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El botijo recupera su sitio en las casas como alternativa barata y práctica para sofocar el calor
Los alfareros reconocen que han vendido más botijos esta cálida temporada, aunque no todos saben bien cómo enfría el agua y cuál es su secreto
Al hablar de moda y tendencias, se suele decir que todo vuelve. Es como si existiera un péndulo caprichoso (porque no todos los retornos tienen los mismos tiempos) e implacable (porque, al final, se cede a lo que parecía desfasado). Ahí está la estética ochentera revitalizada por Stranger Things para demostrarlo. El último objeto que vuelve para interpelar a la actualidad con su longeva sencillez es el botijo. Los fabricantes y vendedores han notado un cierto repunte de ventas este verano de temperaturas máximas, en el que los precios de la energía continúan elevados y la crisis del hielo enciende los ánimos. Ante estos infortunios, y un horizonte climático incierto, el botijo reclama su sitio de nuevo en las casas.
Para decir que algo resulta fácil o elemental se dice que es “más simple que el mecanismo de un botijo”, pero es un dicho injusto: hay ingeniería en esa humilde arcilla blanca capaz de enfriar el agua. Sus precios y tamaños varían mucho, pero tiene algo de estilizada ánfora griega que se mezcla con Sancho Panza.
Hacer llegar a la gente el valor del botijo
Javier Real es uno de los responsables de la tienda online Bootijo. Con dos ‘o’, como ‘objeto’ o ‘histórico’. Este verano, señala Real, ha percibido un cierto repunte de ventas, aunque no sabría decir si se debe a que este estío es especialmente caluroso o a que Bootijo lleva unos años en marcha y cada vez está más implantada como empresa. Sea como sea, ahora hay más convencidos que apuestan por “el enfriador de agua más eficiente y ecológico del mercado”. El de un litro se puede comprar por 13,90 euros.
Quienes compran el producto no son siempre personas mayores que echan la vista atrás: “Hay clientes de mediana edad, y algunos más jóvenes. Estamos intentando hacer llegar a la gente el valor del botijo”, cuenta Real. En este sentido, explica que su proyecto no es sólo una tienda, sino un portal en el que se dan a conocer las bondades del artefacto. Tal y como se lee en la web, el botijo aúna cerámica, artesanía, sostenibilidad, arte, cultura y ciencia.
Producto sostenible hecho a mano
Rivaliza con otros puntos de España, pero si hay una provincia moldeada por la fuerza de la cerámica es Alicante, desde los íberos hasta los alfareros de hoy. En el Museo de Alfarería de Agost (a 18 kilómetros de Alicante) se cuenta esta historia de barro y tradición. Unas cuantas páginas de la misma salieron de las manos de la familia de Severino Boix. José Ángel Boix pertenece a la quinta generación. “Este verano ha habido algo más de demanda y se ha vendido un poco más”, cuenta este alfarero de 40 años. Durante la pandemia, según Boix, estuvo todo bastante parado, pero ahora el torno vuelve a girar.
“Hacemos diferentes formas. Hay gente que busca el botijo clásico, pero también se venden otros modelos”, cuenta. El tipo de cliente es flexible: están los nostálgicos, los que conocen el producto de oídas y quieren probar, y los que desean evitar el plástico y apuestan por la cerámica. Entre las virtudes de este clásico artilugio, Boix subraya que es un producto hecho a mano en el que todo el proceso es artesanal. Y eso significa calidad. “Una cazuela, un lebrillo… antes en las cocinas todo era de cerámica. Y si haces un arroz a la cazuela, siempre sabrá mejor”, detalla.
“Es un objeto del siglo XXI”
Lejos de Levante, en el madrileño barrio de La Latina, se ubica Cocol, una estilosa tienda donde se vende cestería de esparto, velas o bolsas de cuero; pero en la que el emblema es el botijo. “No se nos ocurre nada más tradicional”, cuenta Pilar Revilla, la encargada, que habla con pasión de este objeto. Sus ventas este verano son buenas, pero, según Revilla, siempre lo han sido. “A mí me ha sorprendido la cantidad de botijos que hemos podido vender en estos años”, reconoce. Y el calor juega a su favor. “Estamos viendo cómo los hielos se descongelan rápidamente, así que sí, quizá este año haya más gente que se ha dado cuenta de su valor”, arguye.
Según Revilla, el botijo es “una maravilla: no gasta nada de energía, trata el agua, es sostenible y ecológico”, enumera. Además, es evocador. Y los recuerdos, para bien o para mal, son más resistentes que el barro. “Es un producto al que todo el mundo le tiene cariño, y, de algún modo, conecta con él”, afirma. En Cocol el modelo que más triunfa es uno con forma de botella en color blanco. Cuesta 25 euros y tiene capacidad para casi dos litros. “La tradición hay que actualizarla”, afirma Revilla. Y, a pesar de que atañe al pasado, Revilla le augura un puesto en el futuro: “Estoy convencida de que es un objeto del siglo XXI”, asevera.
Un trago fresco de nostalgia
Rafa Osuna es uno de los responsables de Cerámica Rambleña, una empresa de La Rambla (Córdoba), municipio con una larga tradición alfarera. Este experto, cuenta, lleva tres años en esto, “y cada vez hay más interés en el botijo”. En la web de Cerámica Rambleña se pueden encontrar botijos desde los 7 euros hasta los 27 euros, con diferentes tamaños y colores. Según expone Osuna, sus clientes son “personas de mediana edad, que añoran la figura del botijo y quieren volver a ella”, expone. Un trago fresco de nostalgia. De hecho, las que más vende Osuna son “las que tienen el tapete tradicional de crochet”.
No obstante, aunque el mecanismo se dice sencillo, no todo el mundo sabe cómo funciona. El agua se filtra a través de la arcilla y después se evapora, lo que permite enfriar el líquido del interior. De este modo, es conveniente colocar debajo un plato, ya que el botijo artesano suda agua. “Mucha gente no sabe cómo tiene que filtrar, y hay lugares en los que la arcilla no tiene tantas propiedades. Si es un botijo menos poroso, no filtrará lo suficiente. Así que hay gente que se queja, porque cree que no funciona bien y lo devuelve”, lamenta este experto.
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