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El drama de las hipotecas crecientes con cuota variable: "Empecé en 843 euros y acabaré en 1.500"

Hablamos con una afectada por este tipo de cláusulas, poco frecuentes en España, que siembran la incertidumbre y la angustia en las personas que las firmaron

Juan Manuel Del Olmo

Una mujer, agobiada con el precio de su hipoteca creciente / FREEPIK - yanalya

Cuando se habla de Euríbor o de inflación, las primeras imágenes que acuden a la mente tienen que ver con gráficas y números. Los números cambian, suben o bajan vertiginosamente, pero no tiritan ni dudan ni anhelan nada. Detrás tienen un fondo en blanco, no una pared con gotelé ni un cristal que fregar. El marco mental es el del campo técnico, aséptico y matemático, ajeno al sentimentalismo que sí se puede filtrar por conceptos como sufrimiento o esfuerzo. Del mismo modo, al pensar en Euríbor y en inflación, quizá se dibuje en el pensamiento algún carrito de la compra o alguna calculadora, pero raramente lo hará un rostro.

Sandra Fernández es una de esas decenas de miles de personas que componen el drama de la subida de precios, y tiene rostro, individualidad y una cuenta corriente que no da más de sí. Explica a Consumidor Global que, en 2006, su novio pagaba un “alquiler caro” en Barcelona. “Los pisos eran inalcanzables, y buscábamos un hogar. En abril de ese año encontramos un piso, nada grande, 60 metros cuadrados aproximadamente... la inmobiliaria nos pedía 243.000 euros. No teníamos ahorros y nos dijeron que no suponía ningún inconveniente. Nos daban el 100% de hipoteca más gastos”, recuerda, con amargura.

Hipoteca variable de cuota creciente

Dijeron que sí. Ahora, desde la distancia, Fernández define su hipoteca como un producto “tóxico”. Pero rebobinemos. Al principio, su pareja y ella pagaban 843 euros al mes por la hipoteca. Les dijeron que, en el futuro, subiría según el Euribor, pero que, como la vida subía, también lo harían sus sueldos. “Y que ellos se ocupaban de todo. Confiamos en los profesionales. Tanto de la inmobiliaria, como del banco que ellos mismos habían buscado, Cajamar. Éramos jóvenes e ingenuos y con ganas de una vida en común. Nos pidieron avales, hablamos con nuestros padres y aceptaron”, cuenta Fernández.

El día de la firma pisaron ese banco por primera vez, y Fernández no lo ha olvidado. “El notario llegó muy tarde y apenas nos contó nada. En cinco minutos estaba todo firmado. Mi madre preguntó cuánto tiempo estarían de avales, y nos volvieron a confirmar que hasta que pagáramos el 20 % de la hipoteca. Cosa que no fue así”, narra. A los tres años, la hipoteca subió. Después, cuando parecía que la cosa se moderaba y muchas hipotecas españolas descendían, descubrieron con pavor que la suya no lo hacía. “Al revés, siempre subía más y más... La mujer de un amigo que trabaja en banca me miró las escrituras y me dijo que teníamos una hipoteca variable, pero de cuota creciente, con una fórmula muy extraña al 3 %. Y, además, con cláusula suelo del 3.25 y techo del 15 %. Este tipo de hipotecas estaban hechas para inversores, que compraban propiedades y a los pocos años las vendían y ganaban”, explica Fernández.

Una persona con las llaves de su casa en la mano tras firmar una hipoteca / PIXABAY

“Nunca he pagado menos de 843 euros”

Antonio López Arenas es el responsable de las áreas procesal y civil/mercantil del despacho Horizon Abogados, y explica a este medio que las hipotecas crecientes, o con sistema de amortización de cuota creciente, “no son muy comunes en España, donde lo más habitual es que las cuotas se calculen conforme al sistema de amortización francés”. En este sistema, las cuotas son constantes si el tipo de interés es fijo, y se pagan más intereses al principio y menos al final. Tal y como precisa López Arenas, en muchos casos se han comercializado también con el nombre de “hipoteca tranquilidad”. Por contra, las del tipo de Fernández no tienen nada de tranquilas.

“Al cabo de los años declararon nula la cláusula suelo y techo. Nos bajó un poquito, pero muy poco. Nunca he pagado menos de 843 euros”, asevera esta afectada. Más allá de los vaivenes del mercado inmobiliario, la vida continuaba: en 2014 y 2016, nacieron los hijos de Fernández, con el consecuente incremento del gasto familiar. “Y la hipoteca cada vez subía más y más”. Ahora, 16 años después, tienen un capital pendiente de 185.000 euros y 14 años, con una cuota de 972 euros y una cuota final, en caso de que no suba el Euríbor, de 1.500 euros. Fernández subraya la angustia de no saber a cuánto ascenderá su cuota por la enrevesadísima fórmula que les aplicaron.

