Reducir el uso de plástico. Ese es el mantra que se repite --con diferentes horizontes temporales-- en la inmensa mayoría de las políticas de responsabilidad social corporativa de las principales cadenas de supermercados. Los clientes, cada vez más concienciados, reclaman este tipo de medidas y las leyes presionan en esa dirección. Sin embargo, basta una visita a cualquier gran superficie para darse cuenta de que la guerra contra este derivado del petróleo todavía está en pañales. Alimentos frescos, frutos secos, cereales… la lista de productos con envases de este tipo es casi infinita. A pesar de ello, cada cierto tiempo saltan informaciones de que tal o cual empresa empezará a utilizar bolsas biodegradables, de papel o de cualquier otro formato que, en teoría, es menos lesivo para el planeta.
Las bondades del nuevo sistema o las apabullantes cifras de toneladas de plástico que se ahorrarán en los próximos años suelen ser los argumentos más utilizados por las empresas. Con ello consiguen dar una pátina de sostenibilidad a su operativa y su imagen, de cara a los usuarios, se ve reforzada. Sin embargo, ¿qué hay de cierto en todo ello? ¿Qué opinan los expertos acerca de estas iniciativas de las cadenas de supermercados?
El exceso de envases de plástico
“La del plástico es una pandemia silenciosa”, afirma con rotundidad a Consumidor Global Julio Barea, responsable de residuos de Greenpeace. Y dentro del engranaje de transmisión de la misma, los supermercados ocupan un rol principal porque “son el templo del consumo”, argumenta. En ese sentido, uno de los principales pecados medioambientales que cometen y que está en su mano corregir tiene que ver con el exceso de envases en productos en los que se puede evitar. Sobre ello, Barea señala que se trata de una técnica comercial para fomentar la compra compulsiva. Así, si un usuario, por ejemplo, tan sólo quiere tres tomates, por lo general se va del local con una bandeja de seis. “Lo más habitual es que los que no se necesitan acaben echándose a perder”, asevera. De hecho, este tipo de embalajes producen hasta un 30 % más de desperdicio alimentario --lo cual es otro problema añadido--.
En este contexto, cada vez es más habitual encontrar pequeñas tiendas y supermercados alternativos que abogan por no utilizar este material. Su objetivo es reducir al máximo su impacto medioambiental y la cantidad de residuos que generan. Un establecimiento de este tipo es Unpacked Shop, ubicado en el madrileño barrio de Salamanca. Lara Crespo es la encargada de la tienda y relata a este medio que la acogida en los dos años de existencia de la tienda --pandemia incluida-- ha sido positiva. “Ofrecemos dos tipos de productos: secos y líquidos. Los vendemos a granel y la gente se trae sus propios recipientes y bolsas”, explica. A pesar de ello, la eliminación total del plástico resulta imposible. “Algunos proveedores lo utilizan para mandarnos los productos, aunque tampoco lo veo tan dramático”, matiza.
El engaño de las bolsas biodegradables y de papel
Dentro del abanico de iniciativas para reducir la cantidad de plástico, las apuestas típicas de los supermercados pasan por las bolsas biodegradables o las de papel. Sin embargo, estas alternativas no acaban de convencer. Sobre las primeras, “no son reciclables junto al resto de plásticos”, explica a Consumidor Global Óscar Hernández, director general de la Asociación Nacional de Recicladores de Plástico (Anarpla). De hecho, su tratamiento genera complicaciones debido a la dificultad que tienen los usuarios para identificarlas como compostables. “Muchas de ellas llegan a los contenedores amarillos porque la gente cree que son de plástico y eso entorpece el reciclaje en general. Son un despropósito que marea a los usuarios y, al final, siguen siendo bolsas de usar y tirar”, coincide Barea.
Por otro lado, las de papel parecen, a priori, una buena solución. La cuestión es que abren otro debate: el aumento de la presión sobre los bosques para producir este material. Es decir, el beneficio que se logra por un lado se pierde por otro. Sobre las posibles alternativas, Hernández considera que es necesario potenciar el uso del plástico reciclado. A su parecer, España tiene una ventaja respecto a otros países debido a que goza de una “estructura de reciclado fuerte” y eso reduce la dependencia externa de materias primas debido a la escasez de petróleo en territorio nacional.
Acabar con los artículos de usar y tirar
Barea defiende que la industria alimentaria y los grandes supermercados han aprovechado la pandemia del Covid-19 para defender que los envases de usar y tirar son mucho más seguros que las compras a granel. Y algunas cadenas también se oponen a la opción de que los usuarios puedan devolver los cascos de las botellas. “Todo se debe a un tema económico. La ley dice que quien vende estos envases se tiene que responsabilizar del coste de los residuos que generan”, asevera. En ese sentido, la ONG ecologista reclama desde hace tiempo que una serie de grandes empresas --como Coca-Cola, Procter & Gamble y Johnson & Johnson, entre otras-- ofrezcan a los usuarios alternativas rellenables. “El reciclaje no es suficiente para frenar la contaminación por plásticos”, defiende Greenpeace.
A comienzos de marzo, la fundación holandesa Changing Markets publicó el informe Más residuos, más beneficio: quién sale ganando con la crisis del plástico en España. Según este documento, limpiar la basura de los envases en las calles y zonas costeras cuesta a los municipios españoles hasta 744 millones de euros al año. “Aunque estos costes están cubiertos con dinero público, la legislación de la Unión Europea estipula que deberían ser internalizados en los esquemas de RAP --responsabilidad ampliada del productor--, lo que significa que los productores tienen la responsabilidad de pagarlos a finales de 2024 a más tardar”, subraya el informe.