Morirse no es lo que era. El resultado no ha variado (hasta ahí podíamos llegar), pero las prácticas asociadas al enterramiento o al propio luto se han ido modificando. Hasta hace no mucho, en algunos pueblos de España aún era posible escuchar la megafonía de una persona que iba en un coche anunciado dónde se había muerto alguien y cuándo sería su entierro. Cuestión de comunicación. McLuhan teorizó que el medio es el mensaje, y ahora nuevos canales tratan de hacer llegar los mismos avisos.
José Vicente García Santamaría, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, consultor en comunicación y especialista en medios, señala que algunos diarios han tenido, históricamente, una buena fuente de ingresos con las esquelas. “Como la publicidad en papel está en declive ya no se pagan los precios del pasado ni se anuncian tantos decesos”, explica el profesor. Pero hay más: nuestra sociedad vive pegada a su teléfono móvil. Lo llevamos tanto en el tanatorio como en el cementerio. Y ahí existe un nicho. De mercado.
Hasta 17.000 euros por esquela los domingos
Como muchas otras cosas, depende del tamaño. ABC, diario en el que se puede saltar de esquela en esquela para leer la intrahistoria de España, tiene siete modelos distintos de tarjeta final. El más pequeño mide 96x74 mm y, en la edición nacional del periódico, cuesta 613 euros para días laborables y 880 los domingos. Si se sube el tamaño hasta el modelo 3, (96×151 mm), los precios de la esquela suben hasta los 2.251 euros en días laborables y 2.820 los domingos.
Anunciar una muerte en la edición nacional de El País resulta aún más caro. El tamaño 1, de 87x46 mm, vale 1.250 euros en días laborables y 1.700 en domingos. Si se quiere honrar al difunto con una esquela que ocupe media página, la tarifa sube hasta los 12.500 y 17.000, respectivamente. Más de lo que cuesta, de media, enterrar a una persona en España. En las ediciones regionales del diario de Prisa, el precio baja de manera muy notable: en la de Cataluña, por ejemplo, la esquela más pequeña se queda en 266 euros. Con este panorama, y con la prensa escrita en declive, brotan las alternativas.
Servicios digitales
En ocasiones, el lector que consulta las esquelas lo hace con la mera intención de informarse. De estar al día. Sobre todo en regiones pequeñas, donde la gente puede tener más contactos. En este sentido destaca Esquelasdeasturias.com, un proyecto en el que participan el 95 % de las funerarias de la comunidad. Desde este servicio es posible estar al tanto de quién ha fallecido en cada municipio: las propias funerarias publican las esquelas en la web. Con alertas unificadas, casi como una newsletter. “Nosotros llevamos 11 años con este proyecto”, explica Gloria Rodríguez, responsable de la web. “Si quiero mandar un pésame en Madrid, me resultaría muy difícil, porque tendría que buscar en cada tanatorio. En Asturias las funerarias han sido muy generosas para poder unificarlo todo”, comenta.
Inicialmente, Esquelas de Asturias tenía un servicio para imprimir esquelas y pegarlas por las calles. Después empezaron a compartirlas por e-mail. A partir de 2015 lo hicieron por WhatsApp. En las mismas no aparece la foto del fallecido (Rodríguez explica que Asturias no es costumbre, pero en otras zonas sí), sino sólo sus datos. “Es más sencillo para los familiares y para todos. La gente prefiere internet porque llega a más sitios”, razona. Además, considera que ahora hay menos gente que opte por los periódicos. “Mucha gente ni siquiera lo compraba, sino que miraba esquelas en el diario que había en la cafetería”, describe. Ahora no hace falta ir a la cafetería. Se puede pasar revista desde la web y enviar unas flores al tanatorio seleccionado.
Proyecciones en televisión y códigos QR
Esquelas de Asturias revela que los servicios funerarios cada vez son más sofisticados. Se trata, de hecho, de un sector dinámico e innovador, como también queda patente en Memorial Spain. Esta empresa permite a sus clientes imprimir un código QR en un “un soporte cerámico inalterable a los agentes atmosféricos” que se incrusta en la lápida. Una vez adherido, los allegados pueden acudir con su móvil, que les enlaza a contenidos sobre la vida del difunto. En ese enlace se puede alojar de todo: un vídeo, una serie de fotos, una breve biografía… El servicio básico cuesta 150 euros. E incluye música de Bach de fondo.
Otra de las empresas punteras es Vivo Recuerdo. Rafael Baeza, uno de sus responsables, cuenta que la idea del proyecto nació tras comprobar la buena acogida que tuvo colocar imágenes de su padre en el televisor de un tanatorio. “Se trata de transformar la experiencia del cliente: lograr que, al morir un familiar, se le pueda realizar una despedida o un homenaje”, explica.
Hacia la digitalización
Así, la joya de Vivo Recuerdo es la Ventana de los Recuerdos, descrita como “la tecnología que toca el corazón”. A grandes rasgos, consiste en un panel visual que los allegados encuentran en el tanatorio. En dicha pantalla se proyectan las fotos del fallecido que han enviado los suyos. Así, las personas que no puedan acudir presencialmente también estarán, de algún modo, presentes. En esos duros momentos, las imágenes pueden generar sonrisas y calidez. Además, la empresa tiene una sala de control para asegurar el servicio. Y funciona: la compañía tiene presencia en más de 100 funerarias, incluso fuera de España.
“No hablamos de que sea algo que quite el dolor o la pena, pero pretendemos que la tristeza no sea el único sentimiento. Es el legado que nos deja la persona que se va”. La empresa participó el mes pasado en Funermostra, un congreso en Valencia que reunió al sector para hablar del mercado y los nuevos retos. Gloria Rodríguez, de Esquelas de Asturias, también participó: “Casi la mitad de la feria estaba enfocada al mundo digital”, describe. Recuerda, además, que hubo un tiempo en el que las funerarias permanecían ajenas a la parcela tecnológica, “pero ahora están cada vez más enfocadas a ella”. Renovarse o morir. O renovar morirse.