Quedar para tomar el vermut es una de las tradiciones más arraigadas de España. Los nuevos hábitos han relegado esta popular bebida, ahora la rubia de barril reina a sus anchas, mientras las copas de vino le pisan los talones. No obstante, la costumbre mantiene su buena salud como la coletilla perfecta de cualquier fin de semana. Con los amigos o con la familia, las terrazas de los bares se convierten en el centro neurálgico de la vida social del país, el the place to be, que dirían los británicos. Un buen vermut va acompañado de un rico picoteo, aunque no muy consistente, porque la auténtica función de este aperitivo es la de alentar el hambre. Por lo general, sobre las mesas destacan una lata de conservas, ya sean berberechos, mejillones o navajas, unas aceitunas y unas patatas fritas tipo chips.
Y como buena princesa del pueblo, Belén Esteban también es fiel a las cañas con amigos. Por ello, con su recién estrenada faceta de empresaria, la colaboradora de Telecinco ha querido homenajear la hora del vermut y estrenar lo que para ella son sus “patatas fritas soñadas”. Sí, Sabores de la Esteban, la empresa de alimentación más mediática del momento --con permiso de Realfooding de Carlos Ríos-- ha lanzado unas chips al más puro estilo tradicional y por el módico precio de 1,50 euros la bolsa de 130 gramos. Se venden en supermercados El Corte Inglés, Dia, Carrefour y también en Alcampo. No obstante, por devota del vermut que sea, ¿aprobaran los clientes de un típico bar de pueblo las patatas de la Esteban?
“Les faltan sal”
Es la 1 del mediodía y el sol del verano da sus últimos coletazos de despedida. El bar está situado en el parque del pueblo, junto al ayuntamiento, como si se tratara de una extensión más del gobierno local. No hay mejor lugar para poner a prueba las patatas de la Esteban y, además, el jurado no es uno cualquiera, sino que es uno de pueblo, de pueblo pequeño, donde el vermut se lleva en el ADN. Y es que, aunque los pueblos no pueden competir con las ciudades en cuanto a la cantidad y la variedad de oferta de ocio, pocos vermuts se pueden equiparar a los que se hacen aquí. El público es variado, comprende desde jóvenes de 16 años mirando tiktoks a hombres mayores que juegan a las cartas y fuman caliqueños. Un popurrí de edades y una sola misión: ¿comprobar cómo saben las patatas?
“Están buenas, pero no las compraría porque son de la Esteban”, comenta Kevin García Bellés, mecánico de 26 años. “Hay que separar a la artista de la empresaria”, matiza Ángela P. Lluch, situada a la derecha de Bellés, también de 26 y abogada. Lluch se declara muy patatera, “ella sabe de esto”, aseveran sus compañeros de mesa. A su juicio, las de la Esteban le agradan mucho, aunque Lluch medita y añade: “Puede que le falten algo de sal”. Una opinión que también comparte Mateo Sandoval, otro de los miembros del grupo. José Ferré, de 58 años y empresario, no comprende un fin de semana sin hacer el vermut. “El sábado con los amigos, el domingo con la familia”, apunta el mismo. “Soy un clásico”, se define, por ello en su compra siempre hay dos opciones recurrentes: las Lays Gourmet o las Santana. Belén Esteban no le inspira mucha confianza, pero si hay que probar las patatas, se prueban. “Son patatas de churrería, las típicas que comprarías en una feria”, admite Ferré, quien aún no concibe que la Esteban haya lanzado tal producto. “¿Dónde has dicho que se venden?”, pregunta.
¿Qué opinan los nutricionistas?
“Las patatas fritas son un producto ultraprocesado y poco saludables. No aconsejo su consumo ni siquiera esporádicamente”, asevera rotundamente Carlos Palomo, nutricionista en la consulta de Vitasane de Sevilla. Nada nuevo bajo el sol, teniendo en cuenta que este snack es uno de los archienemigos de cualquier dieta. Aun así, las papas de Belén tienen pocos ingredientes y esto siempre es bien valorado entre los nutricionistas.
En concreto, las de Sabores de la Esteban sólo tienen: patatas, aceite de girasol, de oliva y sal. “Las patatas no son naturales como las cremas, pero es que a la hora del aperitivo una buena patata frita es clave”, explicó la vecina de Paracuellos en la presentación del producto. De hecho, aunque el artículo de la Esteban sea un ultraprocesado nada recomendable por ningún profesional de la alimentación, es una de las opciones más sensatas de los lineales del supermercado gracias a la simpleza de sus ingredientes. Por ejemplo, las Pringles están compuestas a base de puré de patatas, mientras que las de sabor jamón, campesinas o queso obtienen su toque base de aditivos y saborizantes. Aun así, y como incide Palomo, hay que recordar que este tipo de alimentos tienen un alto contenido en sal y en grasas saturadas y que un consumo excesivo puede “acarrear enfermedades cardiovasculares y hasta incluso cáncer”.
Patatas con aceite de oliva, una rara avis
En el supermercado no abundan las opciones de patatas fritas de bolsa con aceite de oliva. En vez de añadir este aliño, la mayoría de empresas para abaratar costes, se decantan por aceites de baja calidad o por el de girasol. En la actualidad, con aceite de oliva, aparte de las chips de Sabores de la Esteban, en los lineales del supermercado también se venden las Frit Ravich que cuestan 1,86 euros, las Marinas que cuestan 1,99 euros o las Lays Mediterráneas que ascienden a 1,99 euros. Por lo general, este plus de oro líquido se paga, y los productos con este aliño se venden más caros que los que prescinden de él.
Pero como explica Palomo a Consumidor Global, “en cuestión de fritura, el de oliva no es tan ventajoso respecto a otros aceites”. De hecho, tal y como señala este experto, cuando se trata de un producto frito es más recomendable cocinar con aceite de girasol. “Es más estable, el de oliva se quema antes y crea más agentes tóxicos, como grasas trans e insaturadas”, incide el especialista. En este caso, las patatas de la Esteban están fritas con aceite de girasol, y el de oliva se añade al final, para marcarlas y darles el característico sabor de este aliño que se aprecia nada más abrir la bolsa.