Son las 10 de la mañana. La cola empieza antes de El Corte Inglés y bloquea su entrada a lo largo de toda la fachada. Y da la vuelta hasta el final. Los 100 primeros tienen regalo. "He llegado a las 7 de la madrugada y espero comprar todo lo que quiero. Tengo un presupuesto de 100 euros", explica Natalia frente al local comercial ubicado en el número 15-17 de la avenida de la Puerta del Ángel, donde antes se podía comprar ropa de Desigual y ahora acaba de abrir la tienda de Shein en Barcelona, en la que no se puede comprar nada. "Si lo llego a saber, me voy a las rebajas o al Zara", comenta Natalia, con cara de decepción, tras dar una vuelta por el local. Un chasco que comparten numerosas clientas, por lo que la apertura de la marca china en la ciudad condal se puede calificar de fiasco.
Este showroom, al que algunos llaman pop-up store, permanecerá abierto de 10 a 22 horas de lunes a sábado --el domingo de 12 a 20 horas-- y sólo hasta el próximo 10 de julio. Se trata de un espacio que ofrece la posibilidad de ver y probarse diferentes prendas de la marca china de fast fashion. "La gente no sabe qué talla tiene, por eso vienen, se prueban la ropa, y si les gusta, se lo compran en la app a través del código QR que tienen todas las prendas", exponen a este medio desde Lateral Thinking, la agencia de comunicación que lleva Shein en España. "Hay infinidad de modelos y está toda la curva de tallas", añaden. Un alarde de variedad con el que muchas clientas están en desacuerdo.
El 'showroom' de Shein en Barcelona
Nada más entrar, una empleada entrega una consumición válida para un café o un helado a todos los que llevan horas haciendo cola. En la planta baja hay burros con vestidos (el estampado con cerezas cuesta 21 euros), armarios llenos de ropa (top: 8 euros, camiseta corta: 7), un bufete con accesorios (gafas de sol por 4 euros), la zona del beauty bar y un foco para hacerse fotos en modo influencer junto a los probadores.
Para completar los 1.000 metros cuadrados de local, en la planta de arriba están los bañadores (entre 7 y 9 euros), el puesto de helados y tumbonas de tela para relajarse. Algunas chicas se acomodan; otras se prueban ropa; y la mayoría enfilan las escaleras para abandonar el local ante la imposibilidad de comprar.
Una tienda en la que está prohibido comprar
Todo muy bonito, pero, "¿qué hacemos si no se puede comprar nada?", le pregunta una chica a su amiga. "Dos horas de cola para esto...", le comenta una adolescente a su madre. "Pues sí, hija, pues sí", le responde su progenitora. El hecho de que no se pueda comprar "es un chasco. Nadie lo sabía", lamenta Claudia ya en la calle.
"Es un fracaso muy grande, que se sepa", le espeta una clienta decepcionada a una mujer que sujeta una cámara réflex y lleva el brazalete de prensa. Cayetana y Daniela han sido las más madrugadoras. Han hecho cola durante más de 5 horas "para nada, no se puede comprar", lamentan. Pero la imposibilidad de llevarse un vestido o un bañador no es la única queja de las asistentas a la apertura "fake" de Shein en Barcelona.
Pocas tallas y colores contados
"Hay muy pocas cosas. Es una muestra muy pequeña. Lo llego a saber y no vengo", se queja Cayetana. Lo mismo opina Natalia, quien asegura que había "pocas tallas" y que muchas prendas estaban en un único color. "No he visto suficiente variedad como para encontrar algún look que quiera tener", añade. "Faltan algunas tallas, pero las dependientas son muy simpáticas y es una experiencia divertida. Es una pena que no se pueda comprar, pero te lo envían a casa en 7 días. Yo sí repetiría", discrepa Erika. "Hay una quinta parte de lo que hay en la web", sentencia Claudia.
A las quejas y comentarios por la nueva apertura se suman las críticas ya habituales en las redes sociales, donde algunos internautas reprochan a Shein que su modelo de negocio se basa en un "consumismo extremo"; mientras otros denuncian la "explotación infantil" que escondería la elaboración de sus prendas.