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La lana española no vale nada y las ovejas acaban en el plato
El negocio ovino apuesta por la carne y la leche y desprecia el vellón de estos animales que se malvende a China
Las granjas de ovejas de Extremadura y Andalucía se llenan estos días de extranjeros venidos de distintos rincones del mundo como Uruguay, Polonia o Rumanía. Empieza la campaña del esquileo, un trabajo que los españoles ya no quieren hacer y que se ha convertido en un dolor de cabeza para los ganaderos debido a la brutal depreciación de la lana, una materia prima con la que sólo se fabrica el 1 % de la producción textil actual.
“El problema que tenemos en España es que desde hace años las ovejas se destinan a la producción de carne y leche, que es lo que da más dinero, y esto ha hecho que la calidad de la lana haya disminuido una barbaridad”, apunta Javier Benito, propietario junto a Esther Chamorro de la empresa dLana. “Todo el circuito que necesita la lana para terminar en un ovillo está destruido a nivel español, todo se manda y se transforma en China. La lana de ahora no vale nada”, exponen a Consumidor Global desde la Asociación de Criadores de Ovino Ansotano (Acoan), quienes aseguran que la problemática se ha agravado con el Covid.
Una materia prima sin mucho valor
En 2019 un kilo de lana merina --la más demandada por la industria textil-- se pagaba a dos euros y medio el kilo. A causa de la enorme dificultad para encontrarle una salida rumbo a China, país que compra el 80 % de la lana española, en 2020 el kilo se cotizó a 40 céntimos, lo que supuso un descenso de más del 80 %. Para este año se espera un ligero repunte --hasta los 60 céntimos-- que es del todo insuficiente para los ganaderos.
Los expertos coinciden en que son los tratantes los que marcan el precio, y que en épocas de crisis la lana de merino se paga por debajo del euro el kilo y que el resto de lanas más bastas no valen mucho. “El ganadero no está por la labor y se quiere sacar el esquile de encima. A nosotros nos la pagaban a ocho céntimos y ahora ya nos han dicho que no vale nada, que si es mucha cantidad se la llevan gratis, y si es poca, hay que pagar el transporte”, se lamentan desde Acoan. “El futuro lo veo complicado salvo que salgan muchas iniciativas que creen una cadena de valor transgresora”, apunta Benito.
Y un precio prohibitivo para el consumidor
“La lana es como un residuo. No se utiliza. La gente prefiere fibras sintéticas”, explica Anna Palau, responsable de Obrador Xisqueta, un proyecto que nació en 2009 con el objetivo de dar un valor justo a esta materia prima de los pastores de esta especie protegida del Pirineo. “Empezamos poniendo en valor el producto artesano, pero el margen era muy pequeño y a la gente le parecía que era muy caro”, añade.
Lo cierto es que encontrar en el mercado un jersey u otra prenda de lana 100 % virgen hecho a mano en España es una quimera y no está al alcance de todos los bolsillos. De hecho, en Obrador Xisqueta optaron en 2017 por elaborar sus jerséis en una fábrica de Terrassa. Después, los venden en su web y en la tienda Aura de Barcelona por alrededor de 100 euros. En dLana, por ejemplo, un chal y un cárdigan de lana 100 % de oveja merina cuestan en torno a los 65 euros. “Para mantener la asociación también hacemos mantas, guantes, bufandas y otras prendas de forma artesana, pero la gente se pasa al veganismo y no quiere comprar materiales que provengan de animales. Además, el Covid lo ha paralizado todo”, lamenta Palau.
Las ovejas ya no tienen quién las quiera
La fundadora de Obrador Xisqueta explica a Consumidor Global que en 2020 no pudieron comprar los 5.000 kilos de lana que adquirían cada año a un precio justo a los pastores del Pallars --ellos pagaban 60 céntimos por kilo y el año pasado los pastores la tuvieron que vender por 10 céntimos a un mayorista--.
Además, otra de las iniciativas que mejor funcionaban de Obrador Xisqueta era el apadrinamiento de ovejas --algunas personas donaban entre 20 y 50 euros al año para el mantenimiento de una--, algo que también se ha paralizado por la pandemia, pues la experiencia consistía en subir después a conocer a los pastores y a los borregos. “Estamos bajo mínimos. Hemos tenido que congelar el proyecto, pero tengo esperanza porque las ovejas no se marcharán y los colaboradores seguirán apoyándonos”, apunta Palau. “Tenemos grandes rebaños y una gran calidad, pero nunca se ha apostado por transformar la lana aquí, y ahora muchos han tenido que parar”, sentencia Benito de dLana.
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