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¿Puede alimentarse una familia con un huerto urbano?

Los cultivos comunitarios han supuesto la introducción de la agricultura en las ciudades, aunque su capacidad de producción se enfrenta a muchas barreras

Ricard Peña

Arbustos y plantas aromáticas en un huerto urbano / PIXABAY

En las grandes urbes, contaminadas y llenas de coches, han comenzado a aparecer pequeños puntos verdes. Estos huertos crean una pequeña comunidad, de jóvenes y mayores, en torno a la agricultura y el trabajo de la tierra. No obstante, usarlos como una fuente de alimentación, tal y como se hacía antaño, resulta hoy en día más bien una utopía que una posible alternativa.

¿Puede una familia abastecerse con un huerto urbano? Ante tal pregunta hay que tener en cuenta, sobre todo, que el espacio y las condiciones son dos de las mayores barreras. La calidad del aire y la cantidad de agua no son los mismos en el centro de una ciudad que en un ambiente rural. Además, el espacio para producir hortalizas se reduce en favor de pequeñas parcelas. “En ciudades como La Habana, los huertos comunitarios suponen el 40 % del consumo de verdura fresca. Es decir, el modelo es viable, pero en nuestra concepción de grandes ciudades es difícil de introducir a día de hoy”, explica a Consumidor Global Julián Briz, catedrático de ingeniería agronómica en la Universidad Politécnica de Madrid.

Cambio de costumbres

Las dificultades comienzan por los propios hábitos de consumo. El ritmo de trabajo y ocio en las urbes es acelerado, con una alimentación cada vez más preparada. “Si hoy en día ya es complicado organizarse para comer productos ecológicos o de proximidad, el trabajarlos uno mismo es un esfuerzo aún mayor” señala Andrea Estrella, miembro de la cooperativa Germinando, una consultoría de iniciativas socioambientales. 

También se debe tener en cuenta la rotación y estacionalidad de los cultivos. Según cuenta Estrella, un huerto productivo tendría que tener espacio y disponibilidad para cultivos que dieran fruto todo el año, situación complicada en las condiciones de la mayoría de huertos urbanos. Y otras verduras con mayor durabilidad, como patatas, cebollas o ajos, requieren de una enorme cantidad de terreno para generar una producción suficiente.

Parcela de un huerto comunitario con cebollas y plantas aromáticas / PIXABAY

Las matemáticas de la tierra

Algunos estudios se muestran optimistas con la capacidad de este tipo de huertos. “Una parcela de un metro cuadrado puede dar, como máximo, 6,7 kilos de hortalizas anuales, aunque la media se sitúa entre los tres y cinco kilos”, indica Raúl Puente, doctor en geografía por la universidad Pablo de Olavide en Sevilla.”Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, una persona consume en España, de promedio, 94,68 kilos de verduras al año. En este sentido, Puente estima que, si una familia de tres miembros necesita esta cantidad, supondría un total de 284 kilos anuales. Por lo que con una parcela de 50 metros cuadrados se podría conseguir, de forma óptima, unos 335 kilos de hortalizas, suficiente para alimentar una familia durante un año. 

Por desgracia, estas dimensiones se alejan del espacio de cultivo de la mayoría de los huertos urbanos que hay en las grandes ciudades. Pero en pequeñas e incluso en cultivos periurbanos, aquellos situados en las afueras, suelen ofrecer 25 o 50 metros cuadrados como estándar . “La realidad, sin embargo, es más complicada. Ni todas las familias consumen lo mismo, ni toda la tierra es igual. Además, también afecta el tiempo disponible para trabajar el huerto o la motivación y experiencia de cada uno”, matiza este experto.

El modelo de nuestros abuelos

El tipo de cultivo también es un factor fundamental para saber cuánto puede producir un huerto urbano, ya que cada semilla tiene unos tiempos muy concretos para ser sembrada y recoger sus frutos. “Lo más importante es saber qué plantar y cuándo hacerlo para poder comer verduras todo el año. Mi familia y yo, que somos cuatro personas, basamos cerca del 70 % de nuestra alimentación en lo que producimos y apenas trabajamos con una parcela de 50 metros cuadrados”, cuenta David Lagares, cofundador de La Huertoteca, una empresa madrileña dedicada a impartir cursos de horticultura y diseñar huertos urbanos.

Para Lagares el problema es pensar en un huerto como si fuera un enorme supermercado. El monocultivo, subraya, se centra en ocuparse sólo de un número concreto de verduras, favoreciendo la calidad y la producción. “Cada zona de España tiene unas verduras y árboles que se han cultivado durante generaciones y que, por consiguiente, están acostumbrados a una climatología específica, con sus propios ritmos. Si se conocen bien estas hortalizas autóctonas es más fácil mantener su conservación y un crecimiento óptimo”, concluye este empresario.