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'Fiebre Matisse’: por qué todo el mundo apuesta por la misma lámina
Los pósteres con líneas sencillas son una tendencia en decoración, pero la popularización de determinados artistas socava la originalidad
Están por todas partes. En Instagram, en casas de influencers y en tiendas pretendidamente modernas. Están hasta en fundas de cojines de H&M. Las láminas de Matisse son una tendencia en decoración que ya se está transformando en epidemia. Entre las razones de su éxito está el precio, por supuesto, pero también la calma que transmiten esas formas sencillas, ya sea con los trazos negros cercanos al minimal o con su estimulante explosión de colores.
La popularización revela que, a la hora de decorar, el público general no innova demasiado y que la profundidad artística puede quedar socavada. Dos expertos analizan la fiebre Matisse para Consumidor Global.
Un recurso fácil
En 2009, un lienzo de Matisse alcanzó los 32 millones de euros en una subasta. Actualmente, sus láminas cuestan menos de tres euros en Amazon o en Aliexpress. Precisamente para combatir la exclusividad elitista imperante en algunos contextos artísticos, las láminas son una buena manera de acercar los cuadros. Sin embargo, su actual popularización amenaza con homogeneizar las casas. Y eso es todo lo contrario a mostrar personalidad. Aún más, ese estilo ya no es algo solo creativo, sino una herramienta de márketing. El diseñador freelance Jaime Sabaté señala que las líneas simples de este estilo “se han convertido en un recurso artístico fácil que utilizan muchas empresas para fabricar sus productos”. Lo podemos comprobar en tiendas como Kave Home y Desenio.
Cada vez hay más concienciación para comprar productos locales, sostenibles o diferenciados, pero no en el terreno de la decoración. Porque traer unos prints desde Asia es barato, pero desde luego no ecológico ni original. Sabaté habla de que en general hay “pocas ganas de decorar una casa en condiciones” y apunta a factores sociológicos: “Quizá porque al vivir todos de alquiler vivimos siendo un poco nómadas y hemos dejado de tener la aspiración de crear un espacio donde coleccionar lo que nos gusta y hacerlo más nuestro”, sugiere el diseñador.
“Gusto, cariño y sentido de la estética”
Clara Carreira, directora de proyecto en la plataforma Photential Art, explica a Consumidor Global que la reproducción masiva de artistas muy consagrados es una manera útil de acercar las obras a un público poco habituado a ver arte, pero, por otro lado, es necesario que la reproducción se lleve a cabo “sin apropiarse de la imagen de ningún artista” y “con mucho gusto, mucho cariño y mucho sentido de la estética para no llegar masivamente de una forma que no es la adecuada”.
Como anécdota comenta que Bershka ha sacado una colección de ropa “basada en cuadros de Boticcelli”. No es la única: Pull&Bear lanzó el año pasado sudaderas y camisetas con estampados de Mondrian y Kandinsky. En cuanto a Matisse, Carreira especifica que tiene unas formas y unos colores “estéticamente muy agradables”, por lo que considera que la fiebre con el artista francés tiene cierto sentido. “Es muy decorativo, no hace falta entender demasiado y resulta muy agradable”, argumenta. Igualmente, la experta subraya que lo ideal sería que sus reproducciones se guiasen por un doble interés: pedagógico y estético.
Copias
Matisse es el gran copiado, pero determinados trazos de Picasso también están muy en boga. El fenómeno tiene raíces más profundas: en la era de la imagen, se está llevando a cabo una estetización de lo no artístico. Jaime Sabaté recomienda que, para crear un espacio con personalidad, cada persona proyecte sus gustos para hacer suyo el espacio. “Si eres un friki, llena la casa de pósteres de superhéroes y figuritas de warhammer. Si te gusta viajar, cuelga tus mejores fotos. Pero evita a toda costa crear espacios impersonales con este tipo de líneas simples porque al final lo que haces es convertir tu hogar en un apartamento o en algo parecido a un piso turístico”, concluye el diseñador.
En España hay muchos profesionales independientes que crean ilustraciones perfectas para decorar cualquier salón o habitación. Sus obras multiplican el precio de una lámina, pero comprarlas significa apostar por trabajo original. “Artistas como Matisse, al final, fueron personas que tenían una manera de representarse a sí mismos y a su sociedad, así que su reproducción tiene que ser cuidada, legal y no debe desvirtuar la obra”, zanja Carreira.
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