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Los auténticos pajes de la Navidad: pasamos un día con dos repartidores de paquetes

Los encargados de llevar la felicidad a las casas en estas fechas nos cuentan sus secretos para sobrellevar unas jornadas maratonianas en condiciones precarias

Núria Messeguer

Álex y Brian los dos repartidores de DHL que también son los auténticos pajes de Navidad / CG

El bullicio de las calles resuena en las esquinas fruto de las prisas por hacer las compras de última hora. Pero los repartidores se mantienen al margen, serenos, como si ese ajetreo no fuera con ellos. “Llevamos todo el mes así”, sostiene Brian, cuyo apellido prefiere no revelar. Trabaja como repartidor para la empresa DHL y tiene 32 años. 

El Black Friday es el pistoletazo de salida de la temporada alta para el servicio de paquetería. Hasta el día de Reyes, de hecho, el volumen de envíos puede incluso triplicarse en mucho e-commerce. Pero, ¿cómo hacen los empleados de estas compañías para  garantizar que todos los paquetes llegan a tiempo y evitar quejas de los consumidores?

El orgullo de ser repartidor 

Álex, compañero de Brian, tiene 18 años y, aunque hace apenas unas semanas estaba trabajando en un Telepizza, ahora es repartidor, confiesa orgulloso. “Tengo una app que me cuenta los pasos y así me motivo”, señala. Son las 12 del mediodía y ya ha alcanzado los 14.000. “Los sobres y las cajas pequeñas en el saco y los paquetes en el carro”, explica en voz alta mientras avanza a paso firme por la acera. No sabe que hay en cada paquete, pero le gusta mirar de qué país son. “Éste es de Austria y parece una ilustración”, sostiene. Llama al timbre, y con una voz alta y clara se presenta y anuncia el mensaje más esperado por el cliente: “ha llegado su paquete”.

Álex tiene una teoría de lo más curiosa. A su juicio, cuando el pedido está pagado “todo son sonrisas y alegría”, pero cuando el pago aún no se ha tramitado “es cuando salen los problemas”. Brian, que es su supervisor, también coincide en ese argumento y asegura que “ser repartidor es mucha responsabilidad”. Según él, son la única cara visible de todo el proceso de comprar por internet. Y eso hace que muchas veces “te exijan cosas que ni tú sabes”.

El Tibidabo de Barcelona / EP

Cuidado con el ascensor 

Los repartidores explican que, de Barcelona, el barrio más complicado de repartir es el Raval. “Después va El Born y luego Gràcia”, añade Brian. Esta mañana toca ésta última zona. Cada uno ya ha repartido una media de 70 paquetes desde las 8. La pauta siempre es la misma: se llama al timbre, se presentan y suben a dejar el paquete. “Si tienes el carro lleno se pide al cliente que  baje, pero a la gente le molesta, así que intentamos no hacerlo mucho”, incide Álex. Y antes de pedir eso, “dejamos el paquete en el ascensor”, añade Brian. Pero cuidado con el montacargas, advierten los trabajadores. “Porque es allí cuando surgen los robos”, detallan.  

Según Álex, cuando hay robos es porque “hay otro repartidor compinchado”. De hecho, todos los que ha visto él han sido así. “Finges que te han pegado una paliza y que te han robado y ya está todo el carrito para ti y tu colega”, comenta. Aunque este tipo de robos requieren algo de suerte, ya que los repartidores nunca saben lo que llevan. “Pero sabes cómo es una caja de un móvil o de un portátil”, sostiene el joven. Ninguno de los dos defiende los hurtos, pero consideran que si pasan  es porque “hay mucha precariedad” en el sector. Según los repartidores, en  diciembre pueden ganar una media de 1.500 euros “si lo haces bien” y “muchas agujetas”.

No todos los regalos se envuelven 

Álex está a punto de acabar su turno de mañana y muestra ya  alegría porque se acerca a hora de comer. 

Y ante la pregunta de si ha pedido algo para Navidad tiene clara la respuesta.  “Mis regalos son todos los propósitos que he cumplido”, confiesa. Uno era sacarse el carné de coche y los otros prefiere mantenerlos en secreto.