabría la vía administrativa por parte del consumidor mediante la reclamación”, continúa su explicación el abogado consultado. “En la misma línea, cabe añadir que esta responsabilidad no debería repercutírsele al empleado, dada la magnitud de mercancías que posee un establecimiento como un supermercado y la imposibilidad de que un ser humano pueda mantener encuadrados todos los precios”, recuerda.
Sobre si son reclamables estas prácticas o no, Rodríguez invita a los afectados a que reclamen, si lo consideran oportuno, y no antepongan el tiempo u otras circunstancias si han sido víctimas de lo que podrían ser prácticas abusivas o prohibidas. “Como consumidores, también tenemos la responsabilidad de denunciar prácticas que no deberían producirse y que nos afecten a todos”, remarca.
La postura de Lidl
Consumidor Global ha preguntado a la cadena alemana sobre los carteles de los precios de productos mal colocados en sus establecimientos, pero al término de este reportaje no ha obtenido respuesta al respecto. Sin embargo, cabe destacar que hace unos meses Lidl anunció que sus carteles desaparecerán y serán sustituidos durante este año y el próximo por etiquetado electrónico.
Se trata de un etiquetado electrónico o ESL (Electronic Shelf Labels), que está conectado de forma inalámbrica a un sistema centralizado y que permite la transmisión rápida de datos como la descripción del producto y su precio. De este modo, las etiquetas electrónicas muestran la información necesaria en una pantalla digital y en tiempo real. No obstante, de momento, se desconoce si esta iniciativa tiene que ver con la descolocación de los rótulos en sus supermercados, causando así el malestar y desorientación de sus clientes.
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