Hace dieciséis años, el sevillano Antonio Romero era empresario. El fin de mes no suponía un ahogo y los precios de los productos no eran un freno para hacer la compra de la semana. En 2008, con la crisis económica, los cimientos de su vida se desplomaron. “Me quedé en el paro y no tenía absolutamente ningún tipo de ingreso. Me vi sin nada”, lamenta evocando aquel día en el que dejó de trabajar. Ahora tiene 62 años y nunca recuperó el empleo.
“El momento fue crítico y, comer, tenía que comer. Además, varias veces al día”, relata Romero. La desesperación obligó al hombre a acudir a la Hermandad de San Esteban, su cofradía, para pedir ayuda. Allí, tras estudiar su circunstancia, le dieron la cartilla de beneficiario y le asignaron 20 euros para adquirir los productos básicos que ofrece el economato social de la Fundación Casco Antiguo, ubicado en la calle hispalense Narciso Bonaplata. Desde entonces, no ha dejado de ir.
El economato
“El primer día que me sumé a la cola no me sentí avergonzado, pero sí que vi caras que reflejaban humillación”, recuerda a Consumidor Global el beneficiario, que recalca que nunca ha ocultado que va allí a cubrir sus necesidades. El establecimiento solidario sólo abre sus puertas los martes y jueves, de seis a ocho y media de la tarde. En la entrada, un voluntario da un ticket con un número a los que allí aguardan. Entran de siete en siete. Esperan su turno para entregar su cartilla y, a partir de ahí, todo funciona como un supermercado al uso. Salvo los precios.
Una vez dentro, los pequeños carteles blancos sobre el aceite, la carne, la leche o los pañales anuncian precios que en su mayoría no llegan al euro o lo superan por pocos céntimos. En el economato sólo se paga el 25% del costo final del artículo, ya que el 75% restante lo abonan entre las 42 hermandades y Cáritas de la ciudad que conforman el patronato de la fundación. Entre ellas, la hermandad de Romero. Para ilustrar el grado de ayuda que ofrecen, allí un litro de aceite cuesta 1,97 euros.
“Me salvó”
“Desde entonces, el economato me ha salvado de una situación que, de otra forma, hubiera sido muy dura”, desvela con firmeza el protagonista. “Yo voy todos los jueves y suelo comprar un poco de todo, pero, sobre todo, lo más básico. Por ejemplo, legumbres, pasta, aceite, carnes y productos frescos”, señala Romero. No son alimentos gourmet, ni hay tanta variedad, pero son los mismos que cualquier persona se puede encontrar en un supermercado de barrio.
Tal era el agradecimiento “infinito” --como describe el beneficiario a este medio– que pidió ser voluntario para “brindar apoyo y cariño” a familias que están en una situación muy difícil. “El que no lo ha vivido no lo sabe, es muy duro a nivel personal y a nivel familiar. Yo no tengo hijos, pero cuando hay niños la situación es muchísimo más difícil”, explica con una notoria emoción.
Un gran alivio
Para Romero, el economato supone un gran alivio para las familias. “No tener para dar de comer a un hijo debe ser lo más triste y este supermercado no sólo da alimentos, sino también oportunidades, cariño, apoyo y respeto. Nos sentimos una gran familia”, demuestra. Con ayuda, el beneficiario --y también voluntario– ha conseguido salir adelante.
“Ahora mismo estoy cobrando el Ingreso Mínimo Vital (IMV), con lo cual estoy saliendo adelante”, señala con media sonrisa en el rostro. “Yo fui empresario, tenía mi empresa, y la crisis me la barrió, pero estoy empezando a salir adelante, en parte, gracias al economato”, narra. La historia de Romero se encamina a un final feliz. Sin embargo, cada año se suman a la cola caras nuevas.
Más de 600 beneficiarios al mes
Cada año pasan por estas instalaciones en torno a 6.000 familias. En concreto, en 2022, fueron 6.758, lo que arroja unos 615 beneficiarios de media al mes (pues el servicio funciona 11 meses al año). Además, desde este economato se atiende mensualmente a 15 conventos y seis instituciones religiosas. “No hace falta pertenecer a la hermandad, ni siquiera tienes que ser cristiano o creyente. Aquí no hay diferencia de religión o raza, aquí la persona acude porque de verdad lo necesita”, precisa el gerente del economato de la Fundación Casco Antiguo, Pablo Gálvez.
“Aquel que lo necesite puede pedir la ayuda a la hermandad, donde realizan un estudio de las circunstancias personales documentadas y luego les entregan las cartillas de beneficiario”, explica a este medio Gálvez que hace hincapié en que no se trata de un comedor social o la entrega de un menú cerrado. “Tienen acceso a productos que ellos mismos pueden elegir, mejorando así no solo la calidad de su alimentación, sino su autonomía y autoestima”, destaca.
Todo tipo de historias personales
Lo cierto es que en el economato se reúnen todo tipo de historias personales. “El perfil ha cambiado mucho desde que se puso en marcha este economato en el año 2000, ahora un 80% son de clase media”, agrega el gerente. “Viene gente en paro que siguen pagando hipotecas, que tienen a su cargo hijos o personas mayores, vienen jubilados, etc. Es muy diversa la situación”, señala Gálvez, que apunta que cuando vienen acompañados de niños es complicado “no emocionarse”.
“Una beneficiaria viene cada semana con sus tres pequeños, el mayor no tiene más de 10 años. Un día acudió con lágrimas. Cuando le pregunté, me respondió que se había enterado de que estaba embarazada, lo que le dificultaría la ya precaria situación que sufre”, comenta Margarita González, una de los 120 voluntarios del economato. “Cuando hay una historia con niños de por medio se te encoge el corazón. Los días que los veo por aquí, les suelo dar un paquete de galletas. Te miran con sorpresa y con agradecimiento, y eso me llega mucho”, reconoce a este medio Gálvez.
“La ayuda es importante”
Los alimentos se obtienen mediante compras a grandes superficies o proveedores como haría cualquier otro establecimiento. “El 75% de lo que se lleva el beneficiario lo paga la hermandad. También tenemos donaciones. Cuando salen de la caja se les entrega como un regalo”, detalla el gerente del economato. “Es un supermercado normal y corriente, salvo que no vendemos alcohol”, resalta. “Además, la compra está limitada. Tú no puedes comprar más de, por ejemplo, cuatro litros de aceite”, puntualiza.
Romero vuelve este jueves al economato. “Me gusta lo que se hace aquí, me parece una cosa muy positiva, de mucho valor. La ayuda es importante. Para algunas personas mayores que están solas, que no tienen otro recurso, casi es la única ayuda que tienen para comer. Para muchas familias es un salvavidas. Eso sí, aquí todo el mundo paga, más barato sí, pero no se entrega nada gratis”, concluye.