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Los trucos para distinguir una buena miel de una de baja calidad en el súper
La textura o el etiquetado pueden ayudar al consumidor a distinguir cuando se compra un producto más puro o un mix de varias mieles
Abrir el bote de cristal, meter la cuchara y ver que esa especie de oro espeso rebosa. Añadirla en el café matutino o en la infusión de después de comer. Este placer, para muchos, se llama miel. No obstante, encontrar una de calidad en los supermercados no siempre es una tarea fácil. De hecho, existe un fenómeno, cada vez más usado por algunas empresas, basado en mezclar la miel nacional con otras de peor calidad y así lanzar un producto con un precio más competitivo.
Esta estrategia empresarial, sin embargo, va en detrimento del consumidor quien, creyendo que compra una buena miel, adquiere una versión bastante más floja. Además, la apuesta por una miel mezclada, y barata, se lo pone todavía más difícil a los apicultores españoles a la hora de vender y distribuir sus productos. Esta problemática puede desembocar, por otro lado, en la posible desaparición de muchas explotaciones. “En este sector hay crisis desde hace mucho tiempo y todo porque la legislación estatal vigente permite la competencia desleal”, denuncia Mario F. Navarro, miembro de la Asociación Española de Apicultores. Pero, ¿es fácil distinguir una miel de buena calidad de otra que no lo es?
El color y la textura
El color de la miel no determina la calidad de ésta. “Con un buen colorante hasta el sirope de maíz pasaría por miel”, sentencia Rafel Muria, experto de la localidad del Perelló (Tarragona) y quinta generación de apicultores de su familia. Y lo mismo opina Amelia Virginia González, directora del Laboratorio Productos de la Colmena y doctora en biología. Esta experta considera que el color no es un buen indicador para determinar si una ésta es buena o no. “Hay de marrones, doradas, amarillas, rojizas y hasta negras, es muy relativo el concepto de color en este producto”, matiza.
La textura, en cambio, sí que da pistas sobre la nobleza de este producto. “La buena miel varía según la temperatura y, por lo general, en invierno se endurece y en verano se vuelve más líquida”, explica Muria. Además, esta cristalización es debido a la composición, así como el origen botánico de la misma. “Una miel de azahar no tendrá el mismo comportamiento que una de castaño”, señala González. Sin embargo, todas deberían solidificarse en mayor o menor medida. Así, la ausencia de esta transformación advierte de que el consumidor ha adquirido una mezcla. Por otro lado, aunque en España se ponga una fecha de consumo preferente en los tarros, la verdad es que este alimento no caduca.
La importancia de leer bien la etiqueta
Desde 2020, la miel que se compra en España tiene que incluir en su etiquetado los países en los que fue recolectada. Esta normativa refleja una vieja reivindicación del sector apícola y permite al consumidor conocer qué tipo de producto está comprando y, al mismo tiempo, defender la calidad de la producida en España. “Aunque algunos se las ingenian para seguir mezclando y no poner que viene de China”, denuncia Muria, quien añade que “no toda la que viene de China es mala, pero las que llegan al mercado español están cargadas de aditivos y conservantes”, asegura.
Asimismo, este apicultor recomienda “comprar siempre la que tenga una etiqueta de denominación de origen nacional o miel 100 % española”. Y, si aparecen varios porcentajes de diferentes países en el etiquetado, “mejor desconfiar”. En este sentido, el apicultor Navarro critica el hecho de que la legislación actual “permita atribuir como productos nacionales aquellos que sólo contienen un 1 % de miel procedente del país”. Además, asegura, el 80% de la producción nacional se vende a otros países, “sobre todo europeos”.
Si es muy barata, mejor desconfiar
El precio medio de importación de la miel china se situó en 2020 en torno a los 1,35 euros el kilo, mientras los costes de producción medios en España rondaron los tres euros el kilo. Pero la china no es la única que se puede encontrar en el supermercado.
También se importa este producto de Uruguay, Rumania, Portugal o Ucrania y todas son más baratas que las españolas. “El precio final de una miel de origen español va de los 8 hasta los 12 euros. Si cuesta menos de ese precio, no será española, sino que estará mezclada con la de otros países”, apunta Navarro, quien recuerda que la miel española no es cara si se tiene en cuenta que la de otros países, como Francia, ronda los 25 euros el kilo.
El mejor formato y dónde guardarla
El envase de la miel también puede afectar a la calidad de la misma. Para González, doctora en biología, “es mejor que venga en botes de vidrio” porque, de no ser así, “no sabe igual”. Además, con el plástico es más fácil que coja sabor o se caliente con mayor facilidad.
Asimismo, más allá del debate sobre el material utilizado, algunos especialistas abogan por un envase transparente, aunque otros no le dan tanta importancia a este detalle. “Para mí no hay tanta diferencia, aunque entiendo que el consumidor prefiera el bote transparente para poder ver el producto”, añade González. Y el sitio idóneo para guardarla tiene que ser seco, porque “este producto no quiere ni humedad, ni calor, y el bote debe estar siempre tapado y jamás en la nevera”, concluye Muria.
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