LaBar abrió sus puertas hace cinco años. Lo hizo en Barcelona, en junio del 2018. El concepto estaba muy claro en la mente de Gerard Navas y Marta Pérez, los propietarios. La idea era abrir una lavandería con servicio de bar. Un sitio en el que tomarse un café mientras el cliente espera a que termine de lavarse su ropa.
Donde muchos vieron un negocio sin futuro, la pareja apostó por un modelo de negocio sin precedentes en España. El tiempo les ha dado la razón a Gerard y Marta. Cinco años después del primer establecimiento, la pareja ha abierto un segundo LaBar, también en la capital catalana.
Un espacio urbanita
Basta con detenerse en la puerta de LaBar para el que sitio capte la atención de los transeúntes. Una vez dentro, el cliente se topa con varias mesas distribuidas en el local. Al final, hay una barra donde una chica va preparando las comandas de los clientes. A la derecha, varias lavadoras están funcionando. "A veces la gente piensa que es attrezzo", confiesa Gerard a Consumidor Global.
La entrevista se desarrolla en una mesa más pequeña apartadas del resto. Una posición que permite tener un plano general por el que van pasando diferentes clientes. Unos charlan con la camarera. Parecen conocerla. Otros solo lavan la ropa y otros tantos están tan tranquilamente disfrutando de la primera cerveza del día.
Un negocio de barrio
Lo que le ha funcionado a LaBar para darse a conocer ha sido el propio boca a boca, haciendo referencia al refranero español. Gerard confiesa que ya cuentan con una clientela fija que asiste entre una y dos veces por semana. Pero no siempre ha sido así. "Al principio, la gente venía a tomar algo pero no se atrevían tanto a usar las lavadoras", explica Gerard.
La mayor parte de la clientela de esta lavandería es gente joven. Estudiantes y turistas principalmente. Pero también personas mayores del barrio. "Antes de empezar el proyecto no pensábamos que tendríamos este público", confiesa Gerard. "Tienen el valor añadido de que siempre hay alguien que puede echarles una mano", añade.
Un café o un vino
La inflación también ha azotado a LaBar. Gerard reconoce que no han tenido más remedio que subir sus precios. "No solo por el lavado sino por todo en general. Tienes las neveras, cafeteras…", argumenta. Una lavadora normal cuesta cinco euros, con secado sube a los 7,50 euros.
En cuanto a la parte del bar, el cliente también tiene dónde escoger. Un popurrí de bebida y comida componen la oferta gastronómica. Café de especialidad, cervezas artesanas, ensaladas, empanadas, bizcochos o galletas. Un lugar donde es posible poner una lavadora un lunes a las nueve de la mañana con un café en la mano o un sábado a las 12 de la noche con una copa de vino.
Próximo objetivo: expandirse
Cuando LaBar llegó a la calle Consell de Cent, 442 en Barcelona, como mínimo hubo curiosidad. Los bares de alrededor no la consideraban un bar como tal, así que no lo vieron como competencia, tal y como relata el propio Gerard. Y en lo que respecta a lavandería, lo cierto es que el modelo habitual ni siquiera tiene personal. Poco o nada se sabe de las personas que la regentan.
Un concepto de lavandería diferente que a los propietarios de LaBar les gustaría expandir a otras ciudades. "Poco a poco. Nos ha costado cinco años poder abrir un segundo local con una pandemia en medio. Si seguimos igual, la idea sería abrir más", concluye. Lo que está claro es que funciona. "Era una idea un poco loca pero tiene su nicho de mercado y la gente que es usuaria está encantada", zanja.