Amanece en Barcelona. En el barrio del Carmelo, las persianas se levantan y los portales se abren. Cada vecino comienza su retahíla de obligaciones diarias. Consumidor Global se infiltra en la rutina y observa con atención los movimientos de este rincón de la ciudad condal. No obstante, lo interesante de toda esta escena reside, sin embargo, en unos bancos de un parque. Allí, unos repartidores de CTT han dejado paquetes de Amazon y otros comercios a la intemperie, tirados por el suelo, exponiendo las direcciones de los compradores y generando una alta probabilidad de que pueda extraviarse o dañarse parte de la mercancía.
Algunos de los transeúntes se paran incrédulos ante el desorden de pedidos desperdigados en la tierra de aquel parque. Otros, sin embargo, pasan indiferentes como si se tratara una práctica habitual con la que se encuentran cada día. En concreto, hay dos repartidores. El chico de la sudadera azul saca justo en ese momento un paquete con el logotipo de la empresa de Jeff Bezos y lo lanza por los aires para luego acabar en una montaña de paquetes aglomerados en el mismo suelo. Todo transcurre con “normalidad” y nadie les llama la atención.
Los riesgos
Este medio se hace pasar por un cliente de Amazon y se acerca para hablar con los dos empleados. “Estoy esperando un paquete, ¿podría llevármelo ya?”, pregunta. “Sí, ¿cuál es tu dirección?”, responde con tranquilidad uno de ellos. Al dar una dirección aleatoria del barrio, remarcamos que el número del piso imaginario es el 24. “¿No querrás decir el 34? El de la calle *, número 34, lo tenemos aquí mismo”, comenta el mismo repartidor acercándonos ese paquete. Consumidor Global no tiene conocimiento a ciencia cierta de, si se hubiera acertado la dirección, se le habría entregado el paquete allí mismo sin otorgar más datos.
“En ningún caso es normal esto. Es agudo e inadmisible”, destaca con asombro Cristian Castillo, profesor de Economía de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y experto en logística. “No obstante, a veces por un tema concreto pueden haber una calle cortada o más tráfico de lo habitual, y los propios repartidores se deben reconfigurar la ruta. Por eso vemos esas imágenes en las que, una vez han salido de las instalaciones, se paran un momento, miran qué es lo que tienen, lo reorganizan y, por lo tanto, hacen una entrega a su propio criterio.”, añade sobre estas imágenes.
La conversación con Amazon
Este medio al preguntar a Amazon sobre esta práctica que afecta a los pedidos de sus clientes, el gigante del comercio electrónico se lava las manos. “Se trata del servicio de una empresa externa colaboradora de reparto. Y cada empresa externa colaboradora de reparto es responsable de sus servicios, así como de la contratación y la gestión de sus empleados”, responden desde la compañía. Consumidor Global, sin embargo, persiste en la conversación:
–Pregunta: Entonces, ¿la compañía es consciente de lo que hace esta empresa externa con sus paquetes?
–Respuesta: Solo podemos decir que ese servicio de reparto lo realiza una empresa externa colaboradora y no Amazon, por lo que no tenemos comentarios que hacer al respecto.
–P: Sí, lo hace una empresa externa que colabora con Amazon, por lo que afecta directamente a los clientes de Amazon. ¿No tenéis nada más que añadir?
–R: Insistimos en que el servicio lo hace una empresa externa, no Amazon, y sobre cómo esa empresa gestiona dicho servicio es algo sobre lo que no vamos a hacer comentarios. Sí me gustaría subrayar que en Amazon trabajamos cada día arduamente para ofrecer a nuestros clientes la mejor experiencia de compra.
No hay más comentarios. Amazon se desentiende.
La postura de CTT
“Estamos investigándolo. No es ni una práctica normal ni mucho menos permitida por la organización. Por nuestra parte, estamos investigando y, en el caso de que sea verdad, tomarán las medidas correspondientes con los proveedores que prestan este servicio”, responden desde CTT a Consumidor Global.
De momento, la empresa de transportes está recabando toda la información posible para poder poner solución a esta mala práctica.