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Ya puedes alquilar un huerto a media hora de Madrid: el modelo Netflix llega al cultivo
Jesús Pontón, promotor de El Jardín de Manuela, situado en Collado Mediano, asegura que sale a cuenta y que aprender a trabajar la tierra para obtener tus propios alimentos “es bastante satisfactorio”
En Madrid, como en cualquier gran ciudad, la palabra alquiler suele provocar dolores de cabeza. Remite a búsquedas angustiosas en Idealista, a procesos extenuantes y a condiciones que no siempre son legales. Claro que también puede aludir a un garaje, a un trastero o a una bicicleta por horas. Lo que no es habitual es que alguien escuche hablar de alquilar y piense en un huerto. En semillas que brotan, y no en la fianza o en el metro más cercano. Eso es lo que propone El Jardín de Manuela, un espacio situado en Collado Mediano, a media hora de la capital.
La intención, cuenta a este medio Jesús Pontón, promotor de la iniciativa, no es solo que se cultive allí, sino integrar “un montón de iniciativas” para “acercar a la gente al campo”. Se impartirán cursos a las personas que nunca hayan cultivado, se ofrecerá asesoramiento y habrá hasta una piscina en la que darse un remojón cuando el calor apriete. Si alguien falta unos días, la idea es que otra persona pueda echarle una mano y regar su terreno. “Que nos vayamos apañando entre todos”, explica con convencimiento. No es poca cosa.
Una casa centenaria
“Si todos colaboramos, normalmente nada se va al garete. El problema es si cada uno va a su rollo”, indica. La propuesta es novedosa, pero la casa que domina El Jardín de Manuela fue construida en 1924 por Juan Aguilar, diputado y senador de España, para que vivieran los hijos huérfanos de su hermano. Muchas décadas más tarde, la finalidad del sitio dejó de estar clara.
“La idea nació al tener una casa en medio de la Sierra y no saber muy bien qué hacer con ella, porque la verdad es que un sitio de estas características lleva un trabajo ingente”, reconoce Pontón, quien pretendía “hacer algo viable y mantenerlo”. Le dio muchas vueltas a la cabeza pensando en las alternativas y en las características del sitio (la casa podría ser “un museo”, mientras que “el terreno tiene pinos, encinas, alcornoques, almendros…”), y también en “cómo integrarlo bien en el pueblo y en la comunidad”.
Más pasión que producción
Pontón habla de El Jardín de Manuela como de un proyecto estimulante, pero también es consciente de las limitaciones. “En la sierra de Madrid, la tierra tampoco es la mejor, y lo que uno haga lo tendrá que hacer más por pasión que por producción”, arguye. “Aun así, vamos a preparar el terreno y vamos a ponerle una buena base para que las condiciones sean las mejores, porque es un proyecto en blanco. Es bonito porque hemos contactado con el ayuntamiento y hemos visto que la respuesta es buena”, describe.
En cuanto a los precios, hay cuatro modelos de huerto con distintas tarifas: la más barata es una parcela de 20 m² que se puede alquilar por 32 euros al mes o 180 euros al semestre. Es más económico si se elige la suscripción anual: 300 euros al año. La segunda opción cuesta 5 euros mensuales más y es para parcelas de 30 m², la tercera ocupa 40 m² y se va hasta los 44 euros al mes; y la última ya es un terreno considerable, de 50 m² por 53 euros mensuales.
Rendimiento de la parcela
En cuanto al rendimiento de la tierra, Jesús explica que, en una parcela de pequeñas dimensiones, “puedes tener para ti perfectamente”, aunque todo dependerá, claro, de lo que uno consuma y de si las condiciones climatológicas acompañan o no.
“Puedes tener unos tomates, unos pimientos, maíz… al menos las verduras principales, seguro. Lo ideal es hacer algo variado, no monocultivo, y plantar cada cosa a su tiempo. Eso también lo explicaremos nosotros, pero bueno, hemos visto gente llevándose mucho material de allí”, afirma.
Cultivar “acaba rentando”
“Cualquier cosa que te cultives tú, seguramente va a ser mejor que lo comprarías en el supermercado”, expone. Lo difícil será que los no iniciados cojan destreza. “Quizá las tres primeras tomateras que cultives no te salgan bien, pero la cuarta sí te va a salir, y a partir de ahí es un no parar. Yo he visto huertos con tomateras de dos metros de alto que te dan todas las semanas una cantidad enorme, tanto que terminas regalando”, indica Pontón.
“Al final, la opción del kilómetro cero te conviene. Si en total gastas 600 euros al año en tu huerto pero te estás llevando una o dos toneladas de fruta y verdura, eso te acaba rentando. Otra cosa es tener las ganas, pero una vez que la gente empieza, no suele dejarlo”, remarca.
Agricultura biológica y riego sostenible
Además, en El Jardín de Manuela se apuesta por una agricultura biológica con riego sostenible, porque Pontón cree que también hace falta “concienciarnos en ese sentido”.
El valor del agua ha quedado dramáticamente claro en muchas de las cosechas de este año. “No ha sido un año muy bueno, porque ha hecho mucho calor, así que también dependerá del tiempo y de la implicación de cada persona. Además, habrá que controlar que no te salgan hongos, por ejemplo. Si alguien empieza de cero, quizá debería comenzar planta por planta, aprendiendo y experimentando”, recomienda.
Cortar por donde no debes
Con todo, Pontón no se las da de experto. “Yo he aprendido todo de mi padre y de mi abuelo, que me enseñaron de pequeño. Luego he ido formándome. No soy un profesional ni mucho menos, cuando necesito algo de calado llamo a alguien que entienda más. Si no, cortas por donde no debes y el árbol se te termina muriendo”, cuenta.
Así, apela a la paciencia, a la importancia del proceso y subraya que “todos los que quieran participar son bienvenidos”.
Conocer mejor el campo
El Jardín de Manuela es una realidad palpable, pero tiene un punto utópico, de proyecto que aspira a transformar a la persona y, en cierto sentido, abrirle los ojos. Al respecto, Pontón afirma sin medias tintas que, en las ciudades, “muchas personas no tienen ningún tipo de conocimiento de lo que es el campo y de lo que se produce allí”.
“Hay cosas que desde el campo se viven de forma distinta. Y no estamos tan lejos, España tiene mucho campo y es algo que está infravalorado. De hecho, creo que una de sus grandes potencias sin explotar es exactamente esta”, razona. Considera que la pandemia lo corroboró, puesto que, tras el confinamiento, “mucha gente volvió a zonas rurales. “Hay quien se encuentra bien en la ciudad, pero contactar con la naturaleza de vez en cuando, hacer un poco de ejercicio físico al aire libre y aprender a cultivar tu propia comida es bastante satisfactorio”, zanja.
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