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Exalumnos de Implika Formación arremeten contra la academia: "Te sientes engañado, no enseñan nada"
Decenas de estudiantes muestran su frustración con este centro, y denuncian contenidos desactualizados o una presencialidad que no se cumple
A pesar del tedio de estudiar algunas materias, de comprar libros de texto y del nerviosismo con los exámenes, la educación puede ser un trampolín hacia una vida más feliz y un futuro más próspero. Jean Jacques Rosseau dejó dicho que “a las plantas las endereza el cultivo, a los hombres la educación”. Pero Rosseau también creía que el hombre es bueno por naturaleza, y, seguramente, ahí patinó. Entre todas las entidades educativas que existen en España, Implika Formación destaca por su amplia oferta y su flexibilidad. Se trata de una institución privada con varios centros por todo el país que ofrece la posibilidad de estudiar FP Oficial y cursos profesionales, desde peluquería canina a técnico de emergencias sanitarias. Sin embargo, decenas de alumnos solo han encontrado frustración con Implika, y denuncian que han gastado en vano miles de euros en sus cursos.
La entidad ha formado a más de 50.000 alumnos a lo largo de 13 años y, aunque en las plataformas de valoración hay opiniones muy positivas, en redes sociales se pueden encontrar testimonios de antiguos estudiantes cuyo recuerdo es pésimo. Algunos incluso han emprendido acciones legales contra una institución que presume de que 9 de cada 10 de sus alumnos consiguen un trabajo en los primeros meses después de finalizar su formación.
“Es tirar el dinero”
Jimena Blanco buscaba un curso presencial, y optó por uno de Comercio Internacional con Implika porque, según dice, se lo pintaron muy bien en su oficina de Atocha (Madrid). “Me dijeron que tendría tutorías cada 15 días, que dispondría de libros y de todo el material… A mí me parecía que estaba muy bien, y luego insistieron y nos hicieron una oferta, así que, ante esa presión, dijimos que sí. Nos convencieron. Mi madre incluso pidió un préstamo para pagar el curso”, recuerda, amargamente.
Pero llegó el día en el que las clases debían haber comenzado, y no tenía noticias de Implika. Extrañada, acudió a la oficina donde había firmado el contrato y allí tampoco obtuvo respuestas, porque la empleada que le había atendido semanas antes ya no estaba. “Luego me di cuenta de que era todo online. Las clases corrían a cargo del centro Regina Carmelí, de Barcelona. Consulté en el Ministerio de Educación para corroborar que esos cursos eran oficiales, y sí; pero Implika era sólo un intermediario”, describe. Sobre los contenidos, dice que cada alumno iba por su cuenta, sin tutorización ni apoyo. “Qué pena por las personas que se siguen apuntando, porque es tirar el dinero”, opina Blanco.
Sin formación práctica
Lucía Laredo se apuntó a un curso de grado superior de prótesis dental por el que pagó más de 800 euros. En teoría, era un curso para poder presentarse a las pruebas oficiales de la Comunidad de Madrid. “Y hasta que no las apruebas, no haces las prácticas. Me dijeron que tendría una tutora, clases presenciales… Luego vi que de presencial no tienen nada. La academia funciona como una biblioteca, si tienes alguna duda, preguntas e igual te la solucionan o igual no, porque no hay profesores especializados en todo. Es descarado”, relata. Para Laredo, lo más duro fue recibir unas instrucciones el día del examen en las que se decía que había una parte teórica y otra técnica. Ella no había pisado un laboratorio.
“A mí nadie me había dicho nada sobre eso. ¿Dónde estaban los talleres prácticos? No recibí ninguna clase práctica. La tutora de Implika me dijo que solo preparaban para el aspecto teórico. En el contrato te ponen en una letra muy pequeña que ellos no se hacen responsables de cómo será el examen, ¡para desligarse de la parte práctica, que es obligatoria en todos lados!”, señala, indignada. “Pero no te avisan. Incluso desde la Comunidad de Madrid me reconocieron que eso les estaba pasando”, añade Laredo. A su juicio, es un engaño: “No te preparan en absoluto”.
Cursos presenciales que resultan ser online
Este medio ha preguntado a Implika a qué se deben estas quejas, y si es cierto que algunos cursos online se ofrecen como presenciales. “Son los alumnos quienes deciden qué modalidad desean cursar y así se refleja en el contrato que firman, aunque el alumno puede cambiar esta modalidad si sus circunstancias personales o preferencias varían, ya que impartimos cursos presenciales y online. Nuestra metodología presencial incluye la asistencia a nuestro centro de estudios, apoyo presencial por parte de nuestro equipo de tutores y tutorías individuales presenciales ilimitadas. Además, los alumnos también disfrutan de servicios online como un campus virtual”, defienden desde el centro.
Sin embargo, esta exposición no cuadra con el volumen de quejas existente. En Facebook hay un grupo que lleva por título Me siento engañado por Implika. Todos, denunciemos a Implika en el que hay más de 300 miembros. Aquí, el sentimiento de desamparo es unánime. No obstante, el centro arguye que cuenta “con canales propios para escuchar, atender y solucionar las demandas de nuestro alumnado. Cualquier persona que los utilice es atendida por nuestro equipo de atención al alumno en menos de 24 horas de forma totalmente transparente”.
Falta de feedback y contenidos desactualizados
Antonio Benito no encontró soluciones. Se apuntó a un grado a distancia de desarrollo de apps y webs por el que, en total, pagó unos 5.000 euros. “En primer lugar, en la matrícula hay una cláusula de desistimiento, que dice que tienes 14 días para probar y, si decides echarte atrás, te devuelven tu dinero íntegro. Pero son 14 días desde que se firma la matrícula, no desde que empieza el curso. Y ya no es solo que la gente se matricule meses antes de que empiece el curso, sino que te dicen unas fechas y el curso se retrasa”, denuncia Benito. Sobre estas demoras, desde Implika argumentan que sus canales de comunicación “en ocasiones pueden sufrir problemas técnicos (spamspam, rebotes suaves y duros, problemas de servidor…)” o bien errores humanos, ya sea por parte del centro o por parte de los alumnos.
Benito afirma que tuvo que perseguirles “durante semanas” para saber cuándo comenzaría su curso, y solo recibía largas. Una vez que por fin arrancó, quedó muy decepcionado por el contenido. “Todo el contenido, que es fundamentalmente vídeos o PDF con erratas, es reciclado de años y años y años atrás. No se molestan en actualizarlo”, asegura. Los métodos de corrección le resultaron absurdos, con tareas que permanecían sin corregir durante meses y una falta total de feedback . En definitiva, sintió que estaba solo.
“Esa educación que pagué no es educación”
Todo empeoró el segundo semestre. “Terminado el primer semestre, en vista de las quejas de otros alumnos, las preguntas sin responder y demás, te deniegan el acceso. Ya no puedes verlo, ni escribir, ni enseñarle a nadie la chapuza que tienen montada”, expone. Pensó en denunciar a Implika y lo consultó con abogados, pero desistió. “Esa educación que pagué no es educación, y ni continuar el curso ni pelear una denuncia con la que nadie quiere colaborar me vale la pena. Te dicen lo que hay que hacer, no te enseñan a hacerlo, te dicen ‘escribe esto y luego esto’, pero no te explican la lógica que hay detrás. No se razona ningún procedimiento”, arguye.
Tras sus repetidas quejas y solicitudes, Implika le ofreció realizar otro curso gratuitamente (lo que resulta indicativo), pero estaba tan quemado que lo rechazó. “Les expliqué que ni se me pasaba por la cabeza, después del trato recibido, de la ansiedad y el estrés que me ha provocado”, relata. Sobre la ausencia de tutores, desde Implika indican que, en sus centros, las aulas siempre están tutorizadas. “Además, periódicamente realizamos encuestas de satisfacción para identificar el ambiente escolar en nuestros centros y encontrar oportunidades de mejora. Esta queja no figura como algo general que ocurra en nuestras aulas, aunque como en cualquier centro de estudios, puede ocurrir puntual y excepcionalmente que un tutor se ponga enfermo y se ausente uno o dos días hasta encontrar un sustituto, pero es algo excepcional”, apostillan.
2.500 euros por seis libros
Otros exalumnos, que, como Benito, también consultaron con abogados, sí han decidido ir por la vía judicial. Este medio ha conseguido contactar con dos personas que tuvieron problemas con la empresa hace unos años, pero declinan hacer declaraciones porque están pendientes de juicio o porque han alcanzado un pacto económico y firmaron un acuerdo de confidencialidad. “Nos callan la boca”, resume una de ellas.
Entre los que sí quieren contarlo figura Daniel Dellepiane. Hizo un curso de marketing digital y señala que está “muy decepcionado”. Una vez que el alumno ha pagado, Dellepiane cree que pasa a ser “inexistente”. Se apuntó hace dos años, pero luego encontró trabajo en otro sector, así que lo dejó y lo retomó más adelante para finalizarlo. “Todo lo que hice era estudiar en casa a través de libros. No ha habido curso como tal”, resalta. Lo más grave, según Dellepiane, fue pagar 2.500 euros por seis libros. “Al principio me dijeron que habría clases, cosa que no es verdad, porque estudias solo, y en el caso de que tuvieras dudas te las resuelven (si es que contestan a los correos)”.
Decepción con las prácticas
Carlos Varela hizo un curso de sistemas microinformáticos y redes. “Tuve que acudir a Implika porque no había hueco en los públicos y ya era demasiado tarde para buscar opciones. Me dijeron que había mucha flexibilidad de horarios, charlas personalizadas con el tutor, una agencia de colocación con muchísimas empresas…”. Pero nada de eso. “Para hacer el paripé nos dieron unos libros que no se usaban en el curso y nos hacían firmar una hoja de asistencia cada día, pero todo se hacía online. Había un par de profesores que se dedicaban a resolver dudas, aunque no estaban especializados en la disciplina. De lo nuestro no tenían ni idea”, argumenta.
Varela tampoco cree que sus prácticas se puedan considerar como tal. “Terminé convalidando las prácticas con un trabajo de 300 horas, eso es de broma. No reclamé porque necesitaba hacer ese grado medio y conseguir el título sin problemas”, relata. Es decir, que se resignó. Desde Implika achacan los problemas con las prácticas a la “situación excepcional” de la pandemia. Más allá de los sinsabores, a Varela le frustra que para Implika todo continúe como si nada. “Lo peor (o casi) es ver a los bots en las opiniones de Google. Dan 5 estrellas, pero son fake reviews. Luego están las cuentas falsas que dicen chorradas como la flexibilidad de horario o el trato personal”, opina. Según él, hay truco con las reseñas. “Si te fijas bien, todas las reseñas son de una estrella o de cinco. Los que han estudiado ahí dan 1 estrella, las multicuentas falsas dan 5. Es una estafa gordísima”, zanja.