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La alta costura se apunta a la ropa industrial: la 'broma' de un chaleco reflectante por 3.000 euros
Las grandes casas de moda no sólo comercializan prendas de materiales lujosos y exclusivos, sino que prestan atención al universo de los trabajadores
La moda, tan creativa, tan dinámica, necesita buscar inspiración de manera constante. Y, en contra de lo que se suele pensar, las grandes firmas no sólo se fijan en obras de arte o en trajes prestigiosos de décadas pasadas, sino también en la ropa de los trabajadores. De hecho, Balenciaga y Ralph Lauren se han sumado a esta tendencia y en sus catálogos se puede encontrar, por ejemplo, un chaleco reflectante por 3.000 euros.
En lenguaje especializado se denomina workwear y se trata de la vestimenta propia del profesional que trabaja con herramientas, pinta una casa o controla el tráfico en las carreteras. Pero, en este caso y gracias a la alta costura, es diez o quince veces más cara.
La moda de la ropa industrial
Pedro Mir, especialista en Comportamiento del Consumidor y Brand Management y profesor de Dirección de Marketing en la Universidad de Navarra, explica a Consumidor Global que, en el fondo, esta tendencia no es una novedad. “Levi Strauss nació en un contexto de trabajo, buscando soluciones para ver cómo se podían sellar los bolsillos para que a los trabajadores no se les cayeran las herramientas”, narra. De hecho, en el icónico logo de la marca aparecen dos trabajadores con caballos. Docker’s, otro emblema de los pantalones, significa literalmente “estibadores”.
Según el profesor, el sector industrial siempre ha sido una gran inspiración para los diseñadores de moda. No es que los obreros fueran musas ni que la moda acudiese a ese entorno relativamente ajeno para escapar de la monotonía, sino para dar respuestas a nuevas preguntas. Tal y como detalla Pedro Mir, existen varias firmas que siguen esta línea, como Refrigiwear, que nació “en contextos industriales, comercializando ropa de trabajo para los trabajadores de cámaras frigoríficas”. “Hay firmas industriales que son muy atractivas”, resume Mir.
Prendas rotas, sucias o envejecidas a precios de alta costura
Otra de las tendencias más sugerentes es el envejecimiento artificial de la ropa. Ralph Lauren, por ejemplo, tiene a la venta un mono de satén con remiendos que podría llevar el trabajador de cualquier fábrica de hace unas décadas. Tiene costuras y roturas. Cuesta 690 euros, aunque ahora está rebajado hasta los 483 euros. Asimismo, la firma estadounidense generó controversia el año pasado al lanzar un mono de tela vaquera con gotas de pintura, similar al que podría llevar un albañil o un pintor de brocha gorda.
“El concepto de ropa envejecida existe, hay jeans antiguos que tienen más valor que unos nuevos. También hay marcas, como Golden Goose, que realizan procesos de envejecimiento, e incorporan elementos para dar ese aspecto”, detalla. Las sneakers de esta firma cuestan entre 400 y 500 euros e incluyen detalles como acabados desgastados o, como se especifica en la propia descripción, una “suela amarillenta que evoca la idea del calzado colgado a la luz del sol”. Estéticamente son atractivas, éticamente podrían ser discutibles.
Una parka ‘de montaña’ por 900 euros
Otra idea que manejan los expertos es la de “escuchar a la calle”. La moda es un reflejo de lo que pasa en la sociedad. Y, según Mir, estas prendas no están pensadas para que las compre todo el mundo. “La tendencia responde a una postura de rebeldía y de ruptura”, añade. Otro ejemplo que cita el profesor es Blauer, que nació para profesionales de seguridad y ahora comercializa parkas y plumas por 500 euros.
Mir relata una anécdota muy ilustrativa para comprender cómo una prenda se puede resignificar y ungirse de prestigio: “Hace unos años había subastas en eBay de ropa de bomberos a precios de fortuna, porque eran objetos muy valorados a raíz del atentado de las Torres Gemelas”. La gente la utilizaba como chaqueta, dándole un nuevo sentido, leyéndola de otro modo. Sin irnos muy lejos, G-Star Raw vende una parka “de expedición” con cortes ribeteados que parece apta para rescatar a montañeros perdidos a gran altura. Cuesta 899 euros.
El impacto de una prenda provocativa
Otro caso muy sintomático es el de Balenciaga, que tiene a la venta una prenda reversible que podría llevar agente de movilidad. Cuesta 2.990 euros. Está fabricada en Italia con poliéster y se inspira en las manifestaciones de los llamados ‘chalecos amarillos’ que se protestaron a finales de 2018 en las calles francesas contra las medidas que trataba de impulsar el Gobierno de Emmanuel Macron. En este sentido, para Mir la moda es “un vehículo” en el que proyectar todo, desde emociones hasta mensajes políticos.
Con todo, reconoce que “a veces una prenda provocativa tiene más impacto que una campaña de publicidad”. En Consumidor Global nos hemos interesado por la opinión de las empresas que venden la versión original, es decir, aquellas que comercializan petos para mecánicos y pantalones para trabajadores. Desde Vestuario Laboral cuentan que la tendencia no les parece “ni bien ni mal”, sino una herramienta de las marcas de lujo para ganar visibilidad.
“A día de hoy un mono de trabajo puede resultar exótico”
Sin entrar a juzgar ese segmento del mercado, desde Vestuario Laboral se lo toman con humor: “Vi lo del mono de Ralph Lauren y lo pasé por el grupo de WhatsApp diciendo que igual habíamos estado vendiendo demasiado barato”, bromea uno de sus responsables. En esta empresa, un mono básico de trabajo ronda los 20 euros.
Desde la empresa Masuniformes, que lleva 70 años comercializando vestuario profesional, tampoco lo ven polémico: “Cada uno que haga lo que quiera”, comentan. La moda, juzgan, es cíclica, por lo que ahora las grandes marcas “buscan lo que no está a la vista, y a día de hoy un mono de trabajo no se ve mucho y puede resultar incluso exótico”. Se trata, cuentan, de algo similar a lo que ocurre con Apple: “la gente paga por la marca”.
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