Los baños públicos, tanto en Estados Unidos como en Europa, deben estar adaptados a las personas con discapacidad. Eso implica que, en su diseño, deben establecerse medidas exactas para las puertas, los grifos, las barras de apoyo o los dispensadores de jabón. Además, suelen ser más espaciosos que otros baños para que quepa una silla de ruedas. Por eso, una persona sin discapacidad jamás debería entrar a este lavabo, aunque esté vacío, porque de este modo limitaría el acceso de una persona que solo pueda usar este espacio.
Se trata de una cuestión de respeto. Tal y como recoge el Huffington Post, la estadounidense Erin Vallely, quien se describe a sí misma como una “orgullosa usuaria de silla de ruedas”, redactó un texto para el Centro para los Derechos de las Personas con Discapacidad en el que reconocía que la falta de baños totalmente accesibles le había impedido asistir a innumerables eventos. Además, que estén sucios por culpa de personas que no tienen discapacidad supone un menoscabo a su dignidad.
Enfermedades en las personas con discapacidad
El hecho de que algunas personas sin discapacidad hayan entrado a estos espacios (a veces por diversión, o para llevar a cabo actividades nimias como maquillarse o cambiarse de ropa) ha provocado que personas con discapacidad hayan tenido que esperar varios minutos. A la larga, esa demora puede generar enfermedades.
En España, la normativa que establece cómo debe ser un baño para discapacitados es el Documento Básico de Seguridad de Utilización y Accesibilidad del Código Técnico de Edificación. Aquí se recogen cuáles son los equipamientos necesarios y las medidas de los cuartos de baño para personas con movilidad reducida (como mínimo, de 1,50m. x 1,50m