Durante febrero y parte de marzo, los consumidores británicos tuvieron problemas para encontrar verduras y frutas frescas en sus supermercados porque grandes cadenas de alimentación (entre ellas, gigantes como Lidl, Tesco, Aldi y Morrison’s) limitaron la cantidad de verdura que los consumidores podían comprar: tres tomates, pimientos, lechugas o pepinos por persona. Algunas de esas verduras venían de España.
Según publicaron medios ingleses, la carestía se explicaba por una explosiva conjunción de sequía (que habría mermado las cosechas de diferentes proveedores), inflación y la burocracia derivada del Brexit, que retrasaba los trámites. Los nervios de algunos consumidores hicieron el resto. Con todo, los ingleses no han pasado esta vez por lo de sangre, sudor y lágrimas: a mediados de marzo estas cadenas levantaron sus limitaciones, pero ahora que la tormenta ha pasado se dibuja en el aire la pregunta de quién es el responsable último de esta prohibición y si puede volver a ocurrir.
Mal tiempo y problemas de transporte
El pasado viernes 10 de marzo, Skynews publicó la buena nueva: las últimas restricciones habían cesado. “Los compradores comenzaron a compartir su frustración por la escasez de tomates alrededor del 20 de febrero, y los supermercados respondieron diciendo que una combinación de mal tiempo y problemas de transporte relacionados en el norte de África y Europa estaban causando importantes problemas de suministro”, escribió el periodista Samuel Osborne.
Según arguyó entonces la patronal británica, la medida quería frenar las compras “nerviosas”, es decir, la acumulación estimulada por el pánico. Pero los supermercados, en lugar de entonar el mea culpa y traer más alimentos, aunque procedieran de otros países, responsabilizaron a sus proveedores en España y Marruecos, que habrían reducido su producción.
Contratos cumplidos
Sin embargo, desde la Federación Española de Asociaciones de Productores Exportadores de Frutas y Hortalizas (Fepex) cuentan a Consumidor Global que, cuando ocurrieron todas estas incidencias, su posición institucional fue la de remarcar que los proveedores españoles habían cumplido los contratos establecidos.
Sí reconocen fuentes de la entidad que en determinados casos bajó muy ligeramente la producción española, pero en esas ocasiones los productores se organizaron para que no hubiese caídas que afectasen a sus compradores. Asimismo, desde Fepex deslizan que quizá las previsiones de los supermercados británicos que implementaron restricciones sí “pudieran tener sus deficiencias”.
“No fue un problema de los proveedores”
De este modo, habría sido una mala planificación empresarial, y no una merma del agricultor español, la que explicaría estas medidas de control en el país. Sea como fuere, desde Fepex tampoco se atreven a afirmar con rotundidad que esta situación no se va a repetir. “Es un mercado cambiante y la situación es de incertidumbre. Pero los proveedores importantes trabajan con volúmenes muy grandes”, agregan, y los números se hacen con mucho tiempo de antelación. Así, remarcan que “no fue un problema de los proveedores” y que tampoco es posible anticipar el futuro.
Mariano Bueno es divulgador, experto en horticultura y agricultura ecológica; y conoce los vaivenes de la cadena de suministros. Tampoco cree él que se pueda responsabilizar al agricultor. “Recordemos lo que sucedió con el aceite de oliva el año pasado. Cayó muchísimo la producción y el precio del litro se disparó. En este caso es algo parecido”, compara. Las grandes cadenas tienen una serie de precios más o menos estandarizados, expone Bueno, así que los supermercados británicos se enfrentaban a la disyuntiva de comprar más verduras más caras… o capear su relativa escasez.
Pillarse los dedos
Estas empresas trabajan con pedidos de toneladas de alimentos y hacen las previsiones con antelación. Si los distribuidores compraban la fruta y la verdura más cara a sus proveedores, como lo estaba y lo está ahora, trastocaban mucho sus márgenes. Y, si de un día para otro cambiaba el tiempo y el precio de esos productos caía, Tesco, Aldi y compañía “se pillaban los dedos”, razona Bueno. Prefirieron quedarse sin ellos y “cargarle el muerto a otro, por así decir”.
“Este año, con la inflación, la guerra y los transportes, casi todos los productos agrícolas se han disparado”, afirma este experto. Con todo, estos podrían ser los primeros compases de una carestía seria para el Reino Unido. Esta misma semana, la cadena de pubs Wetherspoons ha recortado algunos ingredientes de su popular desayuno inglés (un contundente plato con dos salchichas, tocino, dos huevos fritos, champiñones, un tomate y unas tostadas), y ha comunicado que de momento no servirá tomate. Su suministro podría no regresar a niveles normales hasta principios de mayo.
Problemas con el tomate
Los restaurantes italianos del país vivieron una situación similar. A finales de febrero, pizzerías y restaurantes transalpinos se vieron obligados a reducir la cantidad de salsa de tomate de sus platos. El precio de estos alimentos aumentó cuatro veces el año pasado, de 5 a 20 libras por caja, mientras que el de los tomates enlatados se ha duplicado, de 15 a 30 libras por caja, según datos de la Federación de Cocineros Italianos del Reino Unido.
A pesar de que las restricciones han terminado, el panorama no es alentador: el miércoles 22 de marzo, las autoridades británicas confirmaron que la inflación del país había escalado hasta el 10,4 %, un incremento inesperado del que tiraba, en parte, el precio de los alimentos frescos.