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Los jóvenes ‘pasan’ de esta carne tradicional, aunque es sana y barata
El conejo ha perdido presencia en la gastronomía española, a pesar de que es un alimento económico y de proximidad
Cuando una persona empieza a seguir una dieta estricta, el abanico de carnes se reduce mucho. Algo de pavo, quizá unas lonchas ocasionales de jamón cocido, y, sobre todo, pollo. Pollo a la plancha, en las ensaladas, con arroz integral…. Frente a la monotonía del pollo, una carne, olvidada por algunos, pero barata y de calidad, es la de conejo.
Se trata de un alimento de proximidad, que los jóvenes no consumen de manera habitual y que tampoco tiene mucha presencia en los supermercados, pero con buenos índices nutricionales y muy apreciada en la cocina tradicional española.
Una carne que no llega a los jóvenes
En la feria Meet Attraction, en Madrid, la industria cárnica ha sacado pecho (y lomo, y patas, y cuartos traseros) con la presentación de solomillos, entrecots y jamón ibérico. Entre toda la potencia roja del sector, el conejo se erige, por otra parte, como una alternativa pequeña, pero clara. María Luz de Santos, directora gerente de la Organización Interprofesional para impulsar el Sector Cunícula (Intercun), explica a Consumidor Global que, sin embargo, su consumo en los hogares españoles, lamentablemente, decrece.
“Nos cuesta llegar a la gente joven”, relata. De Santos expone que existe “cierto desconocimiento” en ciertas generaciones sobre los nuevos formatos: “La gente cree todavía que es algo muy tradicional, cuyo preparado requiere tiempo y esfuerzo, pero existen muslos de conejo deshuesados, y también hamburguesas o salchichas”, revela.
Escasa oferta en los supermercados
En los supermercados, este pequeño hervíboro no es tan popular. Por ejemplo, en la web de Dia se puede comprar medio conejo troceado (una bandeja de aproximadamente 990 gramos) por 6,92 euros. La otra opción es comprar el de la marca Hermi, que viene entero. Por su parte, en Mercadona aumentan las posibilidades: se puede comprar un conejo entero troceado, medio, o medio a cuartos. Todas las opciones son asequibles: la bandeja de 1,3 kilogramos de conejo entero cuesta menos de 9 euros.
Una de las cadenas en la que más opciones hay es Alcampo, donde se pueden comprar lomos de conejo cortado en trozos o muslos. “Quizá existe también dificultad a la hora de llegar a la gran distribución”, expresa la directora de Intercun, que, si bien no critica la postura de los supermercados, cree que es “un poco injusto” que el consumo “no cale tanto”. Lo achaca a posibles fallos en la estrategia de comunicación del sector. Pero la carne de este animal sí se puede encontrar en restaurantes.
La quinta carne más consumida
“Con el confinamiento, se recuperó el consumo de este producto, pero en 2021 hemos vuelto a caer”, explica. Es paradójico que, en un momento en el que se critican las macrogranjas, se pone el énfasis en la sostenibilidad y el producto local, el conejo permanezca agazapado. “Es un alimento clásico de la dieta mediterránea, tiene mucha versatilidad y se cocina de forma rápida y sencilla, tanto para ensaladas y a la plancha como para añadirlo a arroces”, defiende de Santos.
Según afirma el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, esta variedad de carne es la quinta más consumida en España “tras el porcino, aves, vacuno y ovino-caprino, aunque guarda un importante componente cultural”. El organismo añade que el mercado español es “uno de los principales productores mundiales de carne de conejo, liderando junto con Italia y Francia la producción en la UE”. No obstante, los datos muestran el declive: mientras en 2008 se producían casi 61.000 toneladas de carne de este animal, en la actualidad no superan las 52.000. Por comunidades, las que más producen son Castilla y León y Cataluña.
Muy presente en paellas
Rubén Fenollar, maestro arrocero que ha sido premiado en varias ocasiones, explica a este medio que él sí añade conejo a su receta. “La paella valenciana, con los ingredientes que certifican que es una paella valenciana, sí que lleva. Pero la original, la primera receta que se encuentra, no. En esa época había otros tipos de carne, como la rata de marjal, que era como un topo. También se le ponía anguila y otras cosas”, relata.
Este cocinero añade que el conejo es una carne con muy poco contenido de grasa, así que entiende que “los deportistas y todos lo que siguen una alimentación healthy” lo valoren.
Kilómetro cero y sostenibilidad
Según de Santos, entre las bondades de la carne de este animal figura el hecho de que está “perfectamente alineada con los objetivos de sostenibilidad y kilómetro cero”. Añade que el sector es “prácticamente neutro en cuanto a huella de carbono”.
Bajo el punto de vista de esta experta, el mayor obstáculo reside en que la forma de comer de los jóvenes ha cambiado. “Quieren comer alimentos sanos, pero también dedicar poco tiempo a la cocina. Para eso están nuestros formatos en medallones o en lomos, que se pueden consumidor directamente con una salsa”.
Buenos índices nutricionales
A nivel nutricional, esta carne tiene poca grasa, bajo contenido en sodio y poca purina. La nutricionista Paloma Quintana coincide con este diagnóstico: “Sabemos que a nivel nutricional es interesante, tiene proteínas de buena calidad, y casi siempre se encuentra no procesada, lo que ya es un buen indicativo”, relata a este medio.
No obstante, admite que en el ámbito de la nutrición existe un debate sobre la ética de consumir carne. Con todo, aunque puede haber consumidores que entiendan que su ingesta es “un abuso, por parte de nuestra especie”, Quintana subraya que “se necesita mucha más medicación para un pollo o una ternera”, por lo que el conejo sería una buena alternativa para determinados comensales.
Comer una ‘mascota’
También son importantes los aspectos culturales. El conejo es un animal pequeño, suave, agradable en cierto sentido, que muchas personas tienen como mascota. “Comerlo puede ser raro”, cuenta Quintana, que pone como ejemplo la carne de caballo, un plato habitual en Italia.
“Tampoco es usual ver carne de conejo en comedores escolares, por ejemplo”, expresa la nutricionista. Más allá de las instituciones, reconoce que los supermercados son los que tienen la sartén por el mango: “Afectan las modas, afecta la globalización… Pero al fin y al cabo comemos lo que nos traen a los lineales”, zanja.
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