Es versátil, es fácil de cocinar, es económico… y es un clásico. El pollo es un alimento básico en la dieta de muchos españoles y es la estrella en los menús de deportistas que buscan consumir alimentos sin grasa. Entre las propiedades de esta carne figuran nutrientes como la vitamina B6 y el hierro, además del selenio o el calcio.
Asimismo, la proteína magra que contiene es saciante, lo que ayuda a controlar el apetito. No obstante, consumir pollo todos los días también puede tener efectos negativos para el cuerpo. Por ejemplo, sus grasas saturadas pueden acarrear problemas de salud, como enfermedades cardíacas y diabetes. Por eso, es más recomendable consumir pollo sin piel y optar las pechugas antes que por los muslos o las alas.
Aumento del nivel de colesterol
Aunque el pollo es una carne blanca, su consumo excesivo puede aumentar los niveles de colesterol 'malo'. Ocurre lo mismo con el pavo, el conejo o el cordero.
La forma en la que se prepara el pollo también es relevante, así que es preferible asarlo u hornearlo que consumirlo frito. Asimismo, hay que tener mucho ojo con las salsas que se agregan, ya que ciertos condimentos multiplican las grasas y calorías.
Cantidad recomendada
Por último, también es importante medir las cantidades. Según los nutricionistas, un tamaño razonable sería un filete de pollo del tamaño de la palma de la mano.
En cuanto a la frecuencia, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) recomendó en una de sus guías consumir un máximo de 3 raciones semanales de carne, preferentemente blanca, de aves y conejo. Así, este consumo equivaldría a entre 300 y 375 gramos de carne a la semana en total.