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La trampa de algunas marcas con el etiquetado de la carne picada: no siempre lo es al 100 %
La mayoría de estos productos incluyen otros ingredientes como sal, antioxidantes o concentrados de remolacha para facilitar su conservación, y la ley es muy clara el respecto
Una salsa boloñesa, albóndigas, berenjenas rellenas o una hamburguesa. La carne picada es un ingrediente habitual en muchas recetas, pero también un producto delicado del que conviene conocer sus características antes de comprarlo. Y es que los etiquetados de carne picada pueden generar confusión al consumidor, pues la mayoría de estos productos cuentan con otros ingredientes añadidos que impiden que se pueda comercializar como carne.
“Para que un producto se pueda llamar carne solo puede llevar carne y como mucho, sal, y menos del 1 %”, escribía en redes el tecnólogo alimentario y divulgador Miguel Ángel Lurueña. Lo hacía junto a la fotografía del envase de un preparado de carne en el que se puede leer con letras grandes la palabra “Picada”.
¿Carne picada o preparado de carne?
Según explica el propio Lurueña, esa denominación “puede hacernos pensar que se trata de carne picada, es decir, carne y nada más”. Pero lo cierto es que, si se revisa la información nutricional del producto, la composición es de 95 % de carne y 5 % de otros ingredientes como agua, antioxidantes, sal, concentrado de remolacha y fermentos lácticos.
Es poco habitual encontrar carne picada envasada porque tiene una caducidad muy corta, de unas 24 horas. Por eso, la industria suele comercializarla con añadidos y componentes para prolongar su conservación, motivo por el que no se puede denominar “carne”.
Qué dice la ley
Según establece el Real Decreto 1376/2003 por el que se marcan las condiciones sanitarias de producción, almacenamiento y comercialización de las carnes frescas, “se denominará preparado de carne a los productos elaborados con las carnes o las carnes picadas a las que se les hayan añadido otros productos alimenticios condimentos o aditivos”.
Ya que, de esta forma, se modifica “la estructura celular de la carne en la parte central de la superficie de corte y hace desaparecer la característica de la carne fresca”, detalla el texto.
Aprender a leer los etiquetados
“Los etiquetados deberían ser lo más claros posibles en la presentación del envase de los productos para evitar que el consumidor se genere una idea errónea de lo que está comprando”, opina Jesús García, tecnólogo alimentario. Según explica este especialista a Consumidor Global, “es habitual encontrar etiquetas de productos que dan a entender una cosa que no se corresponde con la composición real y los ingredientes del artículo”.
Además, García insiste en la importancia de la pedagogía y la concienciación para que los consumidores aprendan a entender bien los etiquetados. “Hay que hacer un esfuerzo para que el consumidor sea capaz de leer sin problemas el etiquetado y no se caiga en errores de suposición por la presentación de los productos”, concluye.
Acudir a la carnicería de confianza
Frente a los preparados de carne, que cuentan con más grasa, aditivos y peor calidad, los expertos recomiendan comprar la carne picada en “carnicerías de confianza” donde se cumplan las normas de higiene.
Es cierto que, en este caso, la carne picada hay que consumirla antes de 24 horas y guardarla bien envuelta en la parte más fría del frigorífico durante ese tiempo. Así se evita la contaminación por cualquier germen o bacteria. Finalmente, la opción más segura de todas es picar la carne en casa con algún robot de cocina justo en el momento en el que se vaya a consumir.
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