Algunos de los platos más representativos de la gastronomía española provienen de la llamada cocina de aprovechamiento, recetas para sacar el máximo partido a la comida y no tener que tirar nada. Es el caso de las croquetas, para las que tradicionalmente se utilizan las sobras del cocido, o de la sopa de pan, en la que el principal ingrediente es el excedente de los chuscos duros de días anteriores. De esta filosofía derivó la costumbre de besar el pan antes de tirarlo, un alimento casi sagrado, aunque ahora acaba en la basura sin muchos remordimientos.
A día de hoy, tener un plato en la mesa es, para la gran mayoría, algo tan común que el valor de los alimentos ha pasado a un segundo plano. Lo corroboran los datos de la FAO que concluyen que los españoles tiran al contenedor casi ocho millones de toneladas de alimentos al año, es decir, unos 170 kilogramos por persona, lo que convierte a España en el séptimo país de la Unión Europea que más despilfarra. En términos económicos, toda esa comida desperdiciada se traduce en 3.000 millones de euros anuales, unos 64 euros por habitante, según cálculos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
Un ahorro económico
Evitar que los alimentos se caduquen o darles uso a las sobras es beneficioso para el bolsillo de los consumidores. De hecho, en una familia de cuatro miembros el ahorro puede ser superior a los 250 euros anuales, según un dato de la Confederación Española de Cooperativas de Consumidores y Usuarios. Y otra manera de ahorrar dinero, más del siglo XXI, es utilizar aplicaciones que conectan a los consumidores con establecimientos de comida, como panaderías y fruterías, para que puedan comprar a un precio más reducido el excedente de producto que les sobra a las tiendas al final del día.
“Los negocios obtienen un beneficio que daban por perdido, mientras los clientes compran productos de calidad con un ahorro cercano al 60 % del precio real”, explica a Consumidor Global Carlos García, portavoz de Too Good To Go, una de estas apps. García ejemplifica la dinámica con una panadería que, a punto de acabar la jornada, crea un pack que vale nueve euros y que incluye pan, empanada y bollería a la que no ha podido dar salida. “A través de la app, sin embargo, un consumidor pagará por ese pack tres euros, es decir, un tercio de lo que habría abonado al inicio del día”, añade García.
Recetas de aprovechamiento
Los consumidores libran su propia batalla contra el despilfarro en casa. “Aunque la sociedad está cada vez más concienciada, las cifras siguen siendo alarmantes”, lamenta Toni Massanés, director de la Fundación Alicia, que trabaja para mejorar los hábitos alimentarios. Una de las opciones para reducir la cantidad de comida que acaba en la basura en los hogares españoles es volver a las recetas de aprovechamiento, “algo que no es nuevo, pero que hemos olvidado casi por completo”, matiza. De hecho, este experto recuerda que la generación de nuestros abuelos lo aprovechaba todo, “no porque pensaran en la sostenibilidad del planeta, sino en sus bolsillos y en el ahorro que reutilizar comida suponía”.
Además, Massanés recomienda decidir qué se va a comer con la nevera abierta, pues así se puede ver qué alimentos están a punto de caducar o cuáles han sobrado de días anteriores y urge consumir. “Hay que ver los restos de comida como una oportunidad y no como un desperdicio, pues no están menos deliciosos que los días anteriores”, agrega. También es importante no comprar promociones en alimentos perecederos, pues “nos llevamos más cantidad de comida pensando en la oferta económica, pero sale más caro porque se echan a perder”. Y, por último, Massanés recuerda que las frutas y verduras de temporada aguantan más tiempo, lo que puede ayudar a darles salida.
Donar el excedente
Utilizar la aplicación ya mencionada u otras similares, como Nice To Eat You o Komefy, es una manera sencilla de que los consumidores ayuden a reducir el desperdicio de comida en establecimientos de alimentación. Pero muchas empresas también cuentan con estrategias pensadas con ese mismo objetivo. Es el caso de la cadena Rodilla. “Los sándwiches se elaboran el mismo día y en función de la venta, por lo que el stock está muy controlado para que no sobre nada”, cuenta a este medio Ángel Fernández, director de marketing de la compañía.
Además de una correcta planificación, “el poco producto al que no se le da salida se dona a comedores sociales”, matiza Fernández. Esta práctica, cada vez más común, también la practican varios supermercados, donde, según datos de la consultora Nielsen y de Aecoc, el 12 % de los excedentes se donan a comedores sociales o bancos de alimentos y el 83 % de los distribuidores tienen un plan contra el despilfarro alimentario, como identificar y reducir el precio de los alimentos a punto de caducar.