Para vivir felices y serenos, lo correcto es tener pocas cosas en casa. Resumiendo mucho, eso era lo que Marie Kondo venía a decir. La organización se hibridaba con el detox y, si el minimalismo no era carestía, sí selección extrema. Sin embargo, esa ideología tiene una parte perversa: se compran muchas cosas que no se necesitan y su acumulación desasosiega, pero, ¿cómo puede uno desprenderse de las cosas que le fueron legadas por alguien que no tenía tantas? Cómo desterrar una serie de libros, un espejo que no es exactamente bonito, pero evoca la memoria de los que se miraron en él; una vieja alfombra, un sillón ajado, una camisa o un abrigo de visón.
Un abrigo de piel que quizá una señora tuvo en propiedad durante treinta años y sólo se puso una docena de veces. Pero, las que lo hizo, lo vistió con un orgullo especial. Así, en esa prenda que descansa en el armario bañada en nostalgia y olvido queda una chispa de orgullo entrañable. Y, si somos animales simbólicos, los objetos que nos han conformado simbolizan. Dicen cosas. También un abrigo de visón de hace medio siglo.
Iniciativa europea contra la peletería
En mayo de 2022, decenas de organizaciones animalistas lanzaron la iniciativa #FurFreeEurope. Esta Iniciativa Ciudadana Europea pide, directamente, que se prohíba la cría de animales de peletería y la comercialización de productos de peletería en el mercado europeo. A principios de marzo, dos meses y medio antes de su fecha límite oficial, batió todos los récords al superar el millón y medio de firmas. Eso no significa que las instituciones vayan a adoptar la medida, pero su popularidad sí obliga a tenerla en cuenta de cara la próxima revisión de la legislación europea sobre bienestar animal por parte de la Comisión Europea.
Algo que ven con preocupación en la industria peletera, donde creen que, si la sostenibilidad se construye también con la gelidez férrea de las prohibiciones, se abona el camino para malentendidos contraproducentes. ArgosFran es un atelier de peletería con sede en Barcelona que se dedica íntegramente a la transformación y el arreglo, con el foco en la circularidad. Es decir, en dar una nueva vida. “Lo que se está implementando hoy es la imitación de la piel natural, que está hecha con petróleo. La gente que se pone estas prendas se las pone pocas veces durante 2 o 3 años y luego se olvida, y eso es lo realmente perjudicial”, cuenta a Consumidor Global Francisco Molina, su responsable.
Prendas que pasan “de la abuela a la nieta”
Desde este taller dan la vuelta a la tortilla y se preguntan cuántos animales mueren por la contaminación de los ríos y los ecosistemas que produce el petróleo. Frente al fast fashion, desde ArgosFran explican que ellos transforman prendas para que pasen “de la abuela a la nieta”.
Molina cree que el hecho de que un abrigo pueda pasar de generación en generación es una prueba evidente de su calidad, por lo que no debería atacarse, a pesar de que la moda, “por definición, pasa”. Así, hoy la piel se lleva de un modo “mucho más casual”, explica. Eso posibilita que el perfil de clienta que acude a su atelier sea heterogéneo, pero Molina especifica que tienen entre 25 y 35 años. “Aunque son jóvenes, ya tienen una opinión propia”, afirma Molina. Opinión y personalidad, valora, para vestir sin complejos “una prenda de material natural y de mayor calidad”. Más corta, más desenfadada, más acorde a los tiempos.
Ecologismo mudable
Albert Gabarnet es miembro directivo de la Spanish Fur Association (SFA), una entidad que lucha por mostrar la peletería como una industria sostenible y de calidad. Este experto cuenta a Consumidor Global que, en agosto de 2020, durante el encierro forzado por la pandemia, todo el runrún contra el sector le obligó a sentarse frente al ordenador para escribir un texto titulado Ecologismo, según para qué, una defensa y un grito contra lo que considera la sinrazón de los grupos animalistas.
“Después de décadas de abocarnos al uso desmedido e inconsciente de productos sintéticos, artificiales, en aras de una supuesta modernidad, y con un alto grado de ignorancia y también grandes dosis de snobismo (la inmensa mayoría de ellos hechos a base de petróleo y sus derivados), por fin nos hemos dado cuenta de que lo mejor, para nosotros y para el planeta es usar productos naturales. Nos gusta que la ropa sea de fibras naturales, algodón, lino, lana… materiales auténticos, totalmente biodegradables al final de su etapa de utilidad”, razona Gabarnet en este escrito. Sucede también con el deseo de viajar a sitios naturales, de comer comida natural… en todos los ámbitos hay un empeño común, menos en la piel.
Controles rigurosos y oficios de siempre
Poco importa, cree Gabarnet, el modo de cría de estos animales ni los controles “rigurosísimos” por los que pasan las explotaciones ganaderas. Culpa de ello a las campañas de “grupos y asociaciones animalistas radicales”, que, cree, están bien subvencionados y han logrado que sus ideas permeen en toda la sociedad, amenazando “a un sinfín de actividades y oficios artesanales antiquísimos, que requieren muchos años de aprendizaje”.
Incluso reconoce que, como trabajador del mundo de la moda peletera, ha llegado a sentir la presión (“estamos en el disparadero”, asegura) de utilizar eufemismos cuando le preguntan a qué se dedicaba. Frente a esto, aboga por el orgullo de un oficio que trabaja con la “belleza”. “La peletería actual es un fiel reflejo de la sociedad del siglo XXI, no está en absoluto encorsetada ni circunscrita a ningún sector social ni estilo determinado, es joven, urbana, rompedora, alternativa; también clásica, atrevida, vanguardista, glamurosa, y decididamente comprometida con el medioambiente y el reciclaje”, arguye.
Entre 480 y 1.400 euros por ‘resucitar’ una prenda
Es precisamente esto último lo que hacen en ArgosFran. De este modo, defienden, sacan a la luz y dan una nueva vida a prendas “que llevaban 30 o 40 años guardadas en el armario”. “Quizá esa abuela se gastó un dineral en ese abrigo, con mucho esfuerzo y mucho sacrificio a lo mejor pagó 1 millón y medio de pesetas; y ahora esa es una prenda emocional”, argumenta Molina. Resucitarla puede costar entre 480 y 1.400 euros, detalla, un importe muy pequeño si se compara con el precio que el abrigo tuvo en su día.
Además, Molina cree que hay desinformación en lo relativo al sufrimiento de los animales. “La misión de un peletero es tener una buena piel. Por eso, un animal nervioso o mal alimentado no dará una buena piel, y nadie quiere eso”, expone. Evidentemente, el animal muere, pero también lo hacen, asegura, muchos destinados a la alimentación. “Hoy hay mucha claridad respecto al origen de las prendas, se ha avanzado en trazabilidad”, insiste Molina.
Prendas más ponibles y juveniles
Su taller no es el único que se dedica a vivificar y modernizar prendas ya entradas en años. Muchos comercios se han reinventado para ofrecer estos servicios, como la madrileña peletería Siller, donde se puede transformar el abrigo para “hacerlo más ponible y juvenil”, despinzarlo, quitarle peso, hacerlo reversible o incluso convertirlo en un 3/4 con capucha y cinturón. “También puedes hacer una manta de pie con tu abrigo”, cuentan en su web.
Lo mismo desde la zaragozana y experimentadísima Peletería Gabriel. “Somos una empresa responsable y siempre comprometidos con el medio ambiente, que apuesta por un producto sostenible, y por la economía circular. Una prenda de piel puede pasar de generación en generación. Con nuestro taller propio y nuevos diseños podemos transformar y actualizar prendas que tienen décadas”, dicen en su web.
Decir adiós a la piel tiene un coste
Para argumentar sus tesis, Gabarnet critica la postura de marcas como Volvo, un fabricante de coches que hace poco se enorgullecía de haber dejado atrás la piel en la tapicería de sus coches (un producto que siempre se asoció al confort). Volvo necesitará ahora más material sintético y más petróleo, lo que significa que puede contaminar más.
En general, este miembro de SFA cree que se habla con demasiada ligereza de “prohibir”, más aun cuando “las prácticas, las regulaciones, los controles de todo tipo que se realizan hoy en día no tienen nada que ver con lo que se hacía hace años, los avances han sido muy significativos, afortunadamente”, añade. Prueba de ello es Furmark®, que define como “un completo sistema global de certificación y trazabilidad para pieles naturales que garantiza el bienestar animal y los estándares medioambientales”. Termina Gabarnet con un alegato: “Sí a lo natural, sí a la sostenibilidad… sin matices ni engaños”.