Una mujer revisa un documento / PEXELS

Los tribunales han dado la razón a los bancos

En las hipotecas crecientes, explica el abogado López Arenas, a partir de un determinado momento las cuotas se van incrementando en un porcentaje sobre el importe de las cuotas del año anterior. “Las hipotecas crecientes que hemos visto se contrataron durante la pasada crisis financiera, en momentos en los que mucha gente no tenía ingresos suficientes, pero tenían la expectativa de aumentar sus ingresos con posterioridad”, detalla el letrado.

Con todo, precisa que estos asuntos “no han generado una litigiosidad tan intensa como otras cuestiones bancarias” en tanto que el Tribunal Supremo ha dictado sentencias en las que fallaba que “se había superado el control de transparencia en los casos concretos enjuiciados y se le daba la razón al banco”. Y el Supremo lo hacía porque consideraba que las cláusulas eran “comprensibles con la información obrante en la escritura”. Es decir, que los tribunales han entendido que las hipotecas crecientes, por lo general, no han provocado injusticias tan gordas como las cláusulas suelo y que los bancos habían sido lo suficientemente claros con sus clientes. Fernández, por su parte, opina todo lo contrario.

Cláusulas “contrarias a la buena fe”

El experto de López Arenas cree que el margen de maniobra de los afectados es escaso: “Es de esperar que la mayoría de asuntos corran similar suerte que los ya enjuiciados por el Tribunal Supremo, salvo que cambie la jurisprudencia actual”, apunta. En cambio, otros despachos se muestran más optimistas.

Dos personas se dan la mano tras cerrar un acuerdo / PEXELS

Es el caso de RMS Asociados, en cuya web se explican los entresijos de las hipotecas crecientes. “En los dos últimos años se han producido las primeras sentencias judiciales declarando las hipotecas de cuota creciente o de progresión geométrica como abusivas y por lo tanto nulas, dando la razón a los consumidores. Estas cláusulas se han considerado abusivas por (1) no haberse negociado con el cliente y haberle ofrecido unas condiciones previamente redactadas y no haber margen de modificación y, más importante, (2) por ser cláusulas contrarias a la buena fe y que causan un desequilibrio en los derechos del cliente a favor del banco”, se dice.

Sin posibilidad de modificar los términos

Mientras en los tribunales se toman decisiones que pueden cambiar la vida de cientos de personas, Fernández cuenta que lleva “años” tratando de hablar con su banco para cambiar los términos de su hipoteca y hacerla más llevadera, pero esta entidad le ha negado la posibilidad de hacerlo. “Lo único que hizo la directora es coger un lápiz y papel, fingir que calculaba y decir que mi nivel de morosidad es superior al 40 %, por lo que no era viable hacerlo”, denuncia.

Una persona hace cálculos / PEXELS

Por si fuera poco, a Fernández le han diagnosticado recientemente una enfermedad de la vista. Entonces intentó jugar la carta del Código de Buenas Prácticas, una herramienta de la que pueden echar mano, según dice el portal del cliente bancario del Banco de España, las personas que estén “pasando dificultades económicas” graves a las que no les da para pagar la hipoteca. Entre otros derechos, este Código recoge la posibilidad de reestructurar la deuda. Pero en Cajamar, de nuevo, Fernández solo encontró rechazo. “Ni se molestó en explicarme el Código de Buenas Prácticas. Un código que lleva vigente desde 2012”, apunta.

Un grupo de Facebook para sumar fuerzas

Fernández admite que en su casa entran dos sueldos, pero eso no basta para afrontar unos gastos que no dejan de agrandarse. “Paga la comida, paga los suministros... Y luego llegan los libros o el cobro del IBI… Miedo me da la próxima revisión de mayo”, cuenta esta afectada. Mientras llega una solución, cree que tendrá que “dejar de comprar según qué productos para poder seguir pagando la hipoteca”, todo por elegir algo que pensó que “sería bueno” y “se está convirtiendo en una pesadilla”.

Pero ni siquiera las pesadillas son eternas. Al final, uno despierta. Hace aproximadamente un mes, Fernández y otra mujer crearon un grupo en Facebook para alertar de los problemas de las hipotecas crecientes y tratar de buscar soluciones de forma conjunta. Ahora suman más de 200 miembros. “Todas y cada una de las personas tienen la misma historia con diferentes entidades bancarias”, dice Fernández. La descripción del grupo es toda una declaración de intenciones: “Este grupo ha sido creado para que todo aquel que esté afectado por la firma de una hipoteca creciente, da igual la entidad bancaria que sea, pueda explicar su caso. Entre todos, nos podemos ayudar a buscar una solución a estas hipotecas abusivas, compartiendo información al respecto e incluso uniendo nuestras fuerzas”. Quizá, cuando se habla de unir fuerzas, las imágenes que acuden a la mente son imágenes de esperanza.