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La impresión 3D de alimentos: ¿La revolución que cambiará la forma de comer?

Algunas máquinas, como la española Foodini, permiten la personalización total de los platos para optar por una dieta saludable basada en la comida casera

Mónica Timón

Impresión de alimentos en 3D / YOUTUBE

Cuando en 1940 se inventó lo que fue el precedente de la impresora moderna, pocos podían imaginar que ese instrumento cambiaría por completo ámbitos tan variados como la medicina o la industria alimentaria. Pero, años después, eso ya es una realidad gracias a la impresión 3D. Estos aparatos permiten fabricar desde herramientas quirúrgicas o prótesis personalizadas hasta pizzas y pasteles de un elaborado diseño.

En este último caso, la personalización de los alimentos y el uso de ingredientes frescos son dos de las ventajas que presenta la impresión 3D. Además, esta tecnología podría solucionar el reto de alimentar a una población en constante crecimiento con los recursos limitados del planeta.

Capa sobre capa

“La premisa de las impresoras 3D es que el usuario se convierte en el fabricante y su cocina, en una minifábrica”, afirma Emilio Sepúlveda, cofundador de Natural Machines, una empresa con sede en Barcelona que ha creado Foodini, el primer electrodoméstico de cocina en España con tecnología de impresión 3D e inteligencia artificial. La técnica utilizada por Foodini es similar a la de una fábrica de comida. La máquina imprime las distintas capas de ingredientes en base al diseño y la receta escogida. “Por ejemplo, si haces una pizza, primero imprimirá una capa de masa, redonda o de la forma que se elija, luego la del tomate y la del queso, colocando el resto de los ingredientes en la disposición, cantidad y forma elegida”, detalla Sepúlveda. 

Además, mientras los lineales de los supermercados ofrecen productos destinados al público medio, estas máquinas permiten la personalización total del alimento final, incluidos los ingredientes, los valores nutricionales y el diseño. “Se puede calibrar la cantidad de azúcar, sal y grasas y enriquecer la comida con vitaminas o proteínas”, cuenta a Consumidor Global Berta Álvarez, directora de proyectos de Biozoon, una empresa alemana de impresión 3D. “Si eres alérgico al gluten, podrás hacer galletas adaptadas a tus necesidades, mientras que, si tienes problemas para tragar, como pueden tener las personas mayores, cocinarás una textura más adecuada”, matiza el dueño de Natural Machines. “Permite llevar una dieta más saludable, ser eficiente en la cocina y reducir el desperdicio de alimentos”, añade.

Una dificultad añadida

En el caso de Foodini, el dispositivo funciona con cinco cápsulas de acero inoxidable que los usuarios rellenan con casi cualquier ingrediente de su elección y que se intercambian de forma automática para crear las impresiones. Además, se puede seleccionar una receta desde su pantalla táctil, un ordenador portátil o un móvil y controlar desde ahí todo el proceso. En ese caso, Foodini informa al usuario de qué ingredientes necesita colocar en cada cápsula y, después, la impresión ya puede comenzar.

Aunque el funcionamiento es similar a cualquier otra impresora 3D, las que imprimen comida tienen una dificultad extra. “Las impresoras de plástico funcionan con un único material. En cambio, en las de comida, el número de ingredientes es casi infinito, y debe contar con inteligencia artificial para poder imprimir varios y saber cómo actuar, es decir, qué textura, temperatura o viscosidad dar a cada uno”, explica Sepúlveda.

Aplicaciones

Como cada persona fabrica su alimento, se pueden elegir componentes más sanos, orgánicos o, por el contrario, llenos de aditivos. En cualquier caso, la personalización es máxima y las posibilidades, infinitas. Pero las aplicaciones de la impresión de comida no se reducen solo a esto, sino que van más allá. “Creamos sustitutos de la carne y del pescado basados en plantas. Por ejemplo, hemos imprimido un bistec de atún hecho de setas”, detalla Sepúlveda. Biozoon también trabaja en otro ámbito: el de las residencias de ancianos. “Ayudamos a alimentar a pacientes de la tercera edad con problemas de deglución'', explica Álvarez. Según esta experta, alimentarse de comida hecha puré, pero que imita la forma original del alimento, “ayuda a mejorar el estado anímico de la persona”.

Estas máquinas también están presentes en ámbitos profesionales, como restaurantes con estrellas Michelin que ven en el mundo de la impresión 3D de alimentos una nueva dimensión para el diseño y la presentación de sus platos. Así, La Boscana, restaurante ubicado en Lleida, acogió en 2016 la primera cena en España con platos completamente impresos en 3D. “Hicimos un dibujo de una raíz con guacamole, un cremoso de fruta de la pasión y otras figuras, como espirales, que con la mano humana es muy difícil, pero que con una máquina se hace de forma inmaculada”, asegura a Consumidor Global Joel Castanyer, chef y dueño del local. Cinco años después, este establecimiento todavía ofrece en su carta un plato impreso en 3D, que consiste en un bizcocho de avellanas y una espiral de cremoso de chocolate. “La impresora nos aporta un diseño perfecto, pero la mano del cocinero es clave para que el resultado gustativo también sea el idóneo”, matiza Castanyer.

Cambios en la forma de comer

Hoy en día, la alimentación moderna se caracteriza por un abuso de la comida procesada o precocinada, con ingredientes que no siempre son fácilmente identificables por el consumidor. Con la impresión de alimentos en 3D, se automatizan algunos de los pasos de preparación por lo que es más fácil crear comidas recién hechas y saludables.

Así, los consumidores pueden prescindir de comida con aditivos y conservantes, demasiada sal, aceite o azúcar y volver a la cocina casera, la de siempre, con ingredientes frescos. Sin embargo, en el caso de Foodini, este dispositivo cuenta con una limitación y es que la comida que imprime no está cocinada, así que hay que hacerlo a posteriori o bien imprimir comida que pueda ingerirse cruda.

10.000 millones de personas en 2030

Dentro de una década, se estima que la población mundial aumentará hasta los 10.000 millones de ciudadanos. Mientras, los recursos del planeta --el agua potable, las superficies de cultivo y los bosques-- serán más limitados. Además, la esperanza de vida crece con el tiempo. En España, en el año 2050, las personas mayores de 65 años representarán más del 30% del total de la población, según un estudio del CSIC. En este sentido, la verdadera revolución de la comida impresa en 3D puede ir más allá de personalizar tartas o galletas y ayudar a personas con problemas de masticación, como le ocurre a la gente mayor. Además, esta herramienta también puede ayudar a reducir en gran medida el desperdicio de comida, tanto en la producción como en el consumo. Y su uso puede influir de forma positiva a la hora de reducir la huella de carbono y el coste económico del transporte de víveres y productos de alimentación, aseguran desde Natural Machines.

“La huella de carbono dependerá de las materias primas que se utilicen para hacer la receta, no de si se hace en una cazuela o en una máquina 3D”, apunta Albert Montferrer, experto en ingeniería de la alimentación. Este profesional asegura que los alimentos fabricados con impresoras 3D son totalmente seguros y que no sufren ningún cambio nutricional, pero no coincide con la amplia variedad de aplicaciones que los fabricantes le confieren. “Creo que su uso tiene que ver con un tema lúdico o estético más que con la facilidad o con mejoras nutricionales”, señala. El experto considera que podría ayudar a reducir el desperdicio de alimentos, ya que se aprovechan productos que, por su aspecto imperfecto, no se venden. Pero, a pesar de esta ventaja, le augura un futuro alejado de los hogares y reducido a los establecimientos hoteleros y más profesionales.