Las subidas de los precios de la gasolina y la luz afectan a la sociedad a nivel particular, pero también como consumidores. Al hacer la compra, muchos ven cómo los pequeños comercios a los que han acudido siempre presentan unos precios más elevados.Y los establecimientos que no encarecen sus productos se ven obligados a asumir un coste extra. Sea como fuere, los negocios locales que han sobrevivido a los momentos más duros de la pandemia viven ahora otro bache que no saben si podrán superar.
La nueva tarifa eléctrica por franjas horarias supone un nuevo impedimento para las tiendas de barrio. “La factura ha llegado a incrementarse en muchos casos hasta el 50%”, afirma Raquel Manrique López, responsable de comunicación de la Confederación Española de Comercio. Esto implica, detalla Manrique, que “si una tienda de tamaño medio solía pagar de factura entre 400 y 500 euros al mes, ahora tendrá que sumarle alrededor de 200 euros más”. “Un comercio medio tiene gastos fijos, como el escaparate, las luces o la calefacción. Mientras antes se negociaba con la compañía cuál querías que fuera tu tramo de horas más baratas, ahora la actividad del comercio se concentra en los más caros”, añade.
Crisis del transporte
Además de esto, las tiendas hoy tienen que hacer frente al caos del transporte, causado por la falta de contenedores, el colapso de los puertos y la subida de la demanda. “Todos los años hay que renovar contenedores, que tienen una vida útil de unos cinco años”, explica Manrique. Sin embargo, “en 2020 no se renovaron ni la mitad, por lo que el número de unidades disponible ha caído”, apunta.
Eso sin contar con el desajuste entre la oferta y la demanda, que está produciendo una subida generalizada en los precios del transporte marítimo. “El precio de los fletes marítimos está disparado”, comenta Manrique. “Si antes traer un contenedor desde China podría costar 1.500 euros, ahora el precio se ha multiplicado por siete y hasta por diez, lo que está encareciendo los productos que vienen de fuera”, afirma.
Reacción en cadena
Este colapso causa un problema de suministro, no solo provocado por la falta de materias primas sino también por los retrasos en la llegada de algunos productos. “En el sector de los juguetes, por ejemplo, sabemos que va a haber retrasos de un mes o mes y medio quizá”, concreta la responsable de CEC.
“Es todo una cadena: si nos suben los precios nosotros tenemos que subirlos, y a los transportistas les pasa igual. Al que cosecha trigo también le suben el precio, por lo que tiene que actuar en consecuencia”, afirma Rosana del Peral, encargada de La Golondrina (Madrid). En este establecimiento dedicado a los frutos secos han tenido que subir el precio de todo. “Sobre todo los productos con azúcar”, admiten. A pesar de ello, reconocen la fidelidad del consumidor. “Los clientes vienen igual, todos los días. Al final no se pueden quedar sin estos productos, como las patatas. Un día pueden no comprarlas pero al siguiente las necesitan”, expone Del Peral.
Fruta, verdura, carne e ibéricos
De igual forma se posiciona Valeriano Blanco, que está al frente del puesto de fruta y verdura del Mercadito de San Antonio de la capital. “La gente tiene que comer igual, pero les cuesta mucho más. Los mismos productos les están saliendo más caros”, asegura, al tiempo que reconoce que está teniendo que subir los precios de todos los productos.
Aunque en este pequeño mercado han notado la subida, no todos han tenido que modificar los precios por igual. Así, mientras en pescadería consiguen mantenerse, en carnicería han notado el cambio. “El cerdo ibérico ha subido, el cordero está más caro. La ternera se mantiene… pero lo demás ha subido todo”, indica Javier González Moreno, responsable de esta sección. Por su parte, Cecilio López, quien dirige la charcutería, ha tratado de mirar por el cliente. “Alguna cosa la estoy teniendo que subir de precio, como los jamones, lo ibérico, los quesos frescos… pero el resto no lo hemos subido”, indica. “Estamos pagándolo nosotros”.
“Podemos desaparecer”
Precisamente, los comercios de barrio son los que más están pagando estas subidas de precio. Sus recursos, muy diferentes a los que poseen grandes cadenas alimentarias, hacen que una subida continuada pueda implicar cerrar sus puertas. “Los pequeños comercios siempre tenemos menos recursos y más problemas con estas subidas que los grandes establecimientos”, manifiesta Blanco.
“Nosotros podemos desaparecer”, declara Eusebio Aranda, encargado de la frutería Aragar, en Madrid. “No es solamente el gasoil, la luz nos está sacando un pastón. A lo mejor lo que hay que hacer es cerrar: si eres una tienda pequeña con un volumen pequeño, no puedes soportar que te suban los gastos el doble”, dice. “No puedes subir los productos el doble, porque así no puedes competir”, concluye.