La fecha de caducidad de un alimento es la información clave para saber si cuándo se puede consumir y cuándo no. Ahora bien, si una persona quiere preparar una tortilla o un revuelto y esa fecha no se distingue bien en la cáscara de los huevos, existe un truco para dilucidar si están frescos o no.
Es muy sencillo: basta con introducir un huevo en un vaso de agua y observar si flota. Si no flota en absoluto y toca el fondo en posición vertical, el huevo está fresco. Si, por el contrario, el huevo sube a la superficie, significa que ya tiene un tiempo (en torno a un mes) y no es recomendable comerlo. Si se queda en un punto intermedio (toca el fondo del vaso, pero se coloca en vertical), tendrá unas tres semanas.
Más aire en el interior del huevo
La explicación es sencilla: conforme pasan los días, el aire va entrando al huevo a través de los poros de la cáscara y queda retenido en la cámara de aire. Así, cuanto más tiempo pasa, la mayor cantidad de aire hace que el huevo sea menos denso y flote.
Por otra parte, los huevos que se compran en el supermercado contienen una identificación numérica que muestra cómo se ha criado la gallina. Aparecen en los primeros dígitos y hay cuatro categorías: del 0 al 3. El nivel 0 es el más alto y corresponde a los ecológicos, mientras que el 3 corresponde a las gallinas criadas en jaulas o en batería.