La degradación del plástico derivado de la actividad humana genera residuos del tamaño de un micrómetro, el equivalente a la punta de un cabello. Estos microplásticos afectan a los diversos ecosistemas y a los seres que los habitan a través de su ingesta y porque contaminan el entorno.
Éste es el caso de las abejas. De hecho, un estudio español ha detectado microplásticos en estos insectos, lo que significa que esos mismos residuos acaban en la miel que los consumidores adquieren. Las partículas de plástico son tan diminutas que el viento las transporta hasta las flores donde las abejas realizan su actividad y cuando dichos residuos se adhieren al tórax, abdomen, patas y alas, las obreras las transportan hasta el panal. Así lo ha detectado, por vez primera, un equipo de investigación de la Universidad de Almería (UAL) tras analizar diecinueve colmenas situadas en Copenhague (Dinamarca) y recoger los cuerpos sin vida de 4.187 abejas.
Hasta 13 tipos de plásticos
En concreto, los expertos hallaron en las abejas 13 tipos distintos de microplásticos como el polietileno, que contienen botellas y cables, o el acetato de polivinilo, presente en pegamentos y adhesivos. El estudio, titulado Las abejas como muestreadoras activas de microplásticos, ha sido publicado en la revista Science of the Total Enviroment.
Pero esto es un primer paso y los investigadores españoles quieren continuar con el estudio para diseñar sistemas de evaluación de calidad de productos como la miel o las verduras.