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Huevos fritos congelados y al vacío: un sucedáneo sin futuro en los supermercados
Aunque algunos achacan su existencia a la pereza, este producto ha encontrado su nicho de mercado en el sector del catering y en la restauración
La llegada del plástico a la industria alimentaria trajo consigo una mejora en la duración y conservación de los comestibles. Pero, en ocasiones, esta premisa se lleva al extremo y, hoy en día, se puede encontrar casi cualquier alimento envasado. Aunque este material puede ser útil en algunos casos, en muchos otros se trata de un envoltorio superfluo que no alarga la vida del producto, sino que contribuye a incrementar el problema de la contaminación.
En ese sentido y para sorpresa de muchos, el huevo que ya va frito, congelado y envasado al vacío existe. De hecho, ha generado un arduo debate con defensores y detractores casi a partes iguales. Y mientras los primeros atribuyen su uso a la seguridad alimentaria, otros consumidores se oponen al envasado innecesario de un producto tan sencillo y rápido de cocinar. Además, su futuro tiene más sentido en el ámbito de la hostelería que en los supermercados.
Su nicho de mercado
Los huevos fritos al vacío no están pensados para el consumidor particular, sino para la restauración, como servicios de catering o para cafeterías de trenes y aviones. “Nuestro principal cliente es una gran cadena de comida rápida, a quien proveemos este producto para su hamburguesa con huevo en toda Europa”, explican a Consumidor Global fuentes de Innovation Foods 360, una empresa española que comercializa este producto, creado por el chef Javier Yzuel. En concreto, esta firma produce unos 40.000 huevos diarios en su fábrica de Teruel --y cuenta con otra en Vitoria--, sin incluir sal, aditivos ni conservantes. “En cuanto se cocina, se ultracongela, por lo que se elimina cualquier riesgo sanitario”, asegura el fabricante.
En el congelador, este huevo frito aguanta hasta 18 meses. Sí, año y medio. Además, su almacenaje es sencillo y facilita la higiene en el cocinado, además de ahorrar tiempo a los usuarios. “Para una empresa de fast food que tiene cientos de pedidos al día, freír tantos huevos en el momento no es posible”, matiza esta empresa. Además, según defiende la compañía, no existen diferencias entre un huevo frito congelado y “las croquetas, lasañas o pizzas precocinadas que se descongelan y se calientan en casa”.
Escaso éxito entre particulares
En el caso de las empresas de comida rápida o de fabricaciones en masa, este producto “tiene lógica para garantizar la seguridad alimentaria y evitar posibles intoxicaciones, ya que la posibilidad de que tengan salmonela es mínima”, asegura Pilar Barreiro, catedrática de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas de la Universidad Politécnica de Madrid. Sin embargo, esta experta no le encuentra una utilidad inmediata para el consumidor habitual. Barreiro recuerda que, pese a que la consistencia, el sabor y la palatabilidad se parezcan mucho a la de un huevo recién frito, es difícil afirmar que sean lo mismo. “Son productos equivalentes o sustitutivos, pero no idénticos”, matiza esta profesora. Coincide con ella Isabel Sierra, catedrática de tecnología química y ambiental de la Universidad Rey Juan Carlos. “Hay ciertas diferencias en comparación con un huevo recién frito, por ejemplo, una yema menos líquida y algo cremosa”, apunta. Sin embargo, Sierra recuerda que este producto mantiene sus propiedades nutricionales intactas dado que, tras la fritura en aceite, “solo se somete a un tratamiento térmico suave de pasteurización”.
Todo lo que no sea freír el huevo en aceite de oliva de calidad y servirlo en el momento es un “sucedáneo” para Ramón Aparicio, chef del Catering Vallés de Barcelona, quien ofrece este producto en su menú, pero siempre cocinado de forma casera. “En el momento en el que se envasa al vacío un huevo frito, se aplica una presión que hace que la yema se cuaje, por lo que no puede ser lo mismo”, insiste. A juicio de este cocinero profesional, en la sociedad predomina una falta de motivación en la cocina que se traduce en miles de euros al año, ya que los productos preparados suelen ser más costosos. En esa línea, Barreiro no augura un salto de este producto a los supermercados españoles, aunque sí en otros países. “No está pensado para el perfil de un usuario medio español a quien le saldría muy caro en comparación con comprar una docena de huevos y freírlos”.
Alargar la vida de los alimentos
El huevo frito congelado viene en una bolsita de plástico individual, motivo por el que ha generado rechazo en algunos sectores de la población. “El ritmo de vida actual ha llevado a las industrias alimentarias a utilizar estos sistemas para envasar y prolongar la duración de muchos productos”, recuerda la catedrática Sierra. En efecto, el embalaje de este material es el que más tiempo alarga la vida de los alimentos sin aditivos y así se consigue mantener su textura y sabor. Pero no se puede dejar de lado la gran cantidad de residuos que se generan para conseguirlo.
Para paliar esta situación, la Unión Europea lanzó en 2018 una Estrategia de Plásticos encaminada a transformar la forma en que se diseñan, producen, utilizan y reciclan los productos, incluida la prohibición de los envases de plástico de un solo uso. Más de años después, el panorama no ha cambiado mucho. En los supermercados todavía se pueden comprar verduras y frutas troceadas y envasadas, magdalenas en bolsitas individuales de plástico e incluso ajos pelados envueltos con este material.
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