La de influencer es una profesión que levanta muchas sospechas, tanto porque su trabajo no se entiende del todo como por el dinero que ganan. Aunque es un universo heterogéneo, la clave del influencer se basa en ganarse la confianza de los usuarios de Twitter, YouTube, Instagram o Twitch para que sigan fielmente sus vídeos o sus recomendaciones de moda, maquillaje, o alimentación.
Se estima que en España hay unas 7.500 personas que viven de su trabajo de influencer. La competencia es feroz y miles de jóvenes imitan esos patrones dedicando un tiempo excesivo a las redes sociales. Todo apunta a que esta cifra no hará más que crecer en los próximos años. No obstante, son minoría los que logran alcanzar el nivel de figuras como Paula Gonu, Auronplay o María Pombo. Tal y como precisan algunos especialistas en marketing, es al superar la barrera de los 100.000 seguidores cuando se considera que una persona es influencer.
Entre la admiración y el rechazo
Según un estudio de una agencia especializada, el 74 % de los jóvenes de la generación Z sigue al menos a un influencer. Estas estrellas de las redes se vuelven rentables cuando sus recomendaciones repercuten en beneficios para las marcas. Concretamente, el estudio Statista Global Consumer Survey 2021 refleja que un 18 % de los españoles reconoce haber comprado productos promocionados por influencers o celebrities.
El estudio Tendencias de Compras Navideñas de 2021, elaborado por Sitecore, muestra la otra cara de la moneda: el 71 % de los consumidores españoles considera su papel molesto o inútil. Con todo, el porcentaje de adultos que les siguen es más elevado del que cabría esperar: según un informe de la compañía británica YouGov, el 41 % de los adultos españoles sigue en redes sociales a algún influencer.
Un negocio de 9 billones de dólares
Las marcas que confían en influencers lo hacen buscando una identificación emocional del consumidor con la compañía. Muchas veces son agencias de comunicación las que gestionan estos acuerdos publicitarios, por lo que el negocio se expande implicando a más personas. En total, a nivel mundial se estima que el negocio del influencer marketing mueve 9,7 billones de dólares.
Entre los aspectos más negativos sobresale la opacidad que pueden tener los influencers o la posibilidad de que resulten poco atractivos para el público adulto. Además, es una profesión que ha irrumpido con tanta fuerza que aún no tiene una regulación clara. El debate se enfanga cuando se habla del aspecto más peliagudo: sus ganancias. En este sentido, los influencers han adoptado posiciones muy dispares que van desde el conato de crear un sindicato hasta el traslado a Andorra para pagar menos impuestos.