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¿Te gastarías 15 euros en una exposición de arte sin obras?
Las instalaciones inmersivas recurren a la tecnología más avanzada para recrear cuadros y vidas de artistas a través de luces, pantallas y sonidos
En su mano izquierda, el cristo de la iglesia de San Clemente de Taüll, maravilla de la pintura románica española, lleva un libro en el que se lee Ego sum lux mundi en latín, “Yo soy la luz del mundo”. Hoy, en el mundo de las muestras de arte, la luz se la llevan las exposiciones inmersivas, una tendencia en auge en los últimos años: pantallas, explosiones de color y movimiento. Pero pocas obras de arte presenciales, físicas.
Lo audiovisual está conquistando parcelas de realidad y el arte está caminando por sendas tecnológicas. ¿En qué consisten las exposiciones inmersivas y cuáles son sus puntos fuertes?
Exposiciones inmersivas de 9 a 17 euros
Este tipo de exposiciones plantean algunos interrogantes. ¿En qué medida se puede considerar caro o barato pagar una entrada por ver obras audiovisuales que hablan de obras plásticas que no están?
En Barcelona abrió hace unos años Ideal, un centro, como especifica en su web, “que experimenta la inmersión de las proyecciones audiovisuales, la realidad aumentada, la realidad virtual y la holografía para crear una nueva relación entre el arte y la sociedad”. Ahora, hay una exposición sobre Frida Kahlo. Las entradas cuestan 14,50 euros en días normales, 16,50 euros en fines de semana y 9 euros los lunes.
Arte audiovisual en un antiguo cine
Manel Miró, profesor del Máster Universitario en Gestión Cultural de Universidad Internacional de Cataluña (UIC), explica que Ideal abrió en el espacio de un antiguo cine y que, de hecho, lo que se ve allí tiene más que ver con esa disciplina que con los lienzos.
El profesor reconoce que el mundo del arte siempre habrá puristas, pero considera que las líneas están siendo difuminadas: “En realidad, estamos hablando de cine, pero con otro lenguaje, y vivimos en una sociedad en la que la experiencia artística es audiovisual”, expresa.
Más caro que el Museo Reina Sofía
No obstante, hay casos y casos. En Madrid se va a inaugurar en marzo MAD (Madrid Artes Digitales), un centro en Matadero, con una exposición inmersiva sobre Gustav Klimt. Sin obras de Gustav Klimt. Por 14,90 euros. Más de lo que cuesta entrar al Museo Reina Sofía. Con todo, como apostilla Miró, se puede relativizar: “Entrar a la casa Batlló cuesta más de 20 euros”.
Asimismo, el 4 de febrero llegó a la capital una muestra que recrea la Capilla Sixtina. Se puede ver en un centro comercial y los promotores señalan que se trata de “una experiencia inédita en la que podrás ver de cerca las increíbles obras de arte de la Capilla Sixtina a tamaño real”. Antes, esta instalación ha girado por Shanghai, Chicago, Phoenix, Berlín o Viena.
Experiencias distintas
No todo el mundo puede viajar a Roma, claro está. La diatriba está en si la experiencia inmersiva divulga o sustituye. Miró explica que acudir al Prado y a Ideal es totalmente diferente y diferenciable, dos visitas que generan “adrenalinas distintas”. Además, señala, “no creo que pretendan solapar al arte, ni mucho menos”.
De hecho, según el experto, quizá alguien se podría interesar por Van Gogh después de acudir a su exposición inmersiva en la Cúpula del Centro Comercial Las Arenas. Aquí, la web utiliza como reclamos la tridimensionalidad, “las simulaciones de tacto, olfato, música original y narración en primera persona”.
En busca de nuevos públicos
El Mundo de Van Gogh, como se titula esta exposición, aborda detalles de la biografía del artista. Los organizadores resaltan su orientación a los nuevos públicos, así como “su fuerte poder didáctico”.
Estos mismos valores se subrayan en otras exhibiciones, como la muestra “envolvente y multisensorial” Impresionistas, que ha estado recientemente en el Ateneo Mercantil de Valencia. ¿Con un punto a parque temático?
Recreación de obras
El antecedente más claro de estas muestras está en la recreación digital de obras. Miró explica que esta técnica existe desde hace muchos años y que, a veces, las copias pueden ser igual de seductoras que las creaciones originales. Es el caso de la cueva de Lascaux, en Francia, una joya del arte rupestre que actualmente se encuentra cerrada. Su sustituto, su gemela virtual y accesible, es el Centro Internacional del Arte Parietal, donde las imágenes digitales dan vida a un espacio milenario al que a día de hoy no se puede acceder.
“Nunca pensé que una proyección podría generar algo así”, reconoce. Cada día, las copias son más certeras, más poderosas. El profesor también menciona un video mapping que tuvo lugar en la iglesia de San Clemente de Taüll, que recuperó, de algún modo, las pinturas que un día estuvieron allí y ahora están en el Museo Nacional de Arte de Catalunya (MNAC).
Un espectáculo de luces y colores
Por su parte, Alberto Berzosa, doctor en Historia del Arte y profesor en la Universidad Carlos III de Madrid, coincide en que las exposiciones inmersivas pueden tener aspectos muy positivos, pero señala que no se puede eludir su papel a la hora de espectacularizar obras y vidas. “Más que para democratizar obras de arte, creo que pueden servir para que a la gente le pique el gusanillo”, expone.
Además, considera que puede ser problemático el giro tecnológico que se está dando tanto en la cultura como en la educación y en la sociedad. Ese giro tiene que ver con la creencia en que la tecnología es la panacea, que por sí sola es un triunfo. “Cuando acudes a este tipo de proyecciones, ya no es tanto para ver una película como para estar en una especie de película”, describe. Bajo el punto de vista de este profesor, pagar 14 o 15 euros por vivir estas experiencias inmersivas es caro, aunque siempre “dependerá de cómo se hagan”.
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