En ocasiones, elegir entre varios productos en un supermercado se convierte en todo un reto. A la gran variedad de marcas y ofertas que existe, se suman frases como “bajo contenido de azúcares” o “sin grasas”, que hacen dudar aún más. ¿Es más sano el alimento que acompaña a esta oración?
Este tipo de enunciados aparecen en el envase de los productos para ayudar al consumidor a hacer una compra instruida. Se conocen como declaraciones nutricionales y dan a entender que un alimento posee propiedades beneficiosas y específicas, en relación con los nutrientes que contiene, o que no.
Reguladas por ley
“Este tipo de frases sirven para destacar una cualidad nutricional y sacar del anonimato a un producto del supermercado”, explica a Consumidor Global Agustín Palma, experto en gestión de riesgos nutricionales de la Asociación Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan).
En este sentido, estas declaraciones nutricionales no son una invención del fabricante. “Existen 31 alegaciones autorizadas y reguladas por ley que se basan en informaciones contrastadas científicamente”, matiza el experto.
Información extra
Todos los alimentos cuentan con un etiquetado para que el consumidor pueda tomar una decisión de compra informada y hacer un uso seguro y adecuado de los mismos. De hecho, siete de cada 10 españoles afirman leer el etiquetado siempre o casi siempre, según el Barómetro del clima de confianza del sector agroalimentario de 2019, realizado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
“El etiquetado obligatorio incluye aspectos esenciales desde el punto de vista sanitario, como la fecha de consumo preferente o de caducidad, la lista de ingredientes, con los alérgenos destacados, o las indicaciones de uso”, detalla Palma. No obstante, las declaraciones nutricionales se ubican en el grupo del etiquetado voluntario. “Si un operador quiere añadirlas a un producto suyo porque cumple con las condiciones de uso y con unas determinadas cualidades, puede hacerlo para destacar su producto, aunque no es obligatorio”, añade el directivo de la Aesan.
El gancho del sin azúcar
“Algunas declaraciones van enfocadas a decir al consumidor que un producto tiene menos cantidad de algo o que no tiene. Y para poder decir una cosa u otra se tienen que cumplir con unas condiciones de uso que hay establecidas”, resume el técnico.
Así, en el caso de las tres declaraciones referidas a los azúcares, solo se puede declarar que un alimento tiene bajo contenido de azúcares si el producto no contiene más de cinco gramos de azúcares por 100 gramos de producto en el caso de los sólidos, o 2,5 gramos por cada 100 mililitros en el caso de los líquidos. La declaración sin azúcares “es más restrictiva y sólo se puede poner si el producto tiene menos de 0,5 gramos de azúcares por cada 100 gramos o mililitros de producto”, subraya Palma. Por último, se pueden encontrar en el supermercado alimentos sin azúcares añadidos. Sin embargo, no se debe de entender esta alegación nutricional como que el alimento no contiene azúcares, “sino que no se ha añadido al producto ningún tipo de azúcar ni otro alimento utilizado por sus propiedades edulcorantes, como puede ser el mosto de uva o la miel”. En este último caso, se debe matizar, si procede, que el producto “contiene azúcares naturalmente presentes”.
Las grasas
En el caso de las grasas, los alimentos pueden llevar cuatro declaraciones diferentes. Se puede afirmar que un producto tiene bajo contenido de grasa si no contiene más de tres gramos de grasa por 100 gramos en el caso de los sólidos o 1,5 gramos por 100 mililitros en el caso de los líquidos. Para que un alimento sea libre de grasas, no debe contener más de 0,5 gramos de grasa por 100 gramos o mililitros. Y si el enunciado afirma que el alimento tiene bajo contenido de grasas saturadas significa que la suma de ácidos grasos saturados y de ácidos grasos trans no es superior a 1,5 gramos por cada 100 gramos de sólido y 0,75 gramos por cada 100 mililitros y, en cualquier caso, dicha suma no deberá aportar más del 10% del valor energético. Por último, será un alimento sin grasas saturadas si la mencionada suma es inferior a 0,1 gramos por 100 gramos o mililitros.
“Toda la información que un fabricante quiere y debe dar al consumidor se realiza a través de la etiqueta, por eso la información que ésta contiene es tan importante”, recuerda Palma. Para evitar posibles confusiones, “no se pueden atribuir las propiedades de prevenir, tratar o curar enfermedades humanas, ya que Estas son propiedades restringidas a los medicamentos, ni hacer referencia al ritmo o la magnitud de la pérdida de peso”, concluye este experto.