La puerta siempre está abierta. En la entrada hay una carretilla de plantas comestibles y en el interior un huerto vertical. El suelo, de madera, es cálido, y suena una música relajante. No hay pasillos estrechos entre lineales, y el aceite, los productos de limpieza, e incluso las hamburguesas se venden a granel. Reinan el orden y la paz. ¿Estamos en un supermercado o en una herboristería?
“Este sitio es nuevo”, comenta un anciano en voz alta al pasar por delante de Linverd, el primer supermercado que intenta funcionar sin plásticos de Cataluña ubicado en la calle Provenza del ensanche barcelonés. “Ahora hay muchas tiendas ecológicas, pero lo que me gusta de Lindverd es que funciona sin plástico. Nosotros somos plasticarianos, ¿sabes?”, comenta Pilar Carrillo, una clienta que lo descubrió “por casualidad” al salir de una visita médica en el edificio colindante. Y es que este súper con sus cestas de esparto y las coloridas colmenas de alimentos a granel no es un súper al uso.
¿Cómo funciona?
Ofrece casi lo mismo que un supermercado normal, pero ha sustituido los omnipresentes envases de plástico por envoltorios de cartón, papel, vidrio, metales reciclables, celulosa y cera de abeja. De hecho, el único plástico que se ve en Linverd es el de las decenas de contenedores de los alimentos a granel, que van desde frutos secos y legumbres, hasta pastas, harinas y superalimentos. “Si fueran de cristal sería peligroso porque los clientes apoyan sus frascos y podrían romperse”, se defiende Jordi Vives, uno de los dos socios del negocio.
Además, la mayoría de frutas y verduras frescas son de la cooperativa catalana Hortec, que practica el conreo 100 % ecológico. Los plátanos, por ejemplo, son de canarias, y los kiwis de Málaga. “Aquí no hacemos feos a nadie”, remarca Vives. También tienen vinos ecológicos, cavas orgánicos y venden todos los productos de limpieza, desde gel hasta detergente o abrillantador, a granel. “La idea es que los clientes vengan con sus envases y se sirvan”, añade. Y por si aparece algún despistado, tienen una estantería de accesorios con botellas y frascos de cristal que pueden ser reutilizados tantas veces como se desee.
¿Y qué tal de precio?
Doce rollos de papel higiénico reciclado, por ejemplo, cuestan 3,85 euros, lo mismo que en cualquier otro supermercado. Los productos de cosmética natural, que van en envases biodegradables libres de plásticos, sí son más caros que los normales y tienen una oferta reducida, pero cuando se termina la crema no se genera desperdicio alguno. Los superalimentos, por lo general, tienen un precio elevado, y el aceite de oliva virgen extra, que también se vende a granel, va a 7 euros el litro. El manojo de espinacas de Montserrat está a 1,99 euros y la lechuga de Almería a 1,35 euros. “A mí lo que me place es comprar producto de proximidad que sé que es sano para los míos”, explica una clienta de mediana edad.
“Considero que lo venden todo a un precio ajustado”, apunta Carrillo, que ya se ha convertido en consumidora habitual. “Si un día no puedo bajar, lo compro online”, añade. Por ahora, el 95 % de las ventas de esta tienda se producen de forma presencial, mientras que el canal online sólo representa el 5 % restante. Por su parte, Vives insiste en que la filosofía del local es que “la gente compre realmente lo que necesita, y eso, casi siempre, acaba saliendo barato”.
Asignaturas pendientes y un 1 % de plástico
En Linverd se pueden adquirir hamburguesas veganas a granel que cada usuario coge directamente de un pequeño congelador, pero no hay ni rastro de carne ni de pescado a excepción de alguna lata de atún ecológico. “Lo probamos con el pollo, pero nos enviaban el pollo entero y no había manera de presentarlo. La verdad es que todavía no hemos encontrado a los proveedores adecuados que nos permitan ofertar carne o pescado sin plástico”, se justifica Vives. Otro de los aspectos a mejorar de Linverd es que toda la oferta de vinos, cervezas y vermuts se presenta en botellas o latas.
Asimismo, algunos de los alimentos que venden a granel en este supermercado les son entregados por los proveedores en grandes bolsas de plástico que después reciclan --el equipo de Consumidor Global así lo ha comprobado en la trastienda del establecimiento--.
Productos y una calma difíciles de encontrar
“Yo compro comida ecológica desde que abrió Veritas, pero han evolucionado poco. Aquí tienen una variedad de especias brutal y encuentro productos que no tienen en otros sitios”, explica Carrillo. En Linverd se puede comprar desde un estropajo de coco biodegradable, hasta pasta con espirulina y kombucha a granel. Otro de sus hits, que representa a la perfección la filosofía de la tienda, es un pequeño huerto vertical en el que se puede comprar tomillo, perejil o albahaca en el mismo sitio en el que se ha plantado.
“De vez en cuando viene alguna persona mayor y se emociona porque recuerda cómo, cuando era pequeño, iba al colmado y compraban a granel” explica Vives. El espíritu de este local, aunque nuevo en aspecto, recuerda a los de antaño con una atención cercana, sin apenas plásticos, para hacer la compra con pausa y charlar con los trabajadores y otros consumidores sobre la procedencia de los pistachos, por ejemplo. Puede parecer una utopía, pero es una realidad en los tiempos líquidos que corren